Inicio Actualidad Económica Democracia local: avances, oportunidades y limitaciones (Entrevista a Ángel Calle)

Democracia local: avances, oportunidades y limitaciones (Entrevista a Ángel Calle)

FUHEM-Ecosocial (José Bellver)

Angel Calle Collado es profesor de Sociología en la Universidad de Córdoba (en el Instituto de Sociología y Estudios Campesinos). Sus intereses de investigación espacian de la agroecología política, a la sustentabilidad, los bienes comunes y los nuevos movimientos globales. Forma parte de Comunaria.net, espacio dedicado a la investigación aplicada en bienes comunes y del grupo motor de La Red de Investigación y Apoyo Municipalista (REDINAM) cuyo ámbito de trabajo gira alrededor de los avances y los retos del muncipalismo, y en particular de candidaturas con acento local y municipalista, en los diferentes territorios.

José Bellver (JB): «Democracia local y participación ciudadana» es una de las expresiones de mayor fortuna en la actualidad, ¿a qué crees que es debido? ¿Qué denota y en qué se ha materializado tras el ascenso de los nuevos municipalismos?

Angel Calle (AC): Creo que se debe a dos movimientos. Uno que entronca con la idea de democracias fuertes, de participar directamente, de deliberar, de autogobierno (autores como Barber o Castoriadis nos hablaron de ello). No es en realidad una idea, es una práctica, que surge en los sesenta como contestación de lo gris y autoritarios que resultan los grandes sistemas capitalistas y del socialismo “real” del siglo pasado. Al calor de este empuje social, hay lo que diríamos un intento de “recuperar” y “descafeinar”. El Banco Mundial habla de participación porque así habla de “sociedad civil” y no habla de Estado, por ejemplo. Los nuevos municipalismos, obviamente, beben de la primera corriente. Beben, pero provienen de las bases municipalistas, que en este país agrupa al movimiento anarquista y libertario, a las prácticas de los comunales o a las corrientes marxistas de matriz más movimentista y autónoma. Hoy, con la desafección política que reina entre la ciudadanía,los nuevos municipalismos son también una opción para una gente que siente que ha perdido control de sus vidas, de lo que se llaman sus instituciones, y necesita respuestas y mecanismos más palpables de participación, de pensar su ciudad, pueblo o territorio.

JB: Existen opiniones distintas en cuanto a si la democracia local y la participación ciudadana suponen actualmente una realidad o una aspiración, ¿cómo valorarías el alcance de los cambios sucedidos? En tu opinión, ¿cuáles serían los principales obstáculos que dificultan la materialización de dicha participación?

AC: De realidad poco. No decidimos ni nos dejan decidir sobre el sistema bancario, sobre Goldman Sachs y sobre la escalada militarista. Y cuando se supone que son instituciones propias, como el Tribunal Constitucional, pues vemos que la vivienda no es un derecho pero defender a los bancos sí debe ser un privilegio. Y por abajo, ya está la Ley Montoro como ilustración de cómo cortarle alas al aproximarse hacia instituciones más próximas a la gente.

JB: Al mismo tiempo, el contexto de una globalización que incrementa las interdependencias y reduce la autonomía dificulta el gobierno de lo local, ¿qué margen de maniobra realmente existe para la democracia local?

AC: Existe poco margen. Lo que existe es voluntad de confirmar que nuestra cotidianidad está construida de democracias invisibilizadas: lazos y afinidades que pretenden darnos apoyo, cuidado y que tienen componentes y formas de participación a partir de experiencias y situaciones concretas. Pero como se avecina un cambio de régimen por la menor disponibilidad de energía fósil, veremos qué ocurre en una deslocalización forzosa, si genera dinámicas por abajo o se impone como régimen feudal reactualizado.

JB: En el plano institucional, ¿qué competencias habría que reclamar para incrementar el margen de acción de los gobiernos municipales? ¿Qué tipo de Estado es coherente, por otra parte, con una democracia de carácter local?

AC: Con la abolición de la Ley Montoro, la incorporación de un tercio del presupuesto general estatal como insumo local, y el fomento de marcos (formales o no) que aviven las redes más pegadas al territorio (economías locales o soberanías alimentarias), ya haríamos mucho. El Estado sería en ese caso un paraguas para tratar temas de igualdad, libertad y relocalización forzosa para que no suponga aún más una barbarie.

JB: En los últimos años, y tal vez como respuesta al debilitamiento de las capacidades de las administraciones públicas, han florecido todo tipo de iniciativas colectivas que, desde fuera de las instituciones, buscan soluciones alternativas cuando no encuentran las respuestas institucionales adecuadas. ¿En qué medida esto podría sentar las bases para avanzar en procesos de coproducción de políticas urbanas? ¿Cómo debería articularse lo público, lo privado y lo común en el ámbito de la ciudad?

AC: Ufff… recomiendo la lectura de Rebeldías en común…1

JB: Si ponemos el foco en las experiencias que conocemos en la esfera local, ¿hasta qué punto se están dando avances en el desarrollo de dinámicas participativas en el Estado español? ¿Qué herramientas y mecanismos institucionales habría que promover para favorecer el desarrollo de una democracia impulsada desde lo local?

AC: Bueno, estamos viendo un crecimiento exponencial de redes agroecológicas, de gente apuntada a cooperativas de producción energética, de mujeres visibilizando sus lazos de solidaridad y políticos… desde el 2000 para acá, desde la crítica de la globalización hasta el 15M, pasando por una crisis que en 2008 es más que palpable…

JB: ¿En qué medida existe un apoyo mutuo entre las diversas iniciativas, institucionales o no, en la actualidad?

AC: El Estado español se caracteriza más por culturas locales con articulación como proyecto secundario, no es Brasil, no es Francia. Pero la necesidad obliga. Y la crisis, el auge de formas autoritarias y el descontento no canalizable ni resoluble estrictamente en el marco de instituciones modernas, podrá hacer el resto, al menos ayudar a que soplen más vientos desde abajo.

JB: Los nuevos municipalismos parecen ser el reflejo de la novedad de un “movimiento ciudadanista” en ascensión. Hay quien ve en ello la ilusión de que el remedio contra los males del capitalismo pasa únicamente por activar una ciudadanía que profundice la democracia en lo local a partir del manejo de las instituciones ya existentes. ¿Qué opinión te merece el “ciudadanismo”? ¿Dónde quedan, bajo esta expresión, las clases sociales y cualesquiera otras formas de estratificación social?

AC: Bueno yo hablaría de ascenso de una política con miras en las instituciones locales. El municipalismo habla también de radicalizar la democracia, no sólo abrir las ventanas de la existente república. El “ciudadanismo” es más bien una fabricación cultural que entronca con la tradición republicana de abrir puertas, de la democracia participativa. Y yo lo veo como un movimiento positivo, necesario. Pero no la base del empuje social. El empuje social, aquello que construye sentidos colectivos de emancipación se basa en prácticas con autonomía de la gente, a través de afinidades y a la procura de satisfacer necesidades concretas. Estas afinidades no sólo buscan y se asientan en un sentir local. Ahí se entronca y se anudan con otros ejes de desigualdad que se rechazan, que se combaten. Es decir, no existe una democracia fuerte si los ejes de desigualdad clásicos (poder socioeconómico, poder político, patriarcado) no forman parte de lo que se democratiza en el camino.

Notas

[1] Comunaria, Rebeldías en común. Sobre comunales, nuevos comunes y economías cooperativistas, Libros en Acción, 2017.

Aceso a la entrevista (PDF)

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