Inicio Intelectualidad El horror de Mauthausen

El horror de Mauthausen

La liberación de Mauthausen




Ver test




¿Cuánto sabes sobre la Segunda Guerra Mundial?


‘Rompehuesos’, así denominaban los oficiales de las SS a Mauthausen, el campo matriz de todos cuantos se instalaron en la Austria ocupada por Hitler.

En 1938, el jerarca del Tercer Reich Heinrich Himmler decidió construir un campo de concentración junto al pequeño pueblo así llamado, en la Austria recién anexionada. El dirigente nazi se había fijado en las productivas canteras de granito de la zona y pretendía explotar a los prisioneros haciendo que trabajasen en ellas.

Las piedras debían servir para pavimentar las calles de Viena y embellecer la cercana ciudad de Linz, situada a menos de 100 kilómetros de la localidad natal del Führer.

El campo de Mauthausen fue erigido paso a paso durante años por los propios prisioneros, por lo que la estampa que se encontraron los primeros españoles, llegados en agosto de 1940, fue radicalmente diferente a la que vieron quienes entraron en los albores de 1942. La alambrada electrificada que lo rodeaba fue siendo sustituida, metro a metro, por muros de granito. Se alzaron nuevos edificios y se habilitaron campos anexos.

Mauthausen no paró de crecer hasta el mismo momento en que fue liberado por las tropas estadounidenses.

En abril de 1941, Himmler visitó Mauthausen. El gerifalte se había trasladado allí para ‘pedir plaza’, lo que significaba eliminar a más presos para que entraran otros.

Según los datos, en un principio las instalaciones de Mauthausen estaban previstas para ser ocupadas por 3.000 reclusos, pero llegaron a albergar hasta a 70.000. Y de las 206.000 personas que pasaron por ellas, perecieron 122.000.

Construidos por los primeros españoles llegados a Mauthausen, los crematorios no daban abasto a esas alturas de la contienda, así que se hicieron fosas comunes para los prisioneros muertos, muchos a causa del frío (se congelaban porque no tenían ropa).

Aunque la mayoría murió como consecuencia de su explotación como mano de obra, llevada a cabo sin ningún escrúpulo y acompañada de malos tratos, así como de unas raciones alimentarias insuficientes, una vestimenta deficiente y la carencia de atención médica.

En 1943, tras la rendición alemana en Stalingrado, los oficiales nazis dieron la orden de destruir los archivos fotográficos del campo porque eran ‘comprometedores’, pero, según declaró el prisionero catalán Francisco Boix en los juicios de Nuremberg y Dachau, se lograron salvar unas 20.000 fotos de las 60.000 que se habían hecho. Y esos millares de fotos sirvieron para mostrar al mundo el horror de Mauthausen.