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Nuevos indicios sobre el Planeta Nueve

Desajuste planetario: Esquema que muestra el momento angular del Sol, el «plano invariante» del sistema solar (azul), la órbita de los planetas interiores y la órbita inferida del Planeta Nueve. Los detalles no se reproducen a escala. [Bailey et al, arXiv:1607.03963]

Hace cerca de un año, Konstantin Batygin y Michael Brown, del Instituto de Tecnología de California, propusieron la existencia de un nuevo planeta en el sistema solar. Conocido desde entonces como «Planeta Nueve», este hipotético objeto permitiría explicar con facilidad la extraña sincronización que, sin razón aparente, muestran las órbitas de algunos cuerpos del cinturón transneptuniano, el séquito de astros helados que orbitan más allá de Plutón. Para ello el planeta tendría que presentar una masa de entre 10 y 20 veces la terrestre y seguir una órbita muy elíptica y distante, situada a entre 200 y 700 unidades astronómicas (UA) del Sol (1 UA equivale a la distancia Tierra-Sol, unos 150 millones de kilómetros). Sin embargo, semejante lejanía hace que resulte casi imposible verlo con los telescopios actuales, por lo que es natural preguntarse sobre otros datos indirectos que permitan corroborar o refutar su existencia.

Ahora, varios trabajos recientes han encontrado lo que parece ser otro indicio más a favor del misterioso planeta: la curiosa inclinación del plano ecuatorial del Sol con respecto al plano que contiene a los planetas gigantes. En principio, la teoría de formación del sistema solar a partir del colapso de una gran nube de gas y polvo lleva a pensar que la rotación del Sol debería estar alineada con las órbitas de los planetas. Sin embargo, el plano ecuatorial de nuestra estrella se encuentra desviado unos 6 grados con respecto al plano que contiene a Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno (con diferencia, los planetas de mayor masa del sistema solar). Y, aunque las posibles explicaciones de esta anomalía podrían ser muchas, hasta ahora nadie parecía haber dado con una convincente.

El 14 de julio, Elizabeth Bailey, del Instituto de Tecnología de California, publicó junto con Batygin y Brown un trabajo en el que explicaban que dicho fenómeno podía entenderse como una consecuencia natural de la existencia del Planeta Nueve. Ello se debería a que la órbita inferida para este hipotético objeto no solo es muy excéntrica, sino que también debería estar muy inclinada con respecto al plano del sistema solar. Dado que, además, se trata de un astro muy masivo y muy alejado del Sol, su momento angular bastaría para «torcer» la órbita de los planetas y, con el paso del tiempo, haberla dejado inclinada en unos 6 grados con respecto al plano de rotación del Sol.

Apenas cuatro días después de la publicación de aquel trabajo en el repositorio de artículos científicos arXiv, Rodney Gomes, del Observatorio Nacional de Brasil, y otros colaboradores hacían los propio con un estudio en el que obtenían el mismo resultado de manera independiente. Y, en agosto, el astrofísico Dong Lai, de Cornell, reprodujo las conclusiones de ambos trabajos a partir de un método de cálculo simplificado. El artículo de Bailey, Batygin y Brown acaba de aparecer publicado ahora ahora en The Astronomical Journal.

Aunque aún sigue abierta la pregunta de qué pudo hacer en su día que un objeto tan masivo adquiriese una órbita tan exótica y alejada del Sol, Bailey y sus coautores enfatizan que el resultado constituye una corroboración no trivial de la hipótesis del Planeta Nueve. En caso de que este nuevo planeta efectivamente exista, los mejores telescopios deberían de poder obtener pruebas observacionales dentro de pocos años.

Más información en The Astronomical Journal y en la página web de Caltech. Una versión de los artículos técnicos puede encontrarse en el respositorio arXiv (Bailey et al., Gomes et al. y Lai).

—IyC