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Así deja Sánchez la economía tras convocar elecciones

Detrás del discurso triunfalista que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha pronunciado esta mañana antes de anunciar la fecha de las elecciones generales hay una realidad económica menos halagüeña en forma de datos. Sánchez deja una España económicamente más débil de lo que la que se encontró. Aunque menos que el de países como Alemania, que apenas avanzó un 0,02% en el cuarto trimestre de 2018, el PIB nacional también está echando el freno y lleva ya un par de trimestres encadenando crecimientos moderados del 0,6% y del 0,7% sin que las medidas adoptadas por el Ejecutivo hayan servido para insuflarle aire. Termómetros como el Índice de Producción Industrial arrojan cifras muy pesimistas, con un retroceso el pasado mes de diciembre del 6,7%, el segundo más alto de Europa solo por detrás del irlandés. El propio Gobierno, en el decreto que aprobó de apoyo a la industria, reconocía que en 2018 “el sector industrial, tanto en magnitud como en empleo, ha moderado su crecimiento en mayor proporción que la economía española en su conjunto”. Las exportaciones, que actuaron como motor y salvavidas de las compañías nacionales en los momentos más delicados de la crisis, también han perdido fuste y, por primera vez desde el año 2009, el ejercicio pasado perdieron peso en el PIB nacional, en el que ahora mismo representan el 34%.

El frenazo de la economía se está trasladando al empleo. En junio, cuando Sánchez llegó a La Moncloa, el paro registrado era de 3,16 millones de personas. En enero escaló hasta los 3,28 millones, lo que significa que hay 123.000 parados más. Las cosas no han ido mejor en cuanto a la creación de empleo. La afiliación a la Seguridad Social a mediados del año pasado era de 19 millones de personas; ahora es de 18,81 millones. Y eso sin que se haya materializado la promesa de Sánchez de modificar las partes que considera más lesivas de la reforma laboral. Una marcha atrás que, según organismos internacionales como el FMI o la OCDE, va en dirección contraria a lo que necesita España.

La deuda y el déficit tampoco han transitado por la senda más adecuada. A pesar de que la Comisión Europea, el FMI, el Banco de España y la AIReF instaron a Sánchez a aprovechar la bonanza económica que encontró para reducir la deuda, sus políticas fueron también en este aspecto por otro lado. Al poco de asumir la cartera de Economía, Nadia Calviño regresó a Bruselas para negociar un incremento del objetivo de déficit del 2,2% al 2,7%. Y lo consiguió, con lo que ello conlleva: a más agujero en las cuentas, más deuda para cubrirlo. Aunque el Ejecutivo prometió reducir el pasivo de las administraciones, hoy mismo el Banco de España ha informado de que se ha situado en 1,17 billones, nuevo récord. Una situación que deja muy expuesta a España ante una subida de tipos que, antes o después, acabará llegando y golpeando al país. Y, tal vez, a todo el mundo, como temen muchos analistas.