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“En nuestra profesión, no podemos dar nada por hecho. No solamente vivimos pendientes de las condiciones meteorológicas, sino que además es imprescindible luchar contra plagas que destruyen las frutas, verduras y hortalizas, o incluso gestionar el uso del agua, según los momentos del año y de la zona geográfica en la que nos ubiquemos. Por eso, es necesario aprender a vivir con la incertidumbre”. 

Raúl Domínguez forma parte de la tercera generación de agricultores, una actividad enormemente arraigada a su familia. De su padre heredó el valor de la disciplina, el trabajo bien hecho y la pasión por la naturaleza y los animales. De su madre, lo imprescindible que resulta dedicar un esfuerzo adicional a organizar cuadrillas, velar por el buen funcionamiento de la cadena de recogida o distribución y mantener todo en perfecto estado. De ambos, obtuvo un conocimiento que le ha sido útil en sus más de 30 años de profesión: solo se quedan quienes puedan competir, tanto en precio como en calidad del producto. 

Una reflexión que resulta un tanto paradójica, sobre todo, después de haber visto cómo algunos vecinos de la zona de la Plana, en Valencia, han tenido que buscar otros horizontes por la falta de rentabilidad del negocio a pesar de la calidad de las frutas y hortalizas que cosechaban. ¿Cómo puede ser que un sector que genera productos básicos para la población no cuente con más facilidades para perdurar en el tiempo?

“Los agricultores, los ganaderos y los profesionales que trabajamos el campo, sabemos que el sector primario es fundamental para la supervivencia de las personas, algo que entraña también una gran responsabilidad. Cualquier error que cometamos puede tener consecuencias desastrosas para nuestro negocio, por un lado, e indirectamente en el consumidor.”

El testimonio de Raúl confirma una realidad bien sabida por la mayoría de nosotros, que rápidamente se diluye cuando entramos a una gran superficie, encontramos los productos que íbamos buscando, los metemos en la cesta de la compra y nos los llevamos. Una cuestión que salpica a ciudadanos, empresas, organizaciones y gobiernos. “Lo más importante es que la gente compre nuestros productos, pero para ello se antoja necesario la ayuda de las instituciones, públicas o privadas, que, a través de políticas comunes, favorezcan el crecimiento de la producción agrícola y ganadera”.

Si bien no lo dice, una de las ayudas a las que hace referencia Raúl es la Política Agraria Común (PAC), gracias a la cual, los agricultores y ganaderos de la Unión Europea reciben una subvención pública enfocada a mejorar la producción, favorecer un suministro estable de alimentos, salvaguardar los intereses del sector agrícola y mantener viva la economía rural llevando a cabo una gestión sostenible de los recursos.

“Este tipo de ayudas son fundamentales, ya que sin ellas, muchos de nosotros habríamos tenido que cerrar. Pero igual de importante es saber cómo tramitarlas, porque en muchas ocasiones nos encontramos con multitud de dificultades para solicitar este tipo de ayudas, lo que hace que la recepción de las mismas se demore en el tiempo.”

Minutos antes de que culmine la puesta de sol y dé paso a la noche, se recogen los bártulos y utensilios de trabajo y se deja todo listo e impecable para el siguiente día.

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