Inicio Actualidad Económica Andrés Oppenheimer: «Si tu trabajo es fácil de explicar, va a desaparecer»

Andrés Oppenheimer: «Si tu trabajo es fácil de explicar, va a desaparecer»

Dos investigadores de Oxford desataron el pánico en 2013 con un estudio que decía lo siguiente: en un plazo de quince años, el 47% de los empleos desaparecerá. A partir de entonces, muchos empezaron a tomar en serio que la robotización va a borrar del mapa a un gran número de trabajadores. Que pasaremos de buscar trabajo a inventarlo. Entre los que despertaron ante el apocalíptico pronóstico está el periodista Andrés Oppenheimer (Buenos Aires, 1951), reputado analista iberoamericano fondeado en EE UU y ganador de un Premio Pulitzer en 1987 por la serie de artículos para el “Miami Herald” que destapó el escándalo Irán-Contra. Oppenheimer quedó impactado con la premonición y dedicó los siguientes cinco años a estudiar cómo va a afectarnos la automatización desde el punto de vista laboral. Fruto de aquella minuciosa investigación nació el libro “¡Sálvese quien pueda!” (Debate), un auténtico tratado sobre Inteligencia Artificial que intenta centrar un debate que muchos Gobiernos están evitando. A los políticos les resulta más rentable a corto plazo hablar de la “amenaza” de la inmigración y otras polémicas estériles que meterse en el barro. Esto es, que la era de la robotización ya ha empezado y que no hemos empezado siquiera a prepararnos para sobrevivir en ella. (Siguiendo la recomendación del autor, esta entrevista ha sido transcrita por un robot que en pocos minutos resolvió el trabajo de varias horas con bastante precisión).

– ¿Nos estamos volviendo un poco paranoicos con la invasión de la Inteligencia Artificial (IA) o la cosa es grave?

-Todas las nuevas tecnologías tienen un periodo latente y, de pronto, se disparan. Pasó con el teléfono móvil y va a ocurrir el año que viene con los coches que se conducen solos. Hay dos motivos que explican esta aceleración. El primero es el precio, cada vez son más baratos. Si en 2010 fabricar un robot industrial en China costaba el equivalente a 5.3 años de sueldo de un trabajador, hace dos años bajó a solo uno. El segundo motivo es que los robots son cada día más inteligentes. Es verdad que existen desde hace 50 años, pero antes eran máquinas individuales y desde hace cinco años están conectados a la nube. Aprenden unos de otros simultáneamente, de sus aciertos y de sus errores.

-¿Qué significa que ya no vamos a tener que buscar trabajo sino inventarlo?

-Cuando yo salí al mercado laboral, mirábamos los anuncios y si había algo interesante te presentabas. Esto es cosa del pasado. Hay estudios que indican que el 70% de la gente en 2030 desempeñará su labor profesional de manera independiente o subcontratada. Y solo quedan once años, está a la vuelta de la esquina. Mucha gente trabaja ya como taxista en Uber o vendiendo productos en ebay o haciendo trabajos de contabilidad a través de plataformas de internet.

-¿Y no cree que esto va a empobrecer al trabajador?

-Veremos. Yo no soy un tecnoutópico ni un tecnopesimista, creo que vamos a ver un cambio profundo, una revolución en cámara lenta que mucha gente no está percibiendo en toda su magnitud. Yo hace cinco años grababa mi programa de televisión con cinco operadores de cámara, ahora no hay ninguno. Todas las cámaras son robots.

-¿Qué trabajos van a sobrevivir?

-Otro experto de Oxford me dijo que los trabajos que más peligran son los más fáciles de explicar. O sea, si tú eres un trabajador en una fábrica y atornillas una pieza 10.000 veces por día, tu trabajo corre serio riesgo. Lo primero que reemplazan los robots son los trabajos sencillos. Ahora, si tú tienes un trabajo difícil de explicar es probablemente porque requiere un alto grado de intuición, de habilidades sociales, de trabajo en equipo.

-¿Usted cree que va a generarse una “clase inútil” como que preconiza Yuval Noah Harari?

-Creo que ese término es un poco exagerado, aunque mucha gente va a dejar de trabajar como lo hace hoy. Esto no tiene que ser negativo, se les puede enfocar a labores más productivas y, sobre todo, socialmente relevantes. Si los robots se vuelven muchísimo más productivos que la gente, los bienes se van a abaratar.

-Pero hay otros productos, como la vivienda, que siempre se encarecen.

-Bueno, pero ¿qué va a pasar cuando el coche que se conduce solo empiece a funcionar masivamente? Antes de lo que creemos habrá mucha gente que ya no le encuentre sentido a vivir apiñada en el centro de la ciudad. Quizá se planteen irse un poco más lejos sabiendo que pueden dormir la siesta o estudiar en el camino. Y esto sí que va a abaratar el precio de la vivienda. El mundo va hacia una automatización del trabajo que va a dejar a mucha gente sin él, pero eso al mismo tiempo puede crear ingresos para establecer un salario básico universal vinculado al trabajo social, no para que se queden en casa viendo Netflix.

-El Fondo Monetario Internacional dice que la automatización es buena para el crecimiento pero mala para la equidad. Eso asusta un poco.

-Ése es el consenso de la mayoría de los economistas, por eso tenemos que empezar a pensar cuanto antes en cómo resolverlo. A corto plazo puede ser muy traumático. Me preocupa que muy pocos estén hablando de esto. España va de elección a elección, yo voy una o dos veces al año y no escucho nada al respecto. Y de América Latina ni hablamos. Pero esto no va a pegar a todos, como personas y como países.

