Inicio EEUU Abel Ferrara:"La corrección política es fruto de una especie de censura"

Abel Ferrara:"La corrección política es fruto de una especie de censura"

Polémico, sin pelos en la lengua, imprevisible, drogadicto, bebedor de la escuela Fante… La trayectoria vital de Abel Ferrara, director y guionista de cine estadounidense, le ha sufragado una apropiada etiqueta de “enfant terrible”, mientras en paralelo conseguía levantar una carrera de cineasta independiente, iconoclasta, insobornable, crudo, con esa imagen de “outsider” palpable desde su propia imagen personal. Con un periplo que arranca en 1976 con la cinta experimental 9 Lives of a Wet Pussy, el neoyorquino ha dejado su impronta grabada en el celuloide con trabajos como Teniente corrupto, El funeral, El rey de Nueva York o The Addiction. Acumulando con ello una retahíla de personajes violentos, trapecistas del lado oscuro, y sumidos, por lo general, en un espiral de autodestrucción. Harvey Keitel en la piel del violento teniente abocado a la adicción, la corrupción y el abuso de poder simboliza el cenit creativo de este director.

A sus 65 años el del Bronx parece haber dejado de alimentar su leyenda negra, aparcando los excesos para abrazar una nueva espiritualidad que lo ha llevado a convertirse al budismo. Alejado también de la viciosa Nueva York – ahora vive instalado en Roma, en la misma plaza que su nuevo actor fetiche, Willem Dafoe -, Ferrara sigue indagando en los impulsos humanos más tenebrosos y retorcidos – Pasolini fue su última incursión -, aunque desde una perspectiva menos apocalíptica.

«Yo no quiero ser corregido, la corrección no me preocupa para nada»

Con esa nueva actitud, y sin ninguna película bajo el brazo, Ferrara fue invitado en calidad de programador por el Festival Curtocircuíto, donde seleccionó una batería de películas que lo han marcado en distintos niveles. Pudimos intercambiar preguntas con su versión más domada.

Se te considera uno de los directores norteamericanos más incorregibles, pero ahora has cumplido 65 años, te has convertido al budismo, y pareces más calmado estos días, ¿tenemos que seguir temiendo a Abel Ferrara?

Tengo 65 años, sí, parece increíble. Cómo cambia una persona, su naturaleza, es una buena pregunta… eso se puede ver en mi cine. Yo no quiero ser corregido, la corrección no me preocupa para nada.

¿Drogas, sexo y rock&roll o drogas, sexo y religión?, ¿qué fórmula es más poderosa?

Me he recuperado del alcohol, me he recuperado de mi drogadicción, al menos hasta hoy… Así que me pregunto qué diferencia hay entre ser un adicto y ser alguien normal… De todos modos no sé por qué hay que limitar todo el espectro de la vida… ¿Qué es el rock&roll?, ¿pura música libre? A lo mejor lo es, no lo sé… El sexo es una fuerza muy poderosa, pero depende de lo que signifique para cada uno…

¿Qué papel juega la religión en tu vida?, ¿estás obsesionado?

No estoy obsesionado con esto… Nací siendo un católico en el Bronx, en un barrio italiano con una iglesia católica, y eso era lo que era, no había nada que preguntarse al respecto, llegas allí con 5 años y no hay nada más que decir. Con los años mi relación con la religión obviamente fue cambiando, y creo más en algo que tiene el hombre vivo, en la fuerza que está dentro de cada uno de nosotros que tiene el poder de cambiarlo todo. De eso trata el Budismo: no es que haya un ojo en el cielo, no es sustituir un dios por otro. Es una filosofía en la que las acciones de cada uno son decisivas: cuanto mejor lo hagamos todo, mejor será el mundo, es muy sencillo, tiene todo el sentido para mí y ha sido clave.

Has sido invitado por el festival Curtocircuíto en calidad de programador con la finalidad de seleccionar algunas películas que ha tenido un impacto en tu cine. ¿Qué películas programaste?, ¿qué tipo de cinematografías y directores podríamos señalar como una influencia en tu obra? 

