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Alemania sufre, Europa tiembla

Angela Merkel lo cambió todo. Cuando la canciller germana, nacida al otro lado del muro, alcanzó el poder de la primera potencia europea en 2005 la economía alemana emprendió un vertiginoso ascenso hacia la recuperación. Aumentó el crecimiento económico y redujo el desempleo. Bajo las políticas de Merkel, aquella Alemania agonizante que presagiaba un negro futuro de decrepitud para toda Europa alzó orgullosa el vuelo de nuevo.

Sin embargo, tras superar los gastos de la costosa reunificación con la quebrada RDA –la fracasada distopía comunista en el corazón de Europa–, la crisis financiera global y la del euro, Alemania vuelve a renquear presa de la guerra comercial iniciada por Estados Unidos y de los problemas para encontrar personal cualificado. A medida que la Casa Blanca ha ido lanzando sus amenazas arancelarias, han surgido múltiples señales de alarma que auguran un frenazo de la locomotora europea.

Las últimas, las que aluden a la confianza empresarial que bajó nuevamente en julio, porque las empresas están menos satisfechas con su situación actual y son más escépticas respecto a los próximos seis meses y la referente a la menor producción industrial. El Instituto de Investigación Económica alemán (Ifo) ha alertado de que el índice de confianza empresarial en el conjunto de Alemania cayó hasta los 95,7 puntos, desde los 97,5 de junio. «La economía alemana navega por aguas turbulentas», aseguró entonces el presidente del Ifo, Clemens Fuest.

Las luces rojas están por todas partes. La industria germana registró su peor mes de julio en siete años, lo que acerca un poco más a la potencia europea a la temida recesión. El índice de los gestores de compra (PMI) que elabora la consultora Markit y que analiza los sectores manufacturero y de servicios, que en conjunto representan más de dos tercios de la economía, cayó en su lectura provisional a 51,4 desde los 52,6 del mes anterior.

Unos datos que, en su conjunto, provocarán el aumento del desempleo en Alemania durante los próximos tres meses, advirtió el Bundesbank ya que, según el organismo, es probable que la demanda interna continúe apoyando el crecimiento, pero el mercado laboral se resentirá. Por el momento, la tasa germana de desempleo se situó en junio, al igual que en los dos meses anteriores, en el 4,9%, con 2.216.000 personas sin trabajo, 20.000 menos que en mayo, según datos la Agencia federal de Empleo.

Estas cifras que, aunque son la envidia de otros países de la eurozona, esconden un creciente número de trabajos precarios, según datos aportados por la Fundación Hans Böckler. De acuerdo con esta entidad, cerca de cuatro millones de alemanes tienen trabajos sin perspectivas, con salario bajo y un deficiente seguro social. Asimismo, no acaba de desaparecer la brecha económica entre el Este y el Oeste.

Casi treinta años después de la reunificación, el poder económico de las regiones del Este germano está alcanzando «muy lentamente» el nivel de los lander occidentales, más orientados a la exportación. Una circunstancia que se traduce en el Oriente del país con un gran declive en la tasa de natalidad y el éxodo de personas cualificadas.

La locomotora europea ha sucumbido a los problemas que, en su mayoría, provienen del exterior, como el creciente proteccionismo, la inestabilidad de los países emergentes, la posibilidad de un Brexit sin acuerdo y las dudas sobre la solvencia de la endeudada Italia, aunque también apunta ciertas sombras en la evolución interna.

El otro lastre es el déficit de personal cualificado que dada la situación del mercado del mercado laboral –en máximos de personas empleadas y en mínimos de desempleo– encuentra cada vez más difícil ocupar los puestos vacantes.

Pero no han sido los únicos. Según la mayoría de analistas, la recuperación económica mundial ha tocado techo, lo que lleva a una demanda menos dinámica de maquinaria aleman. Al margen de la UE, China es el socio comercial más importante de Alemania y EE UU es su principal destino exportador y de ahí, que la creciente disputa arancelaria entre Washington y Pekín esté afectando también a los exportadores alemanes.

Las arremetidas de Trump contra la industria automovilística europea han lastrado las ventas en EE UU. La inestabilidad generada por la guerra arancelaria y monetaria tampoco ayuda al potente sector exportador germano, que busca como un zahorí nuevos mercados donde colocar sus mercancías.