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Merkel y la falsa leyenda del milagro económico alemán

El Salto

Esa cultura de la estabilidad alemana es una constelación de creencias sobre el funcionamiento de la macroeconomía que fueron promovidas por la maquinaria de propaganda del Estado alemán. Este modelo económico, también llamado modelo social de mercado, se estableció sobre una serie de mentiras. La historia económica alemana aplicada para mantener en pie tal cultura es falsa, aunque muy popular, ya que a grandes rasgos encaja bien con los programas culturales de sumisión y obediencia propios de regímenes cristianos, capitalistas e incluso imperiales, como en el caso alemán.

Como toda mitología fantástica, la alemana tiene sus propios dioses, hazañas, héroes, demonios y, sobre todo, su propio fervor religioso. El principal héroe de tal mitología fantástica es el Bundesbank, el banco central alemán. Jacques Delors describió bien los sentimientos alemanes respecto al banco cuando afirmaba que “no todos los alemanes creen en Dios, pero todos creen en el Bundesbank”.

El Bundesbank es el guardián del pilar que mantiene en pie el orden alemán: la estabilidad de precios. Un guardián que protege al pueblo de su principal demonio: la hiperinflación. La leyenda dice que ese demonio apareció dos veces en una misma generación y llevó el país al desastre. También cuenta que ese guardián ha sido un fiel protector de la nación alemana, gracias a que ha sido independiente y ha estado fuera del alcance de las bajas pasiones gastosas de los Gobiernos. Ante la fuerza de esta mitología, es importante compararla con la historia real de la económica alemana.

En realidad, la historia alemana de la primera mitad del siglo XX es simétrica respecto a las crisis de precios: Alemania vivió una hiperinflación grave, en 1922 y 1923, y posteriormente pasó por un periodo de deflación durante la Gran Depresión, de1929 a 1933. Como nos cuenta Jörg Bibow, no hubo una segunda hiperinflación entre 1950 y 1951, sino un proceso inflacionario propio de un compromiso redistributivo del gobierno de Adenauer en la Alemania Federal, en un contexto de devastación material y humana. La versión que caló es que Alemania solo pasó por la calamidad y el desorden de la hiperinflación.

Para entender el otro mito, la independencia del Bundesbank, cabe explicar que su antecesor en los años de entreguerras, el Reichsbank, era de hecho un banco independiente, lo que significa que la hiperinflación de la República de Weimar, así como la deflación de la Gran Depresión, sucedieron bajo su mandato y gestión.

Esto debería demostrar que un banco central independiente no es garantía de nada. Los bancos centrales controlados democráticamente no generan mayores niveles de inflación, ni tampoco menor credibilidad política frente al resto de agentes económicos. De hecho, actualmente, es la era de los bancos centrales independientes del poder democrático, pero no del poder económico privado, y ya hemos visto cuál ha sido el resultado con la crisis iniciada en 2007.

Continuando con la leyenda, el Bundesbank es el antecesor del Bank deutscher Länder (BdL), establecido por los aliados en marzo de 1948. Este banco se había beneficiado de las medidas de inversión y de gasto puestas en marcha para iniciar la reconstrucción. Aquello pasó a llamarse el ‘milagro alemán’, ganándose una reputación que nada tenía que ver con su política monetaria. Hasta 1951, el banco estuvo bajo el control de las fuerzas de ocupación aliadas. Las fuerzas políticas alemanas se oponían firmemente a que fuera independiente, y el padre del modelo económico alemán, el ordoliberal y líder de la Escuela de Friburgo, Walter Eucken, se opuso firmemente a que este fuera independiente, hecho que la leyenda no recoge. Fue la influencia estadounidense la que hizo que finalmente el Bundesbank continuará siendo un banco independiente después de su constitución en 1957.

Las hazañas del ordoliberalismo alemán son otro mito importante. El neoliberalismo germánico está basado teóricamente en el ordoliberalismo, un corriente que afirma que el mercado es una obra de arte y un producto de la civilización, a diferencia de los neoliberales anglosajones y austriacos, que defienden que forma parte de la naturaleza más primara del ser humano. La principal suerte del ordoliberalismo fue su asociación con el ferviente defensor del mercado Ludwig Erhard, ministro de asuntos económicos en el primer gobierno federal de Adenauer y padre del ‘milagro alemán’. Sin embargo, la leyenda de Erhard y su milagro no relatan los enormes estímulos externos que supusieron el programa “Government Aid and Relief in Occupied Areas”, ni el Plan Marshall (1948-52), ni la reducción por parte de los aliados del 50% de la deuda externa alemana en la Conferencia de Londres en 1952. Tampoco menciona que se benefició de la gran necesidad de sus vecinos europeos, que también iniciaban su reconstrucción después de la guerra, de importar maquinaria, en la cual la economía alemana estaba especializada.

