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El misterioso caso de la inflación desaparecida


Un elemento central de la macroeconomía está envejeciendo deprisa. Se trata de la hipótesis de la tasa natural de paro. Pronto cumplirá 50 años, ya que su nacimiento se asocia con la Presidential Address de la American Economic Association pronunciado por Milton Friedman en la noche del 29 de Diciembre de 1967 en Washington D.C. Ha sido (y todavía es) una de las teorías de mayor impacto y relevancia en la conducción de las políticas monetaria y fiscal (y también en el arte de la predicción económica).

Los orígenes,…

Posteriormente desarrollada también por Edmund Phelps, la hipótesis de la tasa natural de paro se originó como una critica frontal a la idea keynesiana de que las políticas de demanda pueden conseguir que se alcance cualquier tasa de paro, por baja que esta sea (ilusión que todavía sobrevive, por ejemplo, en las elucubraciones disparatadas de la llamada “teoría monetaria moderna”). El soporte empírico de la idea keynesiana era la famosa curva de Phillips, que entonces se interpretaba como “menú” de política económica. La crítica de Friedman-Phelps era simple y se basaba en dos postulados: i) la tasa de paro disminuye solo cuando se producen aumentos no esperados de la inflación, y ii) todo aumento de la inflación se traduce en aumento de la inflación esperada. Estos dos postulados tienen dos corolarios inmediatos: i) para reducir la tasa de paro serían necesarios incrementos no esperados de la tasa de inflación, que requieren aceleraciones de los precios cada vez mayores, y ii) existe una tasa de paro coherente con una tasa de inflación constante: la NAIRU (acrónimo de tasa de paro no aceleradora de la inflación, en inglés). Cuando la tasa registrada de paro es menor (mayor) que la NAIRU, la tasa de inflación debería aumentar (disminuir).

En su infancia, a la teoría de la tasa natural de paro le fue muy bien. Los shocks de oferta (aumentos de los precios del petróleo) que causaron las crisis económicas de los años setenta y ochenta del siglo pasado, sirvieron para confirmar la idea de que la relación negativa entre las tasas de paro e inflación postulada por la curva de Phillips era bastante más compleja, dependía de las expectativas y, en ningún caso, constituía un menú de política económica. En aquellos tiempos se acuñó el término de estanflación, con el que se denomina a coexistencia de altas tasas de paro y de inflación. Pronto los hechos dieron la razón a los teóricos y la búsqueda de la tasa natural de paro se convirtió en una industria a la que macroeconomistas académicos e instituciones económicas nacionales e internacionales dedicaron (y todavía dedican) notables esfuerzos.

Cuando llegó a su etapa adulta, ante la evidencia de que la tasa natural de paro parecía muy diferente por países y periodos, surgieron numerosos pretendientes a la explicación de los factores que la determinaban. Por ejemplo, en algunas entradas anteriores nos hemos referido a la relación entre tasa natural de paro e instituciones laborales (la más reciente, aquí).

los misterios de la senectud…

Pero ahora, cercana a la tercera edad, a la teoría de la tasa natural de paro se le empiezan a notar los achaques. El primero se hizo evidente durante la crisis, cuando ante una reducción de la actividad económica de magnitudes desconocidas desde la Gran Depresión, las tasas de inflación de la mayoría de los países se mantuvieron en niveles superiores a los que dicha teoría implicaba. La ausencia de deflación (inflación negativa) sorprendió a la mayoría de los analistas seguidores de la coyuntura (con modelos macroeconómicos al uso o sin ellos) que anticipaban un ajuste mayor de salarios y precios. Ahora, cuando la recuperación se sostiene y sigue ganado impulso, lo que quita el sueño a muchos macroeconomistas, entre ellos los que trabajan para instituciones económicas nacionales e internacionales, es la ausencia de crecimientos de salarios y de precios de mayor magnitud. Cómo y por qué se ha desvanecido la relación convencional entre crecimiento salarial y de los precios, por una parte, y la tasa de paro, por otra, se ha convertido en uno de los misterios que los macroeconomistas tratan de resolver y que causan ansiedad a los responsables de las políticas macroeconómicas.

