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Monarquía vs República, ventajas y desventajas de cada sistema

Los sistemas de gobierno que integran monarquías están representados en hasta 44 países en los que debemos incluir los 16 reinos en los que la Reina Isabel II todavía tiene el papel de jefe de estado, como es el caso de canadá, aunque ello no suponga que Canadá ceda soberanía al reino unido si no se trata más bien de un papel simbólico en actos oficiales.

Existen muchos tipos de monarquías. Tenemos las protagonizadas en Oriente Medio donde los monarcas son a su vez los jefes de estado. En las monarquías del el Asia Oriental tienen un papel más bien religioso. Y en las monarquías europeas se apoyan con sistemas parlamentarios que no ofrecen un poder político real pero sí una representación institucional.

Pero las monarquías tienden a estar cuestionadas ya que no nacen por sufragio universal en contraposición a las repúblicas, por ello, existe un debate profundo sobre esta cuestión y nos planteamos las ventajas y desventajas de ambas formas de gobierno.

El papel de jefe del Estado

En las monarquías el rey, como jefe de estado, tiende a ofrecer un papel más imparcial ajeno a las disputas políticas. Por el lado de las repúblicas, vemos a muchos partidos políticos que compiten por el control de los escalones más altos del poder político.

En consecuencia, en las repúblicas con varios partidos políticos, la figura del presidente representaría los intereses de una parte muy reducida de la población y puede degenerar en disputas serias en las que se empujan entre sí para acabar obteniendo ventajas políticas.

Puede considerarse de dudosa legitimidad que el cargo de jefe de estado venga por herencia. Pero el apellido en forma de dinastía no solo lo tenemos en las monarquías, en Estados Unidos familias como los Bush o los Clinton han estado en la primera línea política al paso de los años. Incluso, el diseño del sistema electoral puede suponer que el partido con más votos no sea necesariamente el que termine gobernando u obtenga mayor representación.

Más allá de la institución, desde el punto de vista del monarca, en ciertos países cuentan con ventajas fiscales. En las repúblicas las desgravaciones fiscales son limitadas y los beneficiarios de las monarquías de Suecia y España tampoco tienen privilegios fiscales.

Sin embargo, tales beneficios fiscales existen en Bélgica, Noruega, Holanda, Luxemburgo y Dinamarca. Algunos miembros de la familia real británica están exentos de impuestos, aunque han renunciado voluntariamente a estos privilegios.

Si hablamos puramente de las asignaciones, en las repúblicas se hace una asignación solo al Presidente. Encontramos que en Holanda, el sistema se limita al monarca reinante y al príncipe heredero, con la posibilidad de asignaciones al antiguo monarca y a su cónyuge. En esa línea y, en cierta medida, comparten sistemas con Noruega y en Luxemburgo. Se reserva una suma global para la familia real tanto en Suecia como en España. Bélgica y Dinamarca utilizan un sistema de asignaciones más generoso y amplio porque todos los hijos del jefe de estado tienen derecho a una asignación.

La complejidad de la comparativa de costes

En Europa, las monarquías más caras las podemos encontrar en Noruega, Holanda y el Reino Unido con un coste alrededor de 40 millones de euros. El resto de monarquías -Suecia, Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo y España- soportan costes inferiores a los 15 millones de euros.

Las Repúblicas cuentan con presupuestos más generosos. Alemania sufraga un coste de 25 millones que podría estar en la medida de las monarquías europeas, pero Francia e Italia disparan la media con costes vinculados de 228 y 113 millones de euros.

Esos presupuestos están diseñados para afrontar las retribuciones, cuotas y prestaciones sociales del personal, gastos de funcionamiento, gastos de protocolo y de representación.

A pesar de todo, cometeríamos un grave error si comparamos los costes oficiales del sistema de República en Francia (113 millones de euros) frente a la monarquía española (8 millones). Y es que existen notables dificultades para comparar los costes entre los sistemas vinculados a una monarquía frente a aquellos que se encuentran bajo el mandato de una república, debido esencialmente a la transparencia de los costes. En este caso, los costes imputados a las monarquías tienden a ser menos transparentes que en las repúblicas por lo que se desconocen plenamente los costes vinculados.

No solo existe la complejidad en la transparencia de los datos para determinar los costes, sino la rentabilidad generada por un sistema u otro. Para determinar si es barato o caro se debería cuantificar los frutos de las relaciones institucionales desarrolladas o el volumen de negocio generado por sus actos oficiales de cada uno de los sistemas.

Las monarquías absolutistas han sido un problema para el crecimiento económico

En un sistema en forma de república, los intereses de la población están representados en sus distintas formas políticas. Los partidos políticos quieren votos y el único modo de conseguirlos es interesándose por los quehaceres de los ciudadanos.

Las monarquías absolutistas han sido históricamente un palo en las ruedas para favorecer el crecimiento económico, salvo en contados supuestos como Arabia Saudí por su papel global destacado en la producción de petróleo.

Y es que facultar a un monarca que concentre los poderes del Estado, supone un ataque contra los derechos de propiedad. Si los derechos de propiedad no están garantizados, no existe una motivación para invertir y acumular capital.

De hecho, hay una razón por la que la Revolución Industrial se inició en Inglaterra y es que, institucionalmente, fue el primero en desarrollar una forma de gobierno de monarquía parlamentaria.

William Pitt The Younger House Of Commons 1793

La Revolución Gloriosa fue crucial en este proceso, incluyendo el acuerdo constitucional de 1689 entre la Corona y el Parlamento, en el que la Declaración de Derechos sometió al rey ante el Parlamento en materia de legislación y fiscalidad. Por lo tanto, la reducción de los poderes arbitrarios de la Corona dio lugar a libertades económicas y derechos de propiedad más seguros, que permitió, entre otros factores, el auge de la economía.