Inicio Actualidad Económica Por qué acabas gastando lo que ganas, aunque ganes mucho

Por qué acabas gastando lo que ganas, aunque ganes mucho

Una de las premisas sobre economía doméstica que suelo repetir es que, si no ganamos suficiente, dan igual los trucos y estrategias de ahorro, es una carrera perdida. Por eso, en muchos casos, hay que centrarse en tratar de mejorar los ingresos, de ganar más.

Sin embargo, eso no terminará automáticamente con nuestros problemas. En ese caso, deberemos gestionar otro suceso fascinante en la psicología del dinero: que cuanto más ganas, más gastas.

Por eso, vamos a examinar este fenómeno a fondo y por qué se produce. Esto nos revelará aspectos muy interesantes sobre nuestro comportamiento con el dinero.

Los factores que hacen que tus gastos aumenten con tus ingresos

Como suele ser habitual, este fenómeno se debe a una serie de factores que interactúan entre ellos y cuya influencia será mayor o menor según la situación concreta. Del mismo modo, muchos no tienen que ver con la falta de racionalidad o inteligencia, sino con la naturaleza humana, el contexto o la psicología, más poderosos de lo que creemos.

Cuando se trata de aspectos como los que vamos a ver, conocerlos hace disminuir su influencia, porque se vuelven conscientes y empezamos a reconocer sus patrones cuando están presentes.

Empecemos por el más importante de los motivos psicológicos por el que, cuanto más ingresamos, más gastamos.

La adaptación hedonista

El hedonismo nos hace gastar más

«Si ganara dinero suficiente para una casa un poco más grande, me conformaría». Todos hemos pensado algo así y éramos sinceros en el momento, pero nunca nos conformamos, porque la naturaleza humana no funciona de esa manera.

Si tenemos dinero y conseguimos esa casa, al principio estamos satisfechos y, poco tiempo después, querremos más.

Es inevitable y el fenómeno se denomina de adaptación o «rueda hedónica», en referencia a una rueda de hámster de la que no podemos salir.

Los psicólogos Brickman y Campbell lo definieron así por primera vez en 1971, pero es un comportamiento que nos acompaña desde siempre. Es lo que nos permite llegar más lejos, porque no importa lo que consigamos, enseguida aparece una cierta insatisfacción que nos pregunta si «esto es todo».

El siguiente paso es tratar de buscar más.

La implicación práctica para el tema de hoy es que, al no conformarnos e ir siempre más allá, es muy probable que usemos el dinero extra para contribuir a ese objetivo de obtener un poco más de todo: nuevas diversiones, nuevas experiencias, una casa un poquito más grande de nuevo…

Este rasgo psicológico no es malo por sí mismo, ya que es lo que nos mueve a avanzar y no conformarnos en general. Pero al darse en todos los aspectos, incluyendo el económico, ni lo que ganamos ni lo que gastamos nos resulta suficiente tras un tiempo.

Excepto para ciertas mentalidades disciplinadas de monje humilde, los humanos somos así. Pero es que, aunque seamos esos monjes, hay más razones que harán que, cuanto más ganemos, más gastemos.

El contexto y la subida de nivel

Cuando ganamos más, «subimos de nivel» de vida. Eso implica que los gastos de ese nuevo nivel también serán mayores prácticamente siempre.

Una vez tenemos acceso a cosas más caras y servicios más premium, estos también llevan aparejados más costes.

Por ejemplo, un piso más grande también es más caro de climatizar o tiene unos gastos de comunidad, tributos o limpieza más elevados. Un coche más grande suele consumir más, o bien ser más costoso en recambios o mantenimiento.

Del mismo modo, y como en cualquier otra situación, nos vemos influenciados por el contexto que nos rodea. Si este cambia, debido a un aumento del nivel económico, también será más caro permanecer en él. Esto se extiende a la influencia de las personas que nos rodean.

Por ejemplo, es probable que, si conseguimos un ascenso suficiente, cambiemos de vecindario, de escuela para los niños y que nos movamos con otra gente, al menos, profesionalmente. Todo eso lleva a un mayor nivel de gasto general. Las clases son más caras, apunto al niño a actividades extraescolares y las cenas sociales ya no son cualquier cosa en una pizzería.