Para resolver este misterio, hay dos vías de razonamiento. Una es mantener la teoría de la tasa natural de paro y culpar del misterio de la inflación desaparecida a errores de medición (algo, por otra parte, habitual entre los economistas cuando no encuentran explicación a observaciones del mundo real). Por ejemplo, podría ser que las tasas de paro medidas por las encuestas de población activa subestimen la disponibilidad de mano de obra (sobre medidas alternativas de utilización de la fuerza de trabajo, Floren nos ha mantenido bien informados). También podría ser que las estimaciones de la NAIRU que continuamente realizan los organismos económicos sean superiores a la tasa natural, algo que sería compatible con la apreciación de que las reformas laborales de los últimos tiempos han tenido éxito en su intento de favorecer la devaluación salarial. En ambos casos, las presiones inflacionistas se mantendrían apaciguadas y serían coherentes con la evolución de la brecha de desempleo (la diferencia entre la tasa de paro observada y la tasa natural de paro).

Sin embargo, esta parece ser una vía sin salida. ¿Por qué ahora las medidas convencionales de la tasa de paro habrían de subestimar la disponibilidad de fuerza de trabajo en mayor medida que en el pasado? ¿Por qué la reducción de la tasa natural de paro y la desaparición de las presiones inflacionistas habrían de producirse en todos los países, tanto en los han abordado reformas laborales como en los que no; en los que tienen tasas de paro elevadas y en los que las tienen por debajo del 5%?

La segunda vía de resolución del misterioso caso de la inflación desaparecida consiste en descartar la hipótesis de la tasa natural y buscar un paradigma alternativo. Este nuevo paradigma debería construirse sobre dos observaciones que parecen muy relevantes: i) la globalización, las nuevas tecnologías y los cambios estructurales en la economía (el aumento del sector servicios, la economía gig y la colaborativa, etc,) han cambiado la manera en que se fijan los precios y, por tanto, cómo se determinan los salarios, y ii) las políticas macroeconómicas, constreñidas por los bajos tipos de interés y los elevados niveles de deuda y condicionadas por los cambios demográficos y un bajo crecimiento de la productividad, son cada vez menos eficaces a la hora de generar inflación.

y ¿la expiración?

Es una coincidencia afortunada que la próxima Presidential Address de la American Economic Association esté a cargo de Olivier Blanchard, uno de los macroeconomistas que más y mejor han entendido, desarrollado y utilizado el concepto de tasa natural de paro. Si Vd. querido lector tuviera la (mala) suerte de estar en Filadelfia el próximo 5 de enero, podría escuchar en vivo y en directo sus ideas y apreciaciones sobre si debemos jubilar, enterrar o conservar (¿en hibernación?) la teoría de la tasa natural de paro (el título de su conferencia promete: “Should we reject the natural rate hypothesis?”) . Y el día siguiente, si su (mala) suerte continuara, podría escuchar, también en vivo y en directo, su Presidential Address ante la American Economic Association, que, como la de Milton Friedman, es susceptible de marcar otro hito en la historia de la macroeconomía. Si no tiene esa (mala) suerte, permanezca atento a la pantalla. Sea lo que sea, se lo contaremos en Nada es Gratis.

Juan Francisco Jimeno

Juan Francisco Jimeno

Doctor en Economía por MIT, 1990. Ha sido profesor en varias universidades españolas y extranjeras, investigador en FEDEA hasta 2004 y en la actualidad trabaja en la Dirección General de Economía y Estadística del Banco de España. Es autor de numerosos artículos de investigación y de libros sobre macroeconomía y economía laboral, investigador asociado al CEPR y a IZA y editor del IZA Journal of Labor Policy.