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Fidel reposará junto a los héroes de la independencia y la revolución

Actualizado 04/12/2016 9:41:20 CET

MADRID, 4 Dic. (EDIZIONES) –

Fidel Castro eligió Santiago de Cuba para pasar la eternidad, y no es algo casual, porque en la antigua capital de Oriente se cocinó la revolución y de allí salieron los principales héroes de la independencia, por lo que parece ser el lugar idóneo para seguir alimentando el mito del comandante.

Sus cenizas han llegado a Santiago este fin de semana tras un viaje de casi 1.000 kilómetros desde La Habana, con el que Fidel ha desandado el camino que hizo en los primeros días de 1959 de un extremo a otro de la isla para llevar la revolución a la capital.

Fidel y sus barbudos partieron hacia La Habana en los ‘jeeps’ destartalados que habían arrebatado a las tropas de Fulgencio Batista tras proclamar el triunfo de la lucha revolucionaria desde el balcón del Ayuntamiento de Santiago.

La insurgencia cerraba así el círculo que comenzó años atrás: el germen revolucionario nació en Santiago, de la mano de un grupo de jóvenes que urdieron el asalto al Cuartel Moncada y el desembarco del ‘Granma’, a las faldas de la Sierra Maestra.

No es de extrañar que Santiago se convirtiera en hervidero revolucionario. Ya sirvió de plataforma para las luchas de la independencia como hogar de la familia Maceo, uno de los motores de la causa emancipadora.

Santiago está irremediablemente ligado a la historia de Cuba y por eso su cementerio, Santa Ifigenia, alberga a sus principales nombres, entre los cuales no podía faltar el de quien ha gobernado la nación caribeña durante más de medio siglo.

QUIÉN ES QUIÉN

Santa Ifigenia –nombre que debe a una virgen etíope– es el camposanto más antiguo de Santiago. Se crea en 1868 para dar cabida a los pobladores de una ciudad en crecimiento y a las tumbas del antiguo cementerio de Santa Ana.

La epopeya de Santa Ifigenia contrasta con el cementerio de Colón, en La Habana, la única porción de terreno privado que respetó la revolución, plagado con las tumbas de los colonos españoles y los estadounidenses y diplomáticos extranjeros que disfrutaron de la Cuba ‘batistiana’.

El corazón de la necrópolis santiaguera es el mausoleo a José Martí. Una mole de 24 metros de alto y 86 de largo que recuerda a una torre medieval guarda al prócer cubano, inmortalizado en mármol de Carrara. Sus seis aristas –las mismas que las antiguas provincias del país– enmarcan un lucernario diseñado para iluminar sus restos mortales, que descansan sobre tierra de las 21 repúblicas de «Nuestra América».

Martí es el héroe nacional de Cuba porque recogió el relato de la frustrada aventura independentista de 1868 y lo transformó en el triunfo del 98. Aunque pasó varios años en el exilio, logró organizar a los separatistas y guiarlos hasta la victoria, incluso desde el campo de batalla, donde murió, a pesar de que intentaron mantenerlo alejado de la lucha para no perder su brújula intelectual.

En Santa Ifigenia reposa también Carlos Manuel Céspedes, el presidente cubano de origen español que encendió la llama independentista del 68. Este acaudalado hacendado desencadenó el levantamiento contra la metrópoli al liberar a todos sus esclavos.

Los Maceo, vecinos ilustres de Santiago, habitan igualmente en Santa Ifigenia. La cabeza de familia, Mariana Grajales, era una independentista convencida que inculcó a todos sus hijos la idea de echar a los españoles casi como una obligación moral. Antonio Maceo es el más conocido de todos porque fue uno de los grandes generales del 98.

Los hermanos Frank y Josué País también han dado con sus huesos en el cementerio santiaguero. Sin ellos, pero sobre todo sin Frank, la revolución podría haber fracasado, porque, como destacados dirigentes del Movimiento 26 de Julio, dieron su vida para que Fidel volviera a Cuba.

LUGAR SECRETO

Tras un funeral apoteósico de nueve días, en el que Fidel ha podido encontrarse con el ‘Ché’ Guevara en Santa Clara, el ex presidente cubano descansará en un lugar secreto de Santa Ifigenia, del que solo se sabe que estará muy cerca del mausoleo de Martí.

La obras llevan años en marcha, desde que empeoró la salud de Castro. «Nadie sabe el número de personas que perdieron sus casas para ampliar la avenida que debía facilitar el traslado de las cenizas del tirano», cuenta el líder opositor José Daniel Ferrer al ‘Nuevo Herald’.

De esta forma, Fidel se desmarca –incluso en su muerte– de otros líderes comunistas, como Vladimir Lenin o Mao Tse Tung, embalsamados y exhibidos para quienes aguanten las largas colas que se forman para entrar a sus tumbas de la Plaza Roja y Tiananmen.

Pero concuerda con la fuerte crítica que Fidel hizo al culto a la personalidad. Dicen que ordenó derribar la primera estatua que se levantó en Cuba en su honor nada más derrotar a Batista. Años después, con la Ley de la Revolución, prohibió cualquier homenaje a personajes vivos de la lucha libertaria, incluido él.

A LA ALTURA DE MARTÍ

Para la oposición cubana, el hecho de que Fidel yazca a escasos metros de Martí evidencia el intento del régimen ‘castrista’ de apropiarse de la figura del ideólogo de la independencia para toda la eternidad, perpetuando así «un fraude histórico».

«Fidel quiere que lo perciban como el continuador de la obra ‘martiana’, aunque sabe exactamente que Martí era un demócrata republicano decimonónico que nada tenía que ver con las supersticiones marxistas-leninistas», explica el periodista Carlos Alberto Montaner en ’14yMedio’.

El comandante vinculó su causa a las ideas ‘martianas’ desde sus primeros discursos, «una relación que los poetas y escritores que elaboraron la teología de la revolución se encargaron de perpetuar», cuenta a este diario opositor un historiador cubano que quiere permanecer en el anonimato. «José Martí era el precursor, como Juan Bautista, y Fidel Castro se convertía, por tanto, en el Mesías», apunta.

No cabe duda de que, si Santa Ifigenia era ya una parada obligatoria para los patriotas cubanos y los turistas, la presencia de Fidel reforzará su atractivo y, al menos durante los primeros años tras su muerte, eclipsará a los héroes que le acompañan.