Inicio Actualidad Económica El juez, el nacionalismo catalán y Curzio Malaparte

El juez, el nacionalismo catalán y Curzio Malaparte

Más allá de la verosimilitud o no de sus palabras, el discurso del exsenador y juez suspendido Santiago Vidal pone en evidencia al nacionalismo catalán. Una suerte de espejo que refleja el sentir del nacionalismo catalán. Y, también, sus malas artes disfrazadas –Artur Mas dixit- de «astucia».

Si Santiago Vidal habla de cometer ilegalidades en beneficio del «proceso», si distingue entre afectos y desafectos al «proceso» y al Régimen, si sus intenciones implican una clara vulneración de los derechos del individuo y el ciudadano, si ese es el modus operandi que reflejan las palabras de Santiago Vidal, ¿acaso no se percibe algo parecido en un nacionalismo catalán que incumple las resoluciones de los Altos Tribunales, alude a la legitimidad para incumplir la legalidad, distingue el «Nosotros» del «Ellos», toma el nombre de la democracia en vano u oculta las llamadas leyes de transitoriedad y lo que convenga?

Artur Mas: «Tenemos que engañar al Estado». Y añade: «David no venció a Goliat porque fuese más fuerte, sino porque era muy astuto y hábil». No se equivoquen: las palabras no son de Santiago Vidal, sino de Artur Mas. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? En cualquier caso, son así. Unos demócratas de pura cepa.

Demócratas que se superan a sí mismos. Ahí está Joan Canadell, del Cercle Català de Negocis, hablando también de la base de datos: «alguien tendría que hacer una base de datos con los que hoy insultan a los catalanes. No sea que cuando seamos independientes vengan a buscar trabajo». La Cataluña integradora, sí señor. Ni Santiago Vidal llega tan lejos.

Por cierto, ¿alguien paró los pies a Santiago Vidal y su proyecto de crear una República Catalana al modo y manera de la República Democrática Alemana? No. Algunos, incluso, le reían las gracias y lo colocaron como cabeza de lista por ERC en las elecciones al Senado. Hay más: Santiago Vidal fue contratado como personal no eventual de la Consejería de Justicia de la Generalitat. Señoras y señores, así son las puertas giratorias del nacionalismo catalán. ¿Quiénes le contrataron? Los que aseguran que el ex solo pretendía transmitir fe e ilusión a la parroquia nacionalista. ¡País!

Y, ¿qué decir de la Hoja de ruta 2014-2015 de una Asamblea Nacional Catalana (ANC) que, por la brava, señalaba la necesidad de «control de las grandes infraestructuras y fronteras –puertos, aeropuertos-, la seguridad pública, las comunicaciones, etc.» A la ANC le ríen las gracias. También, cuando promueve -¿por qué medios?- la llamada «Vía catalana hacia la Hacienda propia». Santiago Vidal probablemente tiene precedentes.

Para seguir con las gracias del «proceso», no podemos olvidarnos de Jordi Turull –presidente el grupo parlamentario de Junts pel Sí- cuando asegura que, en caso de conflicto, los Mossos desobedecerán al Estado y obedecerán las órdenes de una Generalitat insumisa. Tampoco hay que olvidar a Lluís Salvadó, secretario de Hacienda de la Generalitat que, ni corto ni perezoso, advierte que «si alguien considera que Cataluña puede llegar a ser independiente sin saltarse la Constitución española, que nos lo explique». Un Lluís Salvadó –otro demócrata de pura cepa- que está «construyendo una base de datos fiscales», porque el Estado «no nos la dará en un pendrive».

Con estos mimbres, ¿Santiago Vidal es o no es uno de los nuestros (o sea, de los suyos)? Pues, sí. ¿Y del presupuesto oculto para sufragar el «proceso» del que habla el ex juez? Miren, la Generalitat camufla, en los Presupuestos, casi seis millones de euros para el referéndum. A los que se debería añadir los cerca de cien millones destinados para la Agencia Tributaria Catalana. Santiago Vidal, ¿es o no es de los suyos? Un espejo, decía antes.

Santiago Vidal es un espejo que desagrada e incomoda al nacionalismo catalán. En él se reflejada una imagen que no gusta, no conviene o delata. La respuesta: se exige la dimisión de Santiago Vidal. Y dimite «para no ser un obstáculo para el `proceso´». De hecho, el «pecado» de Santiago Vidal es su torpeza manifiesta al revelar el secreto rupturista del «proceso».

El exsenador y exjuez ha jugado el papel –ahí reside el problema- de portavoz accidental –subliminal, podríamos decir- de un Régimen que mantiene unas pésimas relaciones con la democracia y el Estado de derecho.

La Revolución de la sonrisa es la Reacción de un populismo castizo –de buen origen y casta- que tiene la mala costumbre de señalar la línea correcta bajo amenaza de exclusión.

Y ahí está, como telón de fondo, Curzio Malaparte y su Técnicas del golpe de Estado (1931) que toma cuerpo gracias «a mil técnicos». Por cierto, Curzio Malaparte es también autor de un libro titulado Kaputt.

Miquel Porta Perales es autor de Totalismo. La obra la presentó este sábado en Madrid en el Instituto Juan de Mariana