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El cerdito del ahorro ya no suena

El ahorro es la herramienta tradicional de las familias que permite disponer de un colchón financiero para amortiguar situaciones inesperadas de gastos, como puede ser una enfermedad o una reparación de avería, o caída de ingresos como puede ser un despido. Esta práctica, permite garantizar la estabilidad económica del hogar mientras se resuelven los problemas que originan dichos imprevistos, además de que proporciona una sensación de tranquilidad emocional ya que las personas que se sienten protegidas.

En España, frente a otros países con mayor propensión al consumo, el ahorro siempre ha sido algo cultural en lo que hemos sido educados por nuestros padres y abuelos, porque ahorrando se puede intentar asegurar un futuro más próspero, además de afrontar los retos económicos por los que todos transitamos durante nuestra vida. La elevada tasa de paro que nos acompaña desde hace años junto a la precariedad laboral, también nos condiciona hacia el ahorro por precaución. De igual forma, ahorramos para alcanzar metas aspiracionales a largo plazo, ya sea comprar un coche, la vivienda, unas vacaciones, emprender un negocio, la universidad en el extranjero de los hijos y muchas otras cosas que representan nuestros sueños a futuro.

Sin embargo, la elevada inflación persistente, en especial de los productos y servicios básicos, junto con la fuerte subida de tipos de interés que ha supuesto un notable incremento en las cuotas hipotecarias, está deteriorando la solvencia de las familias, lo que lleva a que 3 de cada 4 hogares vivan al día, con unos ingresos que difícilmente cubren los gastos cotidianos y sus necesidades básicas. Aún peor, algunos hogares, ni siquiera llegan con sus ingresos y deben tirar del colchón de ahorro acumulado con mucho esfuerzo y durante mucho tiempo.

Tiempos complicados para las familias españolas que, lejos de pretender ser cigarras, ni siquiera pueden aspirar a ser hormigas, lo que indudablemente está afectando al consumo que está compensado, en parte, por el elevado gasto público que nos endeuda cada vez más. Todo ello, tiene su impacto en el crecimiento del PIB que podría perder fuelle, tras el verano. Aunque no existen soluciones mágicas a corto plazo, bajar impuestos podría aliviar la situación, dando oxígeno a las familias, si bien, la clave está en aumentar los salarios de forma sostenible en el tiempo, algo que pasa por mejorar la productividad de nuestra economía, mayores niveles de industrialización y reforzar nuestro tejido empresarial, pero eso lleva tiempo. Mientras tanto, la hucha de cerdito sigue vaciándose y cada vez que la agitamos suena menos.