He tratado de escoger películas que me atrajeron en mi época de estudiante… Películas de Michael Snow, Passolini (La Ricotta), Godard (Tous les garçons s’appellent Patrick), George Lucas (Electronic Labyrinth THX 1138 4EB)… Por ejemplo Standard Time de Michael Snow me parece súper radical… Aunque en ese momento eran películas normales, tengo curiosidad por verlas ahora todas juntas y ver cómo se relacionan con el presente, y me apetece que el público de Curtocircuíto pueda verlo conmigo.

En tu última película pusiste el foco en Pier Paolo Pasolini. ¿Qué te interesó de él?

¿Por qué no iba a estar interesado en Pasolini? Es alguien que fue mucho más que un cineasta: fue un escritor, un crítico, músico, actor, un individuo político… A través de la investigación para la película conocí a la gente que le quería y todo lo contrario, y a mí lo que me enriquece es eso: el proceso, del que por cierto, salí amando a Pasolini aún con más fuerza.

Recientemente parece que cineastas surgidos del circuito indie con un éxito relativo son absorbidos por Hollywood para dirigir blockbusters en su segundo largometraje (pienso por ejemplo en Colin Trevorrow, David Lowery, Gareth Edwards..) ¿Está Hollywood aniquilando el cine indie con esta práctica?

Una buena película lo es sea donde sea: Tombuctú, Hollywood, con mucho dinero o grabado con el móvil… Lo esencial es el compromiso. Mi experiencia personal con Hollywood no fue un lugar positivo, quizás económicamente está bien, pero espiritualmente no. Eso ya depende de cada uno, pero yo personalmente no lo recomendaría. 

En los 80 trabajaste un tiempo en televisión, dirigiendo varios capítulos para Miami Vice (Corrupción en Miami), por ejemplo. ¿Te planteas volver a pisar el medio?

Cada cosa está para lo que está. No les presto atención a esos términos, yo trabajo de forma libre. 

Tengo la sensación (creciente) que nuestra sociedad es cada vez más biempensante y políticamente correcta. ¿Crees que eso también se refleja en el cine?, ¿cómo tu estilo agresivo, irreverente y violento puede encajar con esto?

Hay muchos millones de personas en el mundo y cada uno está haciendo su película… Hay mucha corrección política, que a mí me parece que es fruto de una especie de censura que está presente en todas partes. Y esa censura es la que saca lo más agresivo en el arte, en las obras de este tipo… De todos modos creo que cada persona y cada obra en cada lugar es un mundo aparte.

Existe un rumor en los corrillos del Festival de Sitges que dice que el año que recibiste el premio honorífico, el galardón terminó en la cesta del camarero del Hotel Melià como regalo tras una larga noche etílica, ¿es verdad?

Suena como algo apetecible de hacer. Seguro que ese día estuve bebiendo… Segurísimo. Honestamente, no recuerdo si se lo di al tipo… pero no me extrañaría, porque suelo odiar el llevar ese tipo de premios en la maleta, pasar por el detector de metales y todas esas cosas… De todos modos, si se lo di al camarero seguro que fue porque era un gran tipo.

¿Qué opinión te merece Donald Trump? Después de tu retrato de Dominique Strauss-Kahn, ¿has considerado en llevar a cabo uno del millonario y candidato republicano?

Conozco a Donald, lo cual es muy extraño… Pocas veces conoces personalmente a alguien que podría ser el presidente de los EE UU. Fue en uno de esos actos mediáticos loquísimos cuando lo conocí. Yo creo que son gente pervertida por el sistema, que son un producto, una distorsión salvaje de ellos mismos, algo como de pesadilla… Antes los políticos salían de las propias comunidades, eran elegidos para hacer cosas comunes y todo el mundo confiaba en ellos, quería que los representase; ahora nacen en el puto Washington DC, son una élite, un grupo selecto de políticos, marionetas de una fuerza más poderosa. Definitivamente no son personas escogidas por la gente para la gente. No sé qué decir… yo crecí viendo a Malcolm X, a Robert Kennedy… ellos trabajaban con pasión.

¿Cuál es tu siguiente proyecto?

Estoy trabajando con Willem Dafoe y Nick Cage en una especie de Ulises, una película sobre sueños, un viaje naturalista, tipo Jack London, desde la nieve hasta desiertos… Willem hace de sí mismo… Es difícil resumir un proyecto, ya la veréis. 

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