Inicio Cuba Murió la hiena, la que llamaban el caballo

Murió la hiena, la que llamaban el caballo

Eleonora Bruzual*.- Realmente si algo tengo que decir es que me llena de ira pensar que Fidel Castro, un tirano brutal, haya muerto en su cama y sin que nadie le pidiera cuentas por sus crímenes y menos le juzgaran por ellos. Larga vida la de este depredador insaciable, larga y maligna.

Y hasta el mismo día de su muerte atesoró adoradores, cómplices y financistas de su asquerosa farsa llamada revolución. Esa entrega morbosa de muchos hombres a Fidel, entrega que se dio por igual en Latinoamérica como en otras latitudes, le dio sustento a casi seis décadas de barbarie.

Junto al psiquiatra y antropólogo venezolano Luis José Uzcátegui, hace 11 años escribimos un libro que titulamos “Los hombres que erotizó Fidel” y ahora, como en el momento de definir el título me pregunto: ¿cómo se explica esta fijación ciega hacia el dictador? ¿Qué emociones e intenciones se dieron para tal meretricia política? Hombres que imitándolo, venerándolo o humillándosele han protagonizado largas historias de dependencia, miedo, terror, muerte, lujuria, masoquismo, chantaje sexual, terrorismo y traición. Líderes, intelectuales y escritores que se han dejado erotizar por un delincuente cubano que hizo máxima aquella letra del tango Cambalache y ayudó con creces a que el mundo sea una porquería.

Vuelvo ahora a constatar que para mucho insulso, o quizá canalla, los muertos una vez abandonan el pellejo y la osamenta pasan a ser inmaculados santurrones. Así ya leo cantidades de manifestaciones de dolor de bastantes que se jactan de ser demócratas y que moquean por la muerte de este asesino.

Leo que Bergoglio, ese Papa tan afecto a los sociópatas de la izquierda, mostró su “pesar” por el fallecimiento de Castro, pesar que jamás sintió por los miles de cubanos asesinados por él y su banda; por aquellos jóvenes católicos que frente a los paredones del odio, murieron gritando ¡Viva Cristo Rey! Pesar que no existe en él cuando de la Cuba esclava se trata y que tampoco existe por la tragedia venezolana donde la mano de este tirano la encontramos a cada rato.

Leo y leo y como digo al inicio de esta columna, se impone volver a esos enigmas, a esas vergonzantes fascinaciones de tantos que se dejaron erotizar por el delincuente de Birán y a muchos que aún lo están. Y es que cuando se define lo erótico, numerosos estudiosos hablan de voluptuosidad y perciben lo libidinoso, lujurioso, obsceno, vicioso, pero en contraposición está la definición de “amor sensual” acotando que los seres humanos nos erotizamos cuando los sentidos son activados, cuando en el cuerpo se percibe un destello, casi siempre indescriptible, de “algo”. También cuando no se piensa ni se reflexiona pues la sensación interna, la emoción es tan fuerte, que el individuo cae en un estado particular de conciencia, o mejor de inconciencia y también de ridículo…

Grafico con aquella infeliz frase del activista comunista norteamericano Abbie Hoffman, que sin conciencia del ridículo dijo: “Cuando Castro endereza su cuerpo es como un pene poderoso que cobra vida y, cuando se lo ve alto y erguido, la multitud se trasforma inmediatamente”. Pero sin ser tan impúdicamente expresivos, muchos sintieron y sienten lo mismo, y hoy con seguridad se sumergen en el duelo por la muerte de quien además del amante les significó el padre que quizá desearon y no tuvieron. También el vengador de odios y resentimientos que supo desempolvar el cubano.

No se sabe a ciencia cierta por cual razón esta locura erótica desde hace más de seis décadas contagió a cientos de hombres en América Latina, Africa y otras regiones del mundo. Seres que trastocaron su condición humana y se convirtieron en cardumen embelesado por la carnada que Fidel Castro Ruz, a pesar que lideró uno de los episodios políticos más bárbaros y falsos del siglo XX, uso para engolosinarlos.

La vergonzante dedicación y entrega a Fidel Castro de muchos hombres en los diferentes países de Latinoamérica y el mundo, llegó a niveles sin precedentes en la historia contemporánea. Y la pregunta lacerante para la lógica es: ¿qué pasa en este continente, qué pasa en otras latitudes, que hasta su último aliento un hombre senecto y con sobradas pruebas de que todas sus “gestas” y asesorías terminaron en fracasos siguió cautivándolos? Y como ya lo expresamos en el libro, no se puede argumentar que es el uso de terror y el miedo lo que les llevó a entregarse al caudillo caribeño; pues si actos ha sido espontáneos, fueron esos desembolsos afectivos.

