Inicio Actualidad Económica La antigravedad del bitcoin (VIII): Nueva visita a la cooperativa

La antigravedad del bitcoin (VIII): Nueva visita a la cooperativa

La Paradoja de Kaldor

“¿Se hacen ricos los miembros fundadores de la cooperativa?” Con esta pregunta comencé la entrevista a uno de sus ex-miembros conocido como autor de notables relatos de ciencia ficción, saboreando una de esas cervezas artesanas que están ahora de moda en Madrid.

“Para responderte a esta pregunta aclaremos antes algunos puntos”, comenzó:

“Cuando se funda la cooperativa y se repartieron los babycoins ninguno de sus miembros resultó beneficiado porque, aunque cada babycoin recibido incorpora un derecho para quien lo recibe sobre los otros miembros, los recibidos por éstos comportan un derecho frente a él.

Se supone que cuando un miembro del grupo de los veteranos abandona la cooperativa tiene que devolver la misma cantidad de babycoins que recibió. Si la abandonase habiendo gastado todos sus babycoins se iría con la ventaja de haber recibido más cuidados de otros miembros que los que él prestó. Abandonar la mesa de juego cuando se va ganando no resulta elegante.

Sin embargo, cuando ingresa un miembro nuevo en la cooperativa, si –como  se estableció al fundarla, no recibe babycoins y tiene que obtenerlos comprándolos con dólares o bien prestando cuidados iniciales antes de recibirlos– parece razonable  que, cuando la abandone, lo haga habiendo gastado todos sus babycoins, lo que garantiza también que ha prestado y recibido cuidados en la misma medida.

Pero el efecto que produce su entrada de reducir el precio de la noche en babycoins, beneficiando a los veteranos –que mantienen sus babycoinsiniciales o  bien los han vendido por dólares–, se convertirá en el efecto contrario cuando la abandonen. Es decir, que el efecto neto positivo sobre los veteranos del ingreso de un nuevo miembro se compensa con un efecto inverso e igual cuando la abandona.

Por tanto, podríamos decir que el enriquecimiento de los veteranos por el aflujo de nuevos miembros es provisional o, lo que es lo mismo, que el patrimonio o capital colectivo de los veteranos solo crece mientras está creciendo el número de miembros nuevos y que, cuando algún día se disuelva la cooperativa, su riqueza final será idéntica a la inicial. Su beneficio a lo largo de la vida de la cooperativa habrá sido cero.

Efectivamente, al abandonar la cooperativa, la demanda de cuidados de los nuevos miembros para agotar sus babycoins habrá elevado el precio de la noche y los veteranos deberán prestar más cuidados de los que reciben o comprar con dólares los babycoins que vendieron para recuperar la reserva deseada –medida en noches de cuidado– según los nuevos precios de ésta en babycoins.”

Llegados a este punto no pudo resistirse a hacer extrapolaciones sobre el tema del bitcoin. Quizás saborear las cervezas de moda incita a hablar de los temas de moda.

“Pueden transponerse estas consideraciones sobre la cooperativa al mundo paralelo del bitcoin. Los primeros poseedores de bitcoins experimentaron un aumento de riqueza porque la elevación del precio del bitcoin en dólares les permitía financiar con menos bitcoins las mismas transacciones en dólares y vender el resto.

Toda incorporación de un nuevo miembro  al club de los poseedores de bitcoins incrementa la riqueza en dólares de los ya existentes. Y todo incremento del fondo de bitcoins para especular, retirando éstos de la financiación de transacciones, provoca el mismo efecto que la llegada de nuevos miembros, es decir, elevar su precio en dólares.

Y cuando sus expectativas de crecimiento del precio del bitcoin les inducen a retenerlos –a retirarlos de la circulación– están provocando las subidas del precio que anticiparon. Las expectativas generan realidad, se autocumplen, en este caso como en tantos otros del mundo de la economía, son el helio que infla el globo, la cavorita que anula la gravedad.

Este proceso se producirá de forma simétrica si se reduce el número de agentes que desean poseer bitcoins o si sus expectativas se hiciesen bajistas. Si en este caso se llevase hasta el final la estampida de vendedores que se desataría, el bitcoin acabaría valiendo lo que empezó valiendo: un centavo de dólar. Claro que para que esto suceda tendría que cumplirse la improbable condición de que poseer bitcoins no suponga ninguna ventaja para nadie.”

Resultó demasiado duro para él continuar su discurso sin exhibir de pasada alguna conclusión paradójica:

“Nada es más disuasorio de las operaciones opacas, no correctas, que una rápida elevación del precio en dólares de las criptomonedas que podrían instrumentarlas. Es decir, que las dos normas que yo sugeriría para una política antidroga, por ejemplo, deberían ser: 1) Impidan que el tráfico se lleve a cabo pagado con monedas convencionales. Actúen como lo hacían hasta ahora. 2) Garanticen, apoyen un crecimiento el precio en dólares de las criptomonedas suficiente para convertir en no ventajosas las operaciones no correctas que podrían vehicular.”

Antes de que mi cerebro, algodonado por la cerveza, pudiese formular alguna objeción su fluidez verbal comenzó a transitar por otros cauces y el resto de las preguntas, cuidadosamente preparadas, de mi entrevista quedó para mejor ocasión.

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Luis Alberto Alonso (Profesor de la Universidad Complutense de Madrid).

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