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Empezamos una nueva crisis económica cuando uno de los grandes problemas de la anterior está sin resolver: el ahorro de las familias

A pesar de que con la crisis la tasa de ahorro de los hogares españoles se haya disparado hasta el 14,8%, algo propio de etapas de contracción económica, lo cierto es que España, en contextos normales, se ha caracterizado por un serio problema por una tasa de ahorro especialmente baja.

Si tomamos los datos al finalizar 2019, la tasa de ahorro se situaba en el 6,27%, cerca del mínimo histórico marcado en 2018 (5,6%). Comparados con Europa, en la Eurozona la tasa era del 12,61%, por lo que queda patente el problema del bajo ahorro de las familias españolas. En contraste, Alemania lidera el ahorro con una tasa del 18,68% seguido por Suecia (18,12%), Austria y Holanda (15,3%).

Desde una mirada keynesiana podríamos pensar que carece de relevancia un bajo nivel de ahorro y que, incluso, lo deseable es una tasa de ahorro baja. Al fin y al cabo, el grueso de los consumidores están ayudando a mantener la demanda interna e impulsar el crecimiento económico. Este aumento del gasto ayuda a diversos indicadores macroeconómicos, como el empleo.

Siguiendo con esa óptica, con un aumento en la tasa de ahorro veríamos un menor gasto de los consumidores, y esto podría conducir a una fuerte desaceleración de la economía, lo que llevaría a un efecto multiplicador negativo, y un aumento del desempleo y un menor crecimiento.

Pero muchas veces la teoría no se adapta bien a la realidad y una tasa de ahorro baja es de todo menos positiva para cualquier sociedad.

Si partimos de una tasa de ahorro estructuralmnete baja significa que las familias españolas no pueden ahorrar, que asumen una sobrecarga de los gastos a los que se incluye atender a los prestamos solicitados. También significa que los hogares serán más vulnerables a cualquier shock venidero del lado de la demanda. No es de sorprender que la economía española haya liderado el hundimiento económico entre los países desarrollados, simplemente no estábamos preparados.

Un ahorro más bajo significa que se canalizará un grado menor de fondos para financiar la inversión. La economía española se ha caracterizado por un débil crecimiento de la productividad, por lo que se hace necesario más inversión para ponernos al día con los nuevos desarrollos en tecnología, automatización y tendencias económicas cambiantes.

Durante las últimas décadas, el aumento de la productividad total de los factores, que mide la eficiencia con la que se utilizan los factores productivos, ha sido notablemente escaso en nuestro país, e incluso mostró tasas de crecimiento negativas durante buena parte de la primera década del siglo XXI. Así, en España ha crecido en los 20 últimos años aproximadamente un 0,2% anualizado.

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España debe revertir la situación. Un incremento de la productividad viene cuando se promueven altas tasa de ahorro que conduce a la inversión, que aumenta el stock de capital (incluyendo el capital humano) y la producción resultante. De este modo, se consiguen los fundamentos para impulsar mayores salarios.