-¿Quién está haciendo los deberes?

-China, de lejos. Son los que están comprando más robots industriales. Para que te hagas una idea de dónde está España: en el mundo se vendieron 388.000 robots industriales el año pasado, de los cuales la mitad fue para China. Alemania compró 22.000, Taiwán 11.000 y España 4.200.

-¿No cree que puede haber un estallido social? Los países en vías de desarrollo van a perder las grandes fábricas porque la mano de obra barata dejará de ser necesaria.

-Es una amenaza real. Igual que en los años 90 y en 2000 hubo un movimiento antiglobalización que hizo mucho ruido pero tuvo poco impacto, en esta década veremos un movimiento antiautomatización. Ya estamos viendo los síntomas. Se ve hasta en las series de televisión como “Black Mirror” o “Years and Years”. La tecnología no tiene el glamour de hace 20 años. Mire cómo trata a la prensa a Mark Zuckerberg o Jeff Bezos. Los grandes de Silicon Valley han dejado de ser héroes.

-Me parece interesante la referencia a que en el siglo XVIII el trabajo no tenía el valor intrínseco que le damos hoy.

-Esa fue una de las cosas que más me llamó la atención. Cuando fui a la Universidad de Ofxord a entrevistar al filósofo sueco Nick Bostrom, éste me dijo con una gran sonrisa que vamos hacia un mundo de desempleados. Le pregunté si era un sádico y a qué venía tanta alegría. Me contestó que en ninguno sitio está escrito que tengamos que trabajar. En la Edad Media los que trabajaban eran los que tenían menos estatus y los que estaban en lo alto de la pirámide social, los aristócratas, no trabajaban. Se dedicaban a tocar el arpa y miraban con total desprecio al resto. Todo esto cambió con la revolución industrial. Las escuelas adoptaron el sistema de educación prusiano para crear gente dócil y dispuesta a ir a trabajar todos los días a la misma hora. Nos empezaron a meter en la cabeza que el trabajo es lo que da sentido y propósito a la vida.

-¿Y usted qué piensa?

-Creo que es posible que algún día empecemos a valorar otras cosas, pero por el momento a la gente como yo, que creció con la idea de que el trabajo es lo que da sentido a la vida, le va a resultar muy difícil cambiar.

-¿Cree que veremos mermada nuestra capacidad intelectual por delegar todo a las máquinas?

-Siempre habrá desafíos intelectuales. No creo que nos convirtamos en un ejército de zombies. Puede ser que vayamos hacia una sociedad más estratificada y quizá algunos pierdan capacidades.

-¿De qué forma está relacionada la llegada masiva de la robotización con el ascenso al poder de populistas como Trump o Bolsonaro?

-Hay una relación muy clara entre el descontento de aquellos que están siendo desplazados y la aparición de gente como Trump que culpa a los inmigrantes de todos sus males. Y eso que el típico migrante mexicano no está trabajando en una fábrica automotriz en Detroit, sino de jardinero o de camarero, haciendo un trabajo que los americanos no quieren. Todo presidente populista necesita un chivo expiatorio y Trump ha elegido a los mexicanos.

-Llama la atención que mientras la tecnología avanza a pasos agigantados, los suicidios aumenten escandalosamente en el primer mundo. ¿De qué forma ahonda la automatización el vacío existencial?

-Creo que sí influye. Como todas las grandes novedades, está avasallando nuestra vida. Mucha gente está tomando medidas individuales para protegerse contra esta invasión tecnológica y muy pronto los países van a hacerlo también. Igual que hicieron con el tabaco, por ejemplo.

-Habla de la figura del profesor de zumba como paradigma del empleo que va a sobrevivir a esta revolución de inteligencia artificial. ¿Por qué?

– Al final del libro cito doce áreas de trabajos que van a prosperar. En primer lugar, todo lo que tenga que ver con la salud y el bienestar. La gente vive cada vez más y existe una mayor necesidad de médicos, psicoanalistas, nutricionistas y, también, de profesores de Zumba. Hoy vivimos el doble de lo que vivíamos hace 200 o 300 años y seguirá aumentando. Siempre hará falta gente de carne y hueso, con empatía.

-Hay gente que prefiere la experiencia de IA en un hotel o un restaurante justamente para no tener que aguantar al camarero.

-Es cierto. Cada vez más gente prefiere pedir la comida por una tableta que perder tiempo levantando la mano. Esto ocurre sobre todo con los jóvenes, que se reservan el contacto humano para el resto de los comensales.

-¿Qué tiene que ver la robotización en la recesión económica que viene? ¿Va a hacer aún más difícil que la superemos?

-Muy buena pregunta. Es un motivo más para empezar a poner este tema en el centro de la agenda política, antes de que nos sorprenda la próxima gran recesión mundial. Excepto China, Japón o Corea del Sur nadie lo está haciendo. Si no nos podemos las pilas, esto va a ser un sálvese quien pueda.

-¿Y por qué no nos estamos poniendo a ello si es tan evidente?

-Lamentablemente, tenemos líderes a los que solo preocupa el corto plazo y la popularidad. El problema es que el medio plazo ya no son 50 años, son cinco.

¿De qué manera se alimenta la IA con nuestros datos?

-Los datos son el petróleo del siglo XXI, es lo que más vale. Cada vez que tú te suscribes algo en Internet y das tus datos a cambio de una aplicación gratuita, en realidad estás regalando tus datos. La empresa que los recibe luego los revende con enormes ganancias. Por eso digo en el libro que no existen productos gratis en Internet; el producto eres tú.