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El irrespeto de Mariela Castro en Nueva York

Mariela Castro (EFE)

Mariela Castro (EFE)

LA HABANA, Cuba.- Un cable de la agencia cubana Prensa Latina, redactado por Waldo Mendiluza, me advirtió que la sexóloga, parlamentaria e hija de Raúl Castro, estaba en Nueva York. Según el referido texto, la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) habló en Naciones Unidas de la justicia social que distinguió a la revolución que triunfara en 1959, y también de la manera en que esa “generosa política” se estuvo ocupando de los derechos de la comunidad LGBTI en Cuba.

Según el cable, Mariela alabó las transformaciones que se produjeron en la isla, en todos los órdenes, durante las casi seis décadas de la “revolución” en el poder, y aseguró además que esas evoluciones contribuyeron a que la población cubana fuera mucho más abierta a la hora de entender la justicia social, facilitando de ese modo el trabajo contra la homofobia y otros prejuicios.

Curioso resulta la aseveración de que: “este escenario se traduce en que, aun cuando existan problemas, no se expresen mediante la violencia, salvo excepciones, como ocurre en otros países con mayores avances en el campo legislativo en materia de derechos de la comunidad LGBTI”. Y lo curioso está en que otra vez ese discurso oficial está más interesado en defender las cosas, es decir a la “revolución”, que a las personas, cuando debía ser todo lo contrario, y eso me parece irrespetuoso. Ninguna cosa merece más respeto que una persona.

Como sabemos desde hace mucho, el respeto es una de las más grandes virtudes del hombre. No por gusto pidió Zeus a Hermes que saliera cargado de respeto y de justicia para entregarla a los hombres, y eso es lo que más necesita la comunidad homosexual en Cuba: respeto y justicia. Es desconsiderado decir que la violencia contra los homosexuales es menor en Cuba que en el resto del mundo. Olvidar a los homosexuales que han sufrido por la violencia es desconsiderado. Olvidar a los homosexuales que han sido víctimas de la homofobia institucional es grosero. Es impolítico que no se acabe de reconocer que la “revolución” no cuidó la integridad y la dignidad de las lesbianas, de los gays, de los transexuales. Es preciso que se hable de eso cada día y que se nombre a los culpables.

Es insolente que una vez más se pretenda cuidar a las instituciones, a las cosas, en lugar de amparar a esos hombres y mujeres que prefieren, cada uno de sus días, a sus semejantes. Nada se puede avanzar si se pretende alabar las “bondades” de una “revolución” que margina a los homosexuales. Es contraproducente defender la política de una revolución que creara campos de concentración para homosexuales, que expulsara de las aulas universitarias a quienes llamó “desviados”. Es insólito que la voz cantante de esa “política de reivindicación” sea una mujer heterosexual que no conoce del sufrimiento de quienes “representa” y “defiende”.

En Cuba hay violencia contra los homosexuales y negarlo es bochornoso. En este país se sigue reprimiendo, y los crímenes de odio no se resuelven aún. En Cuba, el juicio moral de sus instituciones se sigue oponiendo a la libertad. Yo, por ejemplo, no he visto el documental “Mariela Castro’s march: Cuba LGBTI”, que fue presentado en las Naciones Unidas el pasado día 17 con la presencia de la directora del CENESEX, y que transmitirá HBO este 28 de noviembre. Sería justo que la televisión cubana lo pusiera en un horario estelar. Ya se presentó en el pasado Festival del nuevo cine latinoamericano, aunque con cierta discreción, y no podría esperarse otro proceder si aparecen en la cinta los testimonios de algunos homosexuales que fueron agraviados por las políticas homofóbicas de la “revolución cubana”. Esa no será, al parecer, la suerte de “Santa y Andrés”, una película que tiene como principal temática, según su director, “la libertad, la libertad, la libertad”; eso es irrespetuoso, como también lo es el hecho de que Mariela Castro aprovechara su visita a Nueva York para hacer algunas compras. Ese día me escribió un amigo contándome que la había visto en The Home Depot donde al parecer intentaba comprar bombillas, supongo que para alumbrar su casa. Y yo me pregunto si se decidió por bujías ahorradoras como las que yo me veo obligado a comprar.

Mariela Castro compra bombillas en Manhattan a pesar de que en una entrevista que pasó la televisión cubana, y que le realizara la periodista Cristina Escobar, ella asegurara que su salario no le llegaba hasta el fin de mes.