Inicio Cuba Hernández Novás, la flecha de su grito

Hernández Novás, la flecha de su grito

Jorge Luis Arcos durante la presentación del libro (Foto: Ernesto Santana)

Jorge Luis Arcos durante la presentación del libro (Foto: Ernesto Santana)

LA HABANA, Cuba.- “Cuando recuerdo que tengo que morir / me siento como un guerrero en medio de la batalla / sin armadura, sin casco y sin lanza”, dicen unos versos de Raúl Hernández Novás (1948-1993) en Otros poemas, compilación de textos inéditos y publicados en revistas que ha lanzado la editorial Casa de las Américas.

La reciente presentación se hizo en el Centro Cultural Dulce María Loynaz y estuvo a cargo de Jorge Luis Arcos, poeta, ensayista e investigador literario, quien fuera amigo de Hernández Novás y es reconocido como uno de los mayores especialistas en su obra.

“Comprendí que mi vida era una sucesión de días y noches / y que debía caerme y levantarme, caerme y levantarme / hasta el final”, son otros de esos versos hasta ahora inéditos del autor de Da capo (1982), Animal civil (1987), Atlas salta (1995), Amnios (1998).

El título Poesía, de 2007, y este, Otros poemas, ambos publicados por el Fondo Editorial de la Casa, vienen a conformar, según Arcos, también prologuista, “un proyecto unitario, una especie de poesía completa del autor”, casi una edición crítica de su obra.

El presentador, en su texto introductorio para el público que abarrotó la sala del Loynaz, se refirió a las raíces que sustentan la obra de Hernández Novás, en ciertas zonas poéticas de Juan Clemente Zenea, Julián del Casal y José Martí, citando, de este último: “Dos patrias tengo yo, Cuba y la noche: ¿o son una las dos?”

Estos tres poetas, como sabemos, tuvieron muertes trágicas y prontas. Zenea cayó fusilado por el poder colonial español y Martí en combate. Casal fue fulminado por la rotura de un aneurisma tras un ataque de incontrolable risa. También hizo referencia Arcos a la relación de la obra de Ángel Escobar y Juan Carlos Flores con la de Hernández Novás, poeta suicida como ellos.

Los que lidiaron con su papelería póstuma hallaron que Novás había conservado toda su poesía inédita escrita desde 1959 hasta su muerte. Y si bien el trabajo para establecer los textos y su cronología fue largo y difícil, también resultó —como confiesa Arcos, uno de los que se enfrascó en tan meticulosa labor— “un proceso de investigación fascinante”.

Y con sorpresas, como dos traducciones de T. S. Eliot, primeras versiones de algunos poemas suyos muy conocidos, una obra de teatro, un argumento para una película, algunas prosas poéticas, “un significativo grupo de biografías imaginarias junto a una gran cantidad de poemas de índole satírica y humorística, y, en general, una enorme cantidad de poemas inéditos, entre los cuales también nos aguardaban tres poemarios”.

Según el investigador, “pocas veces se ha contado, en la rica tradición de la poesía cubana, con un material inédito tan vasto y, en ocasiones, tan sorprendente (…) Uno de los universos poéticos más interesantes y conmovedores de la poesía cubana”.

Jorge Luis Arcos comenzó a escribir el prólogo en La Habana, en el año 2001. Luego emigró y vivió algunos años en España, para acabar radicándose en San Carlos de Bariloche, en la Patagonia argentina, donde hace dos años concluyó el prólogo. Por su actitud crítica con el gobierno y la política cultural de este país, fue denostado por diversos comisarios.

No sería de extrañar que, tanto aquí como en el exilio, algunos no vean con buenos ojos su presencia en estos días en La Habana, doce años después de su partida. “Ningún Estado tiene derecho a administrar o manipular su posteridad cuando le negó en vida justamente lo más preciado: la comunicación directa con su público”, escribió Arcos cuando otros intelectuales preferían olvidar la deuda castrista con Virgilio Piñera en su centenario.

Y añadió: “La libertad de un escritor en su comunicación con el lector no puede ser coartada por ninguna ideología, por ninguna moral, por ninguna religión. Porque, a la postre, el esencial diálogo de un escritor, si lo es de veras, si es perdurable, es con la eternidad”.

Arcos, también poeta, ha escrito lo que parece una contradicción y es un verso brillante: “Siempre fui el exiliado, siempre quise el regreso”. A su amigo suicida: “Dando tumbos, vivimos”.

Razonando sobre la poesía cubana de los últimos decenios, dice Arcos: “Desde esta nueva cosmovisión, la Revolución ha terminado. Parece un episodio, si importante, ya casi legendario”. Y sigue más adelante: “Es como si se escribiera en diáspora incesante. Todo el discurso de la cubanidad tradicional, de la identidad nacional, ha desaparecido, o se ha vuelto retórica a evitar, se ha cansado, o se ha vuelto enfáticamente sombrío”.

Una frase suya puede explicar incluso más que esa poesía: “No es que, por ejemplo, la realidad sea ruinosa, es que la mirada lo es también”.

Su amigo, el sombrío poeta Hernández Novás, le había dado la razón anticipadamente al decir de sí mismo: “¡Qué parecido a un árbol plantado en el desierto!” Y, antes de hundirse en el silencio: “Solo puedo lanzar la flecha de mi grito”.