Pero con valor preguntémonos, ¿qué hay detrás de este fenómeno? ¿Será que Latinoamérica es una cultura que estatizó en los arquetipos de sus pobladores comportamientos eróticos nefastos mezclados con dependencia, primitivismo, violencia y crueldad? Quizá sea lo que explique porqué es el continente de los dictadores, donde en los últimos dos siglos, si se suma el tiempo que cada uno de ellos ha estado mandando en los diferentes países de la región se llega a más de 500 años de horror… y Fidel Castro es poseedor de poco más de un “honroso” 10% de este tiempo.

Y ahora también debo entender que si fue Hugo Chávez ese milico corrupto y traidor el más provechoso de los erotizados por Fidel Castro, tanto que le entregó Venezuela, sus recursos y el futuro de generaciones hoy sumidas en el horror del hambre y la desesperanza, esto se vio venir cuando la “flor y nata” de una intelectualidad mediocre y carente de principios le declaró en 1989 su entrega total en una oda firmada por 911 erotizados que nunca han tenido contrición de corazón por declarar (y cito) “Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro respeto hacia lo que usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado en favor de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina. En esta hora dramática del Continente, sólo la ceguera ideológica puede negar el lugar que ocupa el proceso que usted representa en la historia de la liberación de nuestros pueblos.”

Y que conste que, para ese año, ya Castro tenía más de 30 años en el poder, ya había fusilado, encarcelado y desterrado a millones de disidentes y convertido a Cuba en su coto particular. Ya Castro había motorizado invasiones y sembrado la guerrilla asesina en Latinoamérica y en Africa había cometido crímenes de lesa humanidad. ¿Y entonces? ¿Será que este desbordamiento de erotismo de cientos de hombres por Fidel no es sino una evidencia más de que ese “loco amor” es la real energía instintiva que sustenta el poder? Pasaron lustros para que esa vergonzante declaración y sus firmantes fueran censurados y criticados públicamente.

Y debo entonces aceptar que el erotismo morboso es la fuerza más efectiva que está detrás de gobernantes, reyes, tiranos, hombres fuertes. ¿O será –como asegura el psiquiatra Luis José Uzcátegui- que esa “inmoralidad necesaria” para mantenerse en el poder de la que habló Maquiavelo en el siglo XVI viene respaldada por una necesidad imperiosa e inconsciente de los poderosos a no perder las sensaciones altamente gratificantes que dejan las relaciones eróticas con sus vasallos?

El sátrapa ha muerto y la lista de sus adoradores es interminable y no la olvido. Son tantos y tantos los lacayos rendidos a sus pies. Tantos que solo nombraré a algunos. Nombraré a Nelson Mandela, Ahmed Ben Bella, Velasco Alvarado, Salvador Allende, Manuel Noriega, Daniel Ortega, Ernesto Cardenal, Felipe González, Juan Carlos de Borbón, Manuel Fraga Iribarne, Carlos Salinas de Gortari, Jesse Jackson, David Rockefeller, Evo Morales, Omar Torrijos, Jean-Bertrand Aristide, Shafik Handal, Hugo Chávez su más generoso enamorado. Barack Obama su “imperial” alcahuete, Jorge Bergoglio, un Papa erotizado, Juan Manuel Santos, su mejor agente secreto en Colombia. Muchos los que en España, en Francia, en Estados Unidos, en Venezuela, Colombia, Nicaragua, El Salvador, México, Brasil, Chile y Argentina pasaron por los “brazos” del hombre oriundo de Birán, pueblito perdido en la geografía oriental de Cuba. Intelectuales -entre muchos, García Márquez y Mario Vargas Llosa- no dejaron de alucinar “poéticamente” por el dictador o hicieron su pasantía erótica “bailando pegado” con el caudillo.

Décadas de maniobras, delaciones, humillaciones, espionaje y todo tipo de erotización convierten a Fidel Castro en el gran destructor y mofador de los políticos, intelectuales y militares en Latinoamérica y algo muy similar lo encontramos en África, donde Castro sembró de cadáveres buena parte del continente negro y en Europa, donde un coro sumiso y erotizado, nada dijo, nada cuestionó y mucho le aplaudió y sigue aplaudiendo…

¿Qué sucedió en tantas mentes que tenemos la obligación de creer lúcidas? Lo que haya sucedido es una vergüenza.

“La autora es una periodista y escritora venezolana.