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El Brexit y la batalla por el Big Data y por la democracia

Hace unos días,  el diario irlandés The Irish Times escribía sobre el incremento de británicos que están pidiendo el pasaporte irlandés y aseguraba que en el Gobierno británico ya se reconoce que el Brexit dañará al pueblo británico. Aseguraba que su objetivo en las negociaciones con la UE ya no es otro que limitarlo al menor posible.

Que el Brexit es un error parece que lo piensan no solo todos esos británicos con origen irlandés que quieren seguir permaneciendo en la UE, sino también los escoceses que apoyan a su Gobierno pidiendo un segundo referéndum de independencia, o los numerosos jóvenes que ven truncadas sus esperanzas de movilidad a lo largo de la UE y que posiblemente se hayan criado en una cultura más europea que la tradición cultural británica -que siempre ha visto a Europa como un vecino continental-, con la que apelaron a las emociones los partidarios del Brexit. Y también es posible que comiencen a ver que el Brexit es un error todas las personas que habían sido especialmente vapuleadas por la austeridad y que mostraron su descontento apuntando al blanco equivocado, votando por abandonar una UE que, aunque se empecina en las políticas pro-austeridad, aún conserva algo de la antigua Europa social que los recientes gobiernos británicos abandonaron.

Recorte en gasto social

Aunque ya estaba previsto por el Gobierno de David Cameron, el Gobierno de May del Brexit ha sido el que ha puesto en marcha un recorte en el gasto social que acaba de entrar en vigor a principios de abril y que se estima mandará a un cuarto de millón de niñas y niños a la pobreza. Con las nuevas normas, una familia cuyo tercer hijo haya nacido antes del 6 de abril de 2017 podría llegar a percibir del Estado, hasta que éste cumpla 18 años, unas 50.000 libras más que otra familia cuyo hijo haya nacido un día después de esta fecha. Y mientras que la viudo/a e hijos/as de una persona que muriese antes de esa fecha tendrían acceso a un ingreso social hasta que la o el menor de los hijos terminase su educación, calculado en torno a los 20 años, con los recortes de May solo lo recibirían durante 18 meses que aunque con mensualidades algo superiores, no compensan en absoluto la pérdida de ingresos de esas familias. De tal magnitud son los recortes del Gobierno pro-Brexit.

Pero eso son realidades, hechos, que ahora no importan porque hay personas y corporaciones que persiguen intereses poco democráticos que trabajan para que la verdad no cuente, como tampoco los ideales de igualdad y justicia. Personas muy poderosas que vienen apostando muy fuerte para que la realidad y su percepción fiel no entorpezca en ningún caso los intereses que quieren defender. En los últimos tiempos han invertido montañas de dinero y los grandes conocimientos sobre Inteligencia Artificial que dominan para que los resultados electorales a ambas partes del Atlántico hayan sido justamente los que mejor les convenían para montar lo que llaman “Platform Democracy”. Donde el Gobierno –léase compañía- se reserva el derecho a cambiar el acuerdo con el usuario en cualquier momento.

El control del Big Data

De hecho, ya se están dictando leyes que permiten a quienes puedan y sepan usar el Big Data un mayor control de la población y por tanto, interferir en los resultados electorales. El senado de EE.UU acaba de aprobar una ley que permite a las compañías de telecomunicación vender nuestros historiales. En nuestros me gusta, nuestras llamadas o nuestros clicks están nuestros contactos, nuestros deseos, nuestro pensamiento, se puede saber qué nos emociona o qué nos indigna. Por eso que se libra una batalla por el control del Big Data que por ahora están ganando una serie de personas y corporaciones que están usando la IA y la comunicación de la posverdad para que amplias capas de la población se identifiquen con valores fuertemente conservadores.

El empresario Arron Banks fue uno de los hombres que recibió Donald Trump en la Trump Tower tres días después de ser elegido presidente, y llama a esta batalla la revolución permanente porque para él no tiene marcha atrás. El fundó la plataforma Leave.EU y fue el mayor donante de la campaña por el Brexit y no oculta que lo que busca es cambiar completamente la política tal y como la conocemos. Para ello, se dedica a combatir a lo que llama la élite política –en realidad, los representantes elegidos del pueblo- mediante el sitio Westmonsters -jugando con la palabra Westmister, sede del Parlamento británico y la palabra monsters, monstruos-, y la élite de la comunicación, atacando a los medios de comunicación convencionales para limitar el poder de la propia democracia representativa. No en vano es un gran admirador de Putin. En el sentido de que  Putin es un hombre que mira por los intereses de su propio país y para Banks es imposible gobernar ese país con una democracia pura. Esta afirmación no lo convierte precisamente en un defensor de la democracia.