En la cultura de la estabilidad también hay un lugar para el miedo a la deuda. De la misma forma que con la hiperinflación, Alemania sufre un miedo al déficit y al endeudamiento. La humillación y abuso originados por el tratado de Versailles, y la emergencia del régimen nazi, son dos hechos que están conectados causalmente en el imaginario popular alemán. Sin embargo, de nuevo, como con la inflación, la leyenda popular omite que Alemania pasó por experiencias simétricas en relación a la deuda. En la primera fue maltratada por la Entente, en especial por Francia, que derrotó a Alemania en la Primera Guerra Mundial y le impuso severas cargas financieras que acabaron por arruinarla. Sin embargo, la Alemania Federal también se benefició de un trato de favor por parte de los aliados al finalizar la Segunda Guerra Mundial, por lo que la lección experimentada en sus propias carnes debería ser que las políticas económicas flexibles aplicadas a los países deudores pueden ser más beneficiosas para el propio país que políticas agresivamente usureras. Ni el gobierno ni la mayoría del pueblo alemán parecen poder sacar tales conclusiones e intentar aplicarlas al caso actual de Grecia y el resto de países de la periferia europea.

Finalmente, cabe referirse a la obsesión anti-keynesiana que se opone a cualquier papel de la política fiscal en una recesión. La leyenda alemana dice que la economía crece gracias a la credibilidad y la estabilidad de la economía, y la robustez de su moneda. Ello requiere que no se realicen políticas fiscales expansivas que puedan generar inflación y debilitar el valor de la moneda. Por tanto, según esta leyenda, la austeridad, la contención en el gasto y en los salarios generan crecimiento. Esta explicación esconde que en realidad Alemania ha basado su crecimiento en las exportaciones, y en una balanza comercial permanentemente positiva desde hace décadas.

Un país solo puede tener la balanza fiscal equilibrada permanentemente si el sector exterior sustituye la función expansiva del sector público en momentos en que el sector privado doméstico no actúa de motor. Si ningún sector, ni el público ni el exterior, asumieran el papel dinamizador en momentos de recesión, la economía se colapsaría. En Alemania, sin embargo, este hecho se obvia flagrantemente. De hecho en la actualidad el gobierno alemán predica el ‘cero negro’, o sea el déficit cero permanente, que ha incorporado en su legislación y también a los tratados europeos, extendiendo la locura acientífica de la austeridad a toda Europa. Su economía se ha convertido en una anomalía histórica de capitalismo: el sector público se mantiene en equilibrio fiscal, el sector empresarial es ahorrador neto y también lo son los hogares. Todo el dinamismo recae sobre el sector exterior, el cual contribuye con aproximadamente del 9% del PIB con el correspondiente enorme superávit comercial. Este recurrente y gran superávit es el origen de las crisis de deuda en los estados periféricos de la eurozona. Es muy relevante entender que la balanzas comerciales en el mundo suman cero, por lo que si unos países tienen balanzas positivas otros deben tenerlas negativas. Crear un relato de superioridad moral de la nación alemana entorno a sus balanzas comerciales es un tema enormemente tramposo y peligrosamente narcisista. No todas las naciones pueden ser exportadoras, es contablemente imposible.

Alemania ha gozado de niveles de crecimiento altos a pesar de su obsesión con el déficit cero, gracias a que se ha dedicado a realizar dumping salarial con sus socios desde los años 50, devaluando su economía y favoreciendo así a su sector exportador. Su comportamiento político ha provocado numerosos problemas macroeconómicos de gran escala, entre los cuales están las tensiones que contribuyeron a acabar con el sistema de Bretton Woods, numerosas crisis dentro del Sistema Monetario Europeo, entre las que está la que provocó el abandono del keynesianismo en Francia en 1983 y el giro de rigor de Mitterrand, que supuso la implantación total de la doctrina económica neoliberal en Europa y el abandono del keynesianismo. También fue responsable de la creación defectuosa del euro, y su actuación durante y después de su puesta en funcionamiento, realizando reformas para contener los salarios e imponiendo austeridad en Alemania y en Europa, nos llevaron a la crisis del euro y a su prolongación respectivamente.

La doctrina económica de Merkel y Schäuble es la herencia y la suma de todas estas mentiras y tergiversaciones, que permiten que la economía alemana domine de forma predatoria al resto de estados en Europa, siendo esto agravado además por un discurso moralista y de superioridad nacional, y para algunos extremistas e incluso étnica. En estas circunstancias los estados miembros de la Eurozona deben decidir sobre sus opciones estratégicas para salir del yugo económico alemán: la primera opción es modificar la mitología económica alemana luchando para que en Alemania se recuperen las nociones básicas de macroeconomía del último siglo; la segunda opción es asimilar como propia la mitología falaz alemana, centrada en la austeridad y en cómo las rebajas salariales y el mercado harán que nuestras condiciones de vida mejoren, cruzando los dedos para ser del restringido club de Estados con una balanza comercial positiva; y la tercera es perseguir la consecución de mayores grados de flexibilidad macroeconómica planteando una posible ruptura con la Unión Monetaria Europea y un rechazo del Tratado de Estabilidad y Crecimiento, que es su columna vertebral. Respecto a la primera opción, observen los resultados de las elecciones alemanas de domingo. Respecto a la segunda, piensen que el gobierno Rajoy ya está teniendo relativo éxito en replicar el modelo alemán, aunque la mayoría no lo note. A partir de ahí, elijan ustedes mismos.

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Sergi Cutillas, Economista e investigador, miembro de la cooperativa especializada en economía Ekona y organizador del evento “Alemania y Europa en la encrucijada” que se celebrará el 27 y 28 de septiembre de 2017.

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