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Dos preguntas al presidente Obama

(Foto: AFP)

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LA HABANA, Cuba.- 2017 comenzó con un fatal viernes 13. A tan solo una semana de su salida de la Casa Blanca, Obama decidió concluir su fase de deshielo con el gobierno de la isla acudiendo a un gesto que congeló a unos cuantos. La ley de “pies secos y pies mojados”, que dotaba de privilegios especiales a los cubanos que, huyendo del país, alcanzaban las costas norteamericanas, ya no existe.

La medida, acogida con gran entusiasmo por la dirigencia de la isla, se une al cúmulo de concesiones hechas por el mandatario estadounidense durante el proceso de diálogo con el dictador Raúl Castro y, como la mayoría de estas, lejos de beneficiar o promover el empoderamiento del pueblo, viene a agravar la situación interna y a consolidar el régimen comunista imperante.

Si bien es cierto que la derogación de los beneficios no frenará el éxodo —los ejemplos los tenemos bien cerca en los casos de Haití o México—, también lo es que acorralará aún más a aquellos que, desesperados por escapar de la dura realidad que los rodea, no cuentan con recursos ni con la ayuda de familiares en el exterior para emigrar hacia los Estados Unidos de manera legal.

Una vez más, Barack Obama muestra ingenuidad y desconocimiento sobre los verdaderos procesos y medidas que pudieran conducir a una democratización en la isla y regala al gobierno comunista un asidero más en su política de control total de los ciudadanos.

De la engrosada lista de dádivas del mandatario saliente hay que recordar algunas de las más importantes, encabezadas por aquella promesa inicial de cero negociación con las empresas cubanas dirigidas por militares ni con estos, que luego desapareciera de manera misteriosa de los discursos, al punto que, en la actualidad, el total de las negociaciones de empresarios norteamericanos en la isla se realizan con dependencias comerciales del Ministerio de las Fuerzas Armadas cubanas, así como los procesos de exportación e importación entre ambos países son controlados por entidades estatales dirigidas por efectivos castrenses disfrazados de civiles.

Se sabe que las crisis migratorias que afectan a Cuba de manera permanente amenazan con perjudicar los planes de consolidación y crecimiento económico del régimen debido a la disminución de la fuerza de trabajo y el aumento de los gastos en seguridad social y salud para esa parte mayoritaria de la población conformada por personas de la tercera edad. Realidad que pone en perspectiva de complicidad a la nueva medida de Obama y habría que preguntarse si su política ha beneficiado en algo al pueblo cubano.

Sin dudas, no en mucho. Tengamos en cuenta que los pobres cada vez son más pobres mientras que los militares y dirigentes han visto crecer sus salarios y beneficios desde el 2014 a la fecha.

Si la estrategia de Obama hubiese sido acertada e implicara beneficios para los más humildes y oprimidos, a estas alturas del partido hubiera disminuido el flujo de balseros hacia la Florida, en cambio, ha aumentado a niveles comparables con el éxodo del Mariel.

Hasta el momento se pudieran contar con los dedos de una mano el número de cuentapropistas que han logrado contratos directos con empresas norteamericanas y, téngase en cuenta que casi el total de ese sector privado cubano beneficiado está integrado por gente que tiene el visto bueno del gobierno comunista o que de una forma u otra está vinculado a este por las vías más sórdidas.

La reconciliación con el enemigo, lejos de los augurios de los analistas, no reportó crecimiento para la economía cubana sino un saldo negativo que vendrá acompañado de más miseria y desesperanza para los cubanos durante los años venideros. ¿Por qué entonces cerrar las puertas a los más perjudicados? ¿Será temor a que, debido a la crisis financiera y su repercusión en el recrudecimiento de la represión, nuestra migración hacia el norte termine por convertirse en un asunto de la Oficina de Refugiados de las Naciones Unidas?

Quizás, dentro de algunos años, Obama responderá a estas dos preguntas sencillas y a otras más que, como dice una famosa canción cubana sobre las penas que nos matan, son tantas que se atropellan.