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La antigravedad del bitcoin (I): Planteamiento inicial

La Paradoja de Kaldor

Este es el primer artículo correspondiente a la serie “La antigravedad del bitcoin” donde, con el objetivo de ofrecer visiones alternativas, analizaremos el surgimiento de la criptomoneda, su evolución y dinámica, e indagaremos en el papel futuro que puede tener en la economía.

Planteamiento inicial

En el momento actual, el bitcoin es lo que podríamos denominar una moneda de tránsito. Los individuos obtienen rentas nominadas en dólares o en otras monedas convencionales, compran con ellas bitcoins, los retienen o los utilizan para realizar transacciones y quienes las reciben, aunque pueden también retenerlos provisionalmente, acabarán convirtiéndolos de nuevo en dólares para acudir con ellos al mercado. Este esquema se justifica porque no existe de forma generalizada ni percepción de rentas en bitcoins ni bienes y servicios cuyos precios estén fijados en esta moneda.

Con este punto de partida, la evolución del precio del bitcoin en dólares, que es determinado por las decisiones de los agentes económicos y, a su vez, determina estas decisiones, es la variable fundamental para entender el papel que juega –y predecir el que va a jugar en el futuro– en las economías actuales.

Una opinión muy difundida es que el comportamiento del bitcoin se ajusta a la evolución típica de una burbuja especulativa y que su rápido ascenso tendrá un abrupto final. Nuestra posición sobre este punto es que el bitcoin no se comporta como lo hacen las burbujas especulativas clásicas. En concreto, que el proceso especulativo, que es la principal causa de su fulminante crecimiento, no activa, como sucede en estas burbujas, un mecanismo interno que acaba provocando el colapso.

Esta idea sobre el futuro de su cotización es menos pesimista que la que difunden los augures del desastre y más pesimista, respecto a la importancia de su papel futuro en las economías de mercado, que las que proclaman sus entusiastas defensores. En efecto, un crecimiento rápido y continuo del precio del bitcoin en dólares lo incapacita para que instrumente de forma satisfactoria las tareas que una moneda debe cumplir en una economía de mercado.

La explicación que sigue, improvisada y provisional, ha eludido de forma premeditada adentrarse en la complejidad de los procesos criptográficos e informáticos de su generación y funcionamiento. Única justificación: la ignorancia del que esto escribe. De lo que no se sabe es mejor callar.

Para nosotros, el bitcoin es una moneda virtual que se “emite” a un ritmo decreciente –que acabará haciéndose nulo– y que ofrece ciertas ventajas respecto a las monedas convencionales, permitiendo transacciones opacas, ausencia de intermediarios, rapidez, seguridad, etc. Razonaremos aceptando que estas características van a mantenerse en el futuro.

Algunos datos

El bitcoin es una moneda digital, una nueva forma de dinero, creada en 2008 por un personaje anónimo cuyo seudónimo es Satoshi Nakamoto.

Como el dinero normal, el bitcoin es un bien capaz de cumplir tres funciones básicas: unidad de cuenta, medio de pago y depósito de valor. Pero es una forma especial de dinero por las siguientes razones:

  1. Su oferta máxima está limitada a 21 millones de bitcoins y su ritmo de crecimiento lo regula un algoritmo diseñado por su creador en 2009. Esto implica que sus poseedores no tienen que sufrir las posibles pérdidas de valor o rentabilidad inevitables con dinero normal como resultado de los aumentos o disminuciones de su cantidad que lleva a cabo el banco central para cumplir –suponemos– sus objetivos de política económica.
  2. Es dinero creado al margen de los poderes públicos, una forma de dinero desnacionalizada.
  3. Es una forma de dinero que no cuenta con un sustrato material. Su valor no se computa por el peso de una determinada cantidad de un metal –oro o plata– ni por una inscripción en una moneda o billete acuñados por el Estado o por el saldo en una cuenta bancaria. Es un dinero digital y su valor se determina por anotaciones contables en sistemas informáticos.
  4. Es una moneda que permite realizar transacciones sin que exista un intermediario que las avale. Cualquier archivo informático es un bien no rival. La información que contiene puede transmitirse de forma ilimitada sin que el transmisor deba renunciar a su uso; por ejemplo, una grabación musical, un libro electrónico. Pero el dinero debe ser un bien rival porque permite adquirir los bienes normales que son bienes rivales. Debe excluirse la posibilidad del doble pago. Lograr que, siendo un dinero digital, sea, sin embargo, un bien rival es uno de los retos que debía resolver, y que ha resuelto, el Solución que se logra sin que haya un intermediario (un banco) que garantice su uso único.
  5. Es una moneda opaca que garantiza en grado elevado el anonimato de los transactores que la utilizan.

La cantidad máxima de bitcoins que el sistema permite es de 21 millones, de los cuales en el momento presente quedan menos de 5 millones por emitir. De los el bitcoins en circulación, aproximadamente 1 millón fueron retenidos por su fundador, Satoshi Nakamoto, en los primeros tiempos de su existencia.

La propiedad de los bitcoins existentes está muy concentrada. Según Bloomberg, aproximadamente mil personas controlan el 40% de todos los bitcoins emitidos, cien personas poseen el 17% del mercado. La mayoría de estos poseedores los han mantenido durante años porque creen fervientemente en su valor futuro.

Existen indicios de que las compras de bitcoins en el momento presente responden predominantemente a motivos especulativos, es decir, se adquieren para retenerlos, esperando su revalorización más que como medio para financiar transacciones. Como dato que podría confirmar esto, el precio del bitcoin subió más del 1.000% el año pasado y, sin embargo, el número de transacciones en bitcoins en ese período ha crecido solo entre un 25% y un 33%. Claro que la cifra relevante no parece que deba ser el número de transacciones sino más bien su cuantía, y su cuantía expresada en dólares. Según una encuesta realizada en Twitter entre compradores de bitcoins, el 72% de 79 encuestados respondieron que compraban porque las subidas que esperaban convertían su adquisición en “una buena inversión”.

Para hacernos una idea de la dimensión económica del bitcoin diremos que equivale apenas al 5% del mercado del oro que, a su vez, supone menos del 1% del mercado de renta variable mundial.

A principios de octubre de 2017, la capitalización del mercado de bitcoins ascendió a 72.000 millones de dólares, Ethereum, la segunda criptomoneda alcanzó los 28.000 millones y Ripple se sitúa en tercer lugar con 9.000 millones.

La cotización inicial del bitcoin en 2008 fue 1 bitcoin = 1 centavo de dólar. En octubre de 2010 su valor era de 5 centavos. El 9 de febrero de 2011 alcanzó la paridad con el dólar. Al final de 2013 su valor llegó a 1.242 dólares, superando al valor de una onza de oro, que en ese momento se compraba por 1.240 dólares. Este “adelantamiento” permitió a muchos comentaristas calificar el bitcoin como oro digital. Su valor más alto, alcanzado en diciembre de 2017, ha sido de 19.000 dólares. En el momento presente, su valor ronda los 8.500 dólares después de una profunda corrección, que se produjo a principios de febrero.

Para algunos autores, como el profesor de Harvard Kenneth Rogoff, el valor del bitcoin es cercano a cero; para algún otro analista, está destinado a valer en un futuro no muy lejano 50.000 dólares. Tamañas discrepancias anuncian descomunales errores que analizaremos en esta serie de artículos dedicados a la criptomoneda.

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Luis Alberto Alonso (Profesor de la Universidad Complutense de Madrid).

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