En general, este fenómeno se va a producir en mayor o menor medida, pero se va acentuando cuanto más dinero ingresemos. No solo cuesta más acceder a una calidad de vida superior, también mantenerla.

Del mismo modo, es posible que, si ganamos más dinero, los demás vengan a pedirnos, o que tengamos más inclinación a ayudar a esos familiares o amigos menos afortunados.

La despreocupación por el presupuesto

La desprocupación lleva a gastar más

Si ganamos más, nuestra actitud ante el dinero cambiará inevitablemente.

Cuando no tienes nada, controlas hasta el último céntimo. Miras bien las compras que haces y llevas tu presupuesto como una operación militar. Pero cuando ganas más, por fin puedes respirar, relajarte y no estar tan atento lo que pagas.

Así que te das más caprichos, compras la marca que es un poco mejor, invitas más a otros y, en general, puedes ser el que no cuenta los céntimos todo el rato.

El descanso psicológico que conceden más ingresos es importante, pero también hace que, sin darnos cuenta, gastemos más.

Eso no significa que nos volvamos derrochadores, pero esos pocos gastos extras tienden a sumar rápido.

Ya vimos en su día que es muy difícil ahorrar porque el contexto está diseñado para que gastemos. Si nos relajamos, eso que nos rodea lo va a aprovechar.

La contabilidad mental

Este fenómeno no necesariamente provoca un mayor gasto cuando tenemos mayores ingresos, pero sí puede influir mucho si esos ingresos vienen de forma repentina y sin mucho esfuerzo por nuestra parte.

Dos ejemplos habituales son un premio de lotería y una herencia.

La contabilidad mental es un concepto de la Economía del Comportamiento por el cual las personas adjudicamos diferente valor al dinero según su origen.

Introducido por el Nobel de Economía Richard Thaler, en 1999, la vertiente que nos interesa hoy se manifiesta en el viejo refrán: «Lo que fácil viene, fácil se va».

En su día vimos cómo y por qué los ganadores de lotería acaban arruinados tras un tiempo, al menos una parte reseñable de ellos. Uno de los efectos que contribuyen es este de la contabilidad mental. Cuando algo nos ha costado poco, como ese premio o herencia, también lo gastamos más libremente.

Es por eso que, si nuestro aumento de ingresos viene de esa manera, o es muy repentino, debemos tener en cuenta el fenómeno y no caer en su trampa.

El nivel económico inicial importa

El nivel económico inicial influye en cuanto gastamos al ganar más

Los economistas Tullio Japelli y Luigi Pistaferri realizaron un interesante estudio sobre política fiscal y redistribución. Aunque no sea ese el tema de hoy, sus datos pusieron de manifiesto algo interesante que sí influye en lo que estamos tratando.

Cuando el aumento de renta se produce en hogares más pobres, el gasto de ese dinero es mayor, proporcionalmente, que en el caso de hogares más ricos de partida.

Eso tiene una implicación importante. Si estamos en un nivel económico más humilde y conseguimos aumentarlo, gastaremos más en términos relativos que aquellos que estaban en mejor posición. Así, el fenómeno de no ahorrar casi nada, a pesar de obtener más ingresos, es más pronunciado en estos casos.

Esto es lógico por varias razones. La principal es el hecho de que esta clase de personas se ha privado de más cosas a las que ahora tiene acceso y que, en ocasiones, son muy necesarias. Comprar ropas de calidad que duren más tiempo y abriguen de verdad, o comer algo más sano, sale más caro.

Del mismo modo, en muchos de esos hogares más humildes, el nivel cultural puede no ser muy elevado y eso abarca la cultura financiera, fundamental para el ahorro y el saneamiento de una economía doméstica.

En definitiva, sí, en el juego de ahorrar más, los ingresos son fundamentales, pero no van a resolver el problema por sí solos si no seguimos teniendo una disciplina en nuestra economía doméstica y tenemos en cuenta lo expuesto aquí.

Como vemos, gastar más cuando ganas más no es una cuestión de que nos volvamos inconscientes, tontos o derrochadores. En muchos casos, este fenómeno suele parecerse más a desangrarse por mil pequeños cortes y no saber ni cómo ha sucedido.