Inicio Actualidad ¿Pero cómo no van a querer la independencia los separatistas?

¿Pero cómo no van a querer la independencia los separatistas?

El periodismo, que es el arte de servir novedades asegurando la comodidad del lector, dice que los separatistas vascos no quieren la independencia. Claro que, para que cuele que los separatistas no quieren la separación, no les llaman separatistas, sino soberanistas, independentistas o simplemente, nacionalistas. Como si los nacionalismos no fueran todos soberanistas y, por lógica, separatistas de un Estado que rechazan. Como si la decisión no fuera la de separarse, porque, si no, para qué nacionalismo. Y como si, al margen de los adjetivos, el sustantivo no fuera siempre uno: independencia.

Las encuestas y los encuestados mienten

El argumento, de escasa autoridad, es que los vascos que votan a los partidos separatistas dicen en las encuestas que no quieren la separación. Querrán lo que quieran los líderes a los que confían su futuro. Y aunque, entre el terror y la doblez, digan una cosa, harán lo que les digan. Para eso viven, muchos han nacido ya, en una dictadura separatista, donde, desde la escuela a los clubes de fútbol, se les enseña a odiar a España y lo español.

La prueba máxima de la sumisión de esta tribu a sus amos es que votan a a unos partidos que imponen desde la guardería escolarizarse en una lengua, el euskera batua o recompuesto a partir de siete hablas dialectales, que no es la del noventa por ciento de la población y que no sirve más allá de las bardas del futuro Estado euskaldún, socialista, feminista y ecologista. En el que, como para los Verdes alemanes y econazis, sólo sobran los humanos. De hecho, han expulsado a tiros y mediante el terror a la décima parte de la población, volcando el censo electoral en favor del separatismo, que, desde las escuelas a la televisión y el fútbol, los ha convertido en esclavos felices.

Ayer publicaba David Lema en El Mundo un reportaje escalofriante sobre esos jóvenes adultos que votarán hoy en masa al partido de la ETA. Claro que lo primero que niegan es que Bildu sea ETA, y que sus crímenes en democracia sean buenos, pero se le perdonan por matar a Carrero. Es decir, que están perfectamente amaestrados para decir lo que, en cada momento, le convenga al partido del terrorismo. Repiten como loros que la sanidad es lo importante -nada mejor, pues, que encomendársela a asesinos-, y todos los mantras izquierdistas que fuera de esa desdichada región proclaman a voces y coces los de Más o Menos y Sánchez. Se zampan todo el menú de las consignas progres, las regurgitan, eructan, satisfechos, y, hala, a dormir.

Para irse cómodamente, antes deben destruir España

Como decía esta misma semana en Libertad Digital Mayor Oreja, la única verdad es que Bildu es ETA, que todo el proceso lo dirige ETA y que ha ganado ETA. Se le ha dejado ganar, esencialmente el PSOE y los comunistas, por una razón de fondo: creen que España, sus leyes y su realidad social son de derechas, y prefieren morir con su secta a respetar a sus padres, su tierra y su cultura. Y la derecha no ha sido y no es capaz de asumir que el peso de la nación y de la continuidad del Estado reposa exclusivamente sobre sus hombros.

No sólo el PP, también Vox, ayer partido, hoy secta de escrachadores, depositan la responsabilidad de esa deriva en el PSOE. Y en esta campaña, hasta que el PSOE no ha decidido sacar a ETA como argumento electoral, el PP se ha dedicado a hablar de economía y de gestión. Detrás del PSOE, Feijóo ha vuelto ha esgrimir el único asunto que debería haber centrado su campaña: el futuro del País Vasco en manos de la ETA, con la complicidad del PNV, al que todavía imaginan los chanquetes de Génova 13 apoyando una moción de censura contra Sánchez o un adelanto electoral. Pero lo más ridículo ha quedado para Vox, que ha centrado su mensaje electoral en la seguridad «que antes tenían los vascos» y ahora han perdido por culpa de la inmigración ilegal. ¿Pero qué seguridad tenían «antes» los más de 200.000 expulsados de su tierra, Ortega Lara o la misma familia Abascal? ¿En qué abismo de cobardía, el PP, y estupidez, Vox, ha caído la Derecha española?

Mientras los partidos van a lo suyo, que es quedar bien con una sociedad moralmente podrida y una prensa putrefacta –El País celebraba el buen comportamiento de todos los partidos– y no estropear la paz con los crímenes de la ETA «que no interesan a nadie», los españoles estamos ante una disyuntiva clara: cómo defender la España constitucional, para la que ya no se puede contar con el País Vasco, Navarra y Cataluña. Porque para la independencia que, por supuesto, buscan, y ahora más les conviene, es precisa la autodestrucción del régimen del 78, la monarquía parlamentaria, la división de poderes, la independencia judicial y el imperio de la Ley, todos al servicio de la soberanía nacional, que pertenece al pueblo español.

El plebiscito que debe asegurar el triunfo separatista

Sucede que España, gracias al traidor Sánchez, está en manos de un terrorista salido de presidio y de un golpista que huyó de la justicia en un maletero. La parte que corresponde a los separatistas está casi hecha. Falta que España reconozca a esos Estados asociados -en rigor, parásitos- con un doble referéndum tan anticonstitucional como la Ley de Amnistía, que ya anda urdiendo el Traidor de Traidores, Cándido «Golpe» Pumpido. Y fin.

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