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Cuantificando el Sexismo de los Economistas

De Pedro Rey (@pedroreybiel)

En las últimas semanas hemos visto cómo la industria del cine americano comenzaba a reaccionar ante una cultura  tradicionalmente discriminatoria hacia las mujeres, por no decir directamente de abuso. Imitando a la famosa escena de Casablanca en la que el policía corrupto se escandaliza porque en el Café de Rick haya juego ilegal (mientras cobra sus ganancias), los cineastas de Hollywood comienzan a admitir abiertamente el abuso de poder hacia las mujeres habitual en su industria y empiezan a tomar medidas. De forma similar, aunque haya tenido menor eco en los medios españoles, los economistas académicos hemos tenido también de qué avergonzarnos este verano, a raiz de un estudio escrito por Alice H. Wu, estudiante de de doctorado en Harvard, sobre el trato que reciben las mujeres en nuestra profesión.

Una ventaja de ser economista (algunos dirían que desventaja) es que se nos ocurren formas de obtener datos y escudriñarlos, de manera que se pueda cuantificar algo tan elusivo como un ambiente laboral discriminatorio y hóstil hacia las mujeres. Ante la dificultad de medir los comentarios sexistas, las miradas indiscretas o los contactos «involuntarios», Wu analiza la red online de comentarios Economics Job Market Rumors (EJMR), creada inicialmente como fuente de información interna  para facilitar la contratación de jóvenes académicos,pero que ha terminado convirtiéndose en una página de cotilleos, agresiva y engañosa, amparada en el anonimato de los participantes. Algo así como Pubpeer para otras ciencias… pero mucho más salvaje. La joven economista utiliza técnicas de aprendizaje automático («machine learning») para estudiar, a través de más de un millón de comentarios, las palabras más usadas cuando se hacen comentarios sobre economistas de un género o de otro. El ejercicio y la técnica utilizada son bien sencillos. De hecho, en la misma página EJMR algunos comentaristas critican a Wu, olvidando que el artículo no es más que un (valiente) trabajo de fin de carrera, cuyo valor destapando un problema terminará resultando, para muchos, más relevante que gran parte de la producción académica más convencional. Una prueba de ello es que ha generado editoriales, entre otros muchos, en The New York times o en The Washington Post. Veamos sus resultados.

Las treinta palabras más frecuentes asociadas de forma única a mujeres economistas (por orden y en inglés) son las siguientes (les ahorro la traducción por no ofender, y por ser casi inmediata):

«hotter, lesbian, baby, sexism, tits, anal, marrying, feminazi, slut, hot, vagina, boobs, pregnant, pregnancy, cute, marry, levy, gorgeous, horny, crush, beautiful, secretary, dump, shopping, date, nonprofit, intentions, sexy, dated y prostitute

Respecto a los hombres economistas, las treinta palabras que más aparecen son, o bien neutras o tienen mucho más que ver con el prestigio y el perfil profesional:

«juicy, keys, adviser, bully, prepare, fought, wharton, austrian, fieckers, homo, genes, e7ee, mathematician, advisor, burning, pricing, philly, band, kfc, nobel, cmt, amusing, greatest, textbook, goals, irate, roof, pointing, episode y tries«.

Los resultados son suficientemente escandalosos para que algunos hayan llegado a sugerir que EJMR debe ser cerrado o, al menos, no financiado con publicidad. Aunque por supuesto que un foro anónimo de internet puede no ser completamente representativo de la profesión de economista académico, se trata de la página que la gran mayoría de estudiantes de doctorado consultan para informarse cada año sobre los departamentos a los que van a dar seminarios para que les contraten. Además, incluso aunque las opiniones aquí vertidas provinieran de una minoría especialmente ruidosa, es suficiente para crear un ambiente hostil hacia las mujeres en la profesión. Más de una economista estaría legitimada a plantearse el entrar o seguir en este profesión, cuando lo que probablemente necesitemos es una proporción mayor de mujeres para que tengamos una orientación más equilibrada. A este estudio se une además evidencia reciente sobre el menor crédito que reciben las mujeres al trabajar con coautores (Sarsons 2017), el mayor tiempo que se tarda en evaluar los artículos científicos escritos por mujeres (Hengel 2016) o la mayor probabilidad de que una mujer acabe ejerciendo tareas administrativas en su departamento que no cuentan para su promoción (Babcock et al 2017). No obstante, el problema no es único de los economistas. Simplemente a una de nosotros se le ha ocurrido una forma de medirlo en un ambiente donde el anonimato permite que la discriminación pueda expresarse sin temor a repercusiones y además queda grabada.

Desde luego, nos queda mucho por avanzar, en el entorno académico y en muchos otros. Iniciativas como las de las actrices de Hollywood que han salido a denunciar abusos y artículos como el de Wu, mostrando evidencia contundente sobre la existencia de un problema, son un paso importante. Tanto que, según estaba terminando de escribir esta entrada, la American Eonomic Association ha decidido, a raiz de la polémica suscitada con este trabajo, condenar explícitamente las actitudes «misóginas, racistas, homófobas, antisemitas y otros comportamientos que dañan a la profesión». Además, creará un comité que emitirá un informe en enero sobre la cuestión y ha comenzado a debatir la forma de crear un foro de discusión interna en la profesión que informe de manera veraz a los candidatos del mercado de trabajo, pero sin las barbaridades que se producen hasta ahora en EJMR. !No está mal para un trabajo de licenciatura!

Pedro Rey Biel

Pedro Rey Biel

Doctor en Economía por University College London (2005). Actualmente es Investigador Ramón y Cajal del Departamento de Economía e Historia Económica de la Universitat Autònoma de Barcelona. Profesor afiliado de la Barcelona GSE y Research Fellow de MOVE. Sus campos de Investigación son: economía del comportamiento y economía experimental, diseño de instituciones, incentivos, Economía de la Salud.