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Algarrobas por el mundo

Caromic, Carochoc y Torresgum. Son las tres líneas de producto con las que cuenta actualmente la empresa valenciana G. A. Torres (Garrofas y Almendras Torres), y con las que vende a más de 40 países distribuidos entre todos los continentes. Su facturación se sitúa ya entre los 15 y 20 millones de euros al año.

Pero la historia de esta empresa empieza hace tres generaciones, cuando el abuelo de dos de los actuales propietarios, Manuel y Miguel, que dirigen la empresa junto a su madre, Trinidad, empezó a comercializar algarrobas enteras en la localidad valenciana de Manises. Su hijo siguió con el negocio, aunque decidió trasladarse a una zona en la que hubiera más algarrobos, el árbol del que nace este fruto. De esta forma llegó al municipio de Turís, situado también en la provincia de Valencia y donde actualmente la empresa cuenta con sus oficinas centrales.

No solamente continuó con el negocio, sino que innovó y se inició en la industria troceadora, de manera que empezó a comercializar la semilla y la pulpa por separado. Con esta actividad, y aún sin la empresa creada, este emprendedor empezó a vender a otros países, hasta que en el año 1983 se creó la empresa, la actual Gatorres, en manos de los nietos del fundador.

El hijo de Manuel Torres, que lleva su mismo nombre, es la cuarta generación de esta empresa, quien la conducirá en el futuro y que actualmente trabaja ya en la misma, formándose en un oficio que es ya una saga.

En la actualidad, G. A. Torres cuenta con tres fábricas (la troceadora y la de goma están en Turis, y la de harina en Quart de Poblet), una para el fruto entero, otra para la pulpa y otra para la semilla. Aunque la algarroba no sea un fruto muy conocido ni admirado por el gran público, sus usos son múltiples, tanto para consumo animal como humano. Caromic, un producto que se elabora a partir de la pulpa del fruto, es harina de algarroba para consumo animal, mientras que Carochoc se destina al consumo humano.

Por su parte, Torresgum es goma de garrofin que se usa como espesante alimenticio en productos tan habituales como el helado, las sopas, o el queso untable, además de utilizarse en el sector de la cosmética.

De todas manera, explica el futuro heredero de la compañía, se factura mucho el producto destinado a los animales. «Es una cuestión cultural; en Portugal, por ejemplo, se consume mucho la harina de algarroba en alimentos para personas, pero en nuestro país no contamos todavía con esa mentalidad, y es difícil de cambiar».

El abuelo de Manuel ya arrancó la venta a EE UU y Europa, y posteriormente se fue extendiendo al resto de los continentes, aunque lo que más se vende al exterior también es la harina para uso animal.

La empresa ha ido creciendo a pasos agigantados. A partir del año 2010 fue cuando se produjo el impulso definitivo. De contar con una plantilla formada por entre diez y quince trabajadores se ha llegado hoy en día a casi 40. Y el ritmo sigue aumentando. El objetivo principal, tal y como explica Manuel, es asentar la ultima fábrica de goma de garrofín y seguir abriendo nuevas aplicaciones. La investigación y la innovación en este campo es bastante amplia, y los futuros usos de este fruto, todavía por descubrir.