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La ‘presidenta’ del armario de Michelle Obama

Cuando en 1961 Jackie Kennedy nombró a Oleg Cassini “secretario de estilo” de la Casa Blanca lo hizo con un relativo sentido del humor: sabía que sus diseños y su asesoría estilística podían ser un arma política. La enorme repercusión de la elegancia de la primera dama de Estados Unidos es de sobra conocida y cambió el sentido de esta figura hasta entonces tendente al segundo plano. Pero lo rompedor acabó creando escuela y la escuela fue diluyendo la originalidad hasta convertirla en previsibilidad, casi conservadurismo. Un estilo que acabó siendo primerdamesco.

La llegada de los Obama a Washington fue rompedora en muchos aspectos, y entre ellos también está la moda. Al contrario que la luego Jackie O. anunciando a Cassini casi con ceremonia de investidura, la todavía primera dama decidió que su estilista fuera uno de sus grandes secretos. Solo en 2011 se supo que la encargada de elegir el celebrado armario de Michelle Obama, con puertas giratorias que despachan ora un Altuzarra, ora un Oscar de la Renta, era una millennial llamada Meredith Koop a la que, como quien dice, se la había traído puesta de su boutique de confianza en Chicago. Y no ha sido hasta ahora, a pocos días de las elecciones presidenciales, cuando esta joven de 35 años nacida en Misuri ha dado su primera entrevista.

Barack y Michelle Obama, vestida de Jason Wu, en el baile de la inaguración de la segunda legislatura de su marido.

Ha sido en las páginas de Harper’s Bazaar donde ha explicado que, desde el principio, querían “romper moldes”. “Señalar diseñadores de procedencias distintas y en diferentes niveles de éxito y notoriedad se convirtió en una parte importante de mi trabajo”, asegura una todavía prudente Koop en esta primera entrevista post Michelle Obama.

Más allá del estilo, de haber sido la mejor carta de presentación o consagración para Jason Wu o Narciso Rodríguez, Michelle Obama creó así un mensaje de dinamismo, de coexistencia pacífica entre las vacas sagradas y los enfant terribles. “Cuando [Michelle Obama] viste un diseñador emergente, crea la sensación de que todo es posible. Esto es algo de lo que la primera dama habla con la gente joven. Lo importante que es perseguir sus sueños y trabajar duro sin importar los obstáculos que surjan en su camino”, añade Koop, que cada mañana llega a la Casa Blanca dispuesta a cumplir agenda y a solventar imprevistos. La propia primera dama le dedica unas palabras de elogio: “Es esencial en la estrategia global de mi despacho y es alguien con la que siempre puedo contar. Me considero afortunada por poder llamarla mi amiga”.

Michelle Obama vestida de Narciso Rodríguez en su último debate del Estado de la Unión. Un vestido que se agotó en las tiendas.

A Wu lo reservó para los bailes de inauguración de las dos legislaturas de Barack Obama, a Rodríguez para su último debate del Estado de la Unión o para la visita a Argentina. Ambos representan ese tapiz americano diverso que ahora Donald Trump quiere deshilachar. Pero también supo que qué mejor que la venezolana Carolina Herrera para la primera visita oficial de un presidente estadounidense en Cuba en casi 90 años o para recibir al papa Francisco. Un Proenza Schouler para su llegada a Madrid, un Christopher Kane en Londres, un Brandon Maxwell en Singapur o una opción quizá más obvia de Kenzo para Japón. “Siempre tenemos en cuenta dónde vamos y los patrones culturales del país. El objetivo es rendir tributo a cada lugar que visitamos, sin perder el espíritu de Estados Unidos”, asegura Koop.

Michelle Obama, vestida de Christian Siriano, en la convención demócrata del pasado julio.

Su último as hasta la fecha fue en la convención demócrata, donde Michelle Obama dio un discurso tan sencillo y directo como el vestido que llevaba: azul, sobrio y certero, diseñado por Christian Siriano. Y ahora, aunque el mundo se pregunta qué pasará si Donald Trump sucede a Barack Obama, la moda se plantea qué pasara si Bill Clinton se convierte en el primer first gentleman de Estados Unidos.