Banks lo dice sin rodeos, el Brexit era una guerra y la ganamos. La ganaron financiando un movimiento Leave.EU que al no ser un partido político pudo escapar de los controles que existen en Gran Bretaña para donar dinero a los partidos. Él donó 7 millones de libras, casi tanto como los 13,5 millones de dólares que su socio Robert Mercer donó para la campaña de Trump, convirtiéndose en el más importante donante individual del actual presidente norteamericano. Banks, que es el director de más de cuarenta compañías casi todas instaladas patrióticamente en paraísos fiscales, incluido Gilbraltar, creó un movimiento patriótico como Leave. EU también offshore.

La guerra la ganaron, sobre todo, con el uso del Big Data, las redes y el control de la información. Otro “colega” de Banks y a la postre asesor principal de Trump, Steve Bannon, fundó Breitbart London en 2014. Un sitio de noticias que ya funcionaba en Estados Unidos financiado precisamente por Robert Mercer. Y éste mismo formaba parte de la élite de científicos que trabajó para IBM en los años ochenta del siglo pasado en el desarrollo de la Inteligencia Artificial y que posteriormente amasó una gran fortuna construyendo los algoritmos para los mercados financieros que han ayudado enormemente a la financierización de la economía. Conocimiento y fortuna que desde hace unos años ha puesto al servicio de la política, de una forma “cultural”, conservadora y poco democrática de entender esa política.

Su empresa Cambridge Analytica trabajó tanto para la campaña de Trump como para la del Brexit poniendo los algoritmos al servicio de la manipulación informativa. Esa empresa tenía el perfil bio-psico-social de 220 millones de votantes estadounidenses, entendiendo, y luego usando sus emociones e intereses, para diseñar información ad hoc que le permitía llegar a ellos de la manera más efectiva para sus intereses, que no eran otros que la victoria de Trump. De esa manera, se está empezando a conseguir una manipulación de la información de manera masiva –la posverdad-, pero también de manera individualizada,dependiendo del perfil de cada uno o cada una.

Los grupos de investigación en Big Data aseguran que con 150 “me gusta” los algoritmos te pueden conocer mejor que tu pareja, y con 300, son capaces de conocerte mejor que tú mismo. Es por ello que, si el uso de esa información no se regula buscando el interés general y no el particular, como está ocurriendo ahora, se puede llegar a un auténtico control absoluto de la mente y el comportamiento humano. De hecho, la experta en propaganda en la nueva era digital, Emma Briant, explica que compañías como Cambridge Analytica llevan años intentando y parece que consiguiendo, cambiar el comportamiento y las creencias de grupos de población, al amplificar determinadas narrativas políticas que curiosamente coinciden con propuestas de extrema derecha.

Se ha demostrado, por ejemplo, que los resultados de algunas búsquedas en Google están dominados por sitios de extrema derecha y no por los grandes medios de comunicación –independientemente de que algunos también sean de extrema derecha-, especializados en la creación y difusión de la posverdad. Todo ello requiere organización, conocimiento de IA y dinero para poder comprar esa información. Como dijo Arron Banks en una entrevista en TheGuardian, “We know everything about everyone”, sabemos todo de todos, y “we buy everything”, lo compramos todo.

La revolución neoliberal y la hiperglobalización financiera han creado unos supermillonarios que no contentos con controlar en gran medida los Gobiernos para que le hagan una regulación a medida de sus intereses, ahora también quieren controlar la mente y las emociones de las personas como una manera de legitimar la Platform Democracy que quieren imponer.

Por ello que es necesario que participemos realmente y no solo a través de las redes en lo público, en lo común, en la política, para poder afianzar nuestros sistemas democráticos y, sobre todo, avanzar en democracia económica para evitar que haya individuos y corporaciones con tanto poder.

Igualmente, es necesario que regulemos para el bien común el uso del Big Data y que exijamos a nuestros Gobiernos que las compañías no puedan vender alegremente nuestra información personal y privada. Y finalmente, también es fundamental invertir en ciencia desde lo público, de manera que los avances que se produzcan en Inteligencia Artificial sirvan para mejorar las condiciones de vida de las personas, y avanzar en igualdad y libertad en todos los pueblos del mundo. Ahora estamos poniendo en pocas manos el control de todos y de todo. Efectivamente, suena como una guerra. Y lo es.

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