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Tito, de activista «salvaje» a estratega en la pugna entre taxi y VTC

Admite que era «un salvaje» cuando montó Élite Taxi hace cinco años con unos cuantos amigos. Desde entonces, Alberto Álvarez ha aprendido de política, leyes y comunicación, y se ha convertido en el estratega de la pugna entre taxis y vehículos de alquiler con conductor, los llamados VTC.

Álvarez, a quien todo el mundo conoce como Tito, solo lleva seis de sus 41 años al volante de un taxi, que además ni siquiera es suyo, ya que es asalariado de un autónomo con licencia que tuvo que dejar las carreras por motivos de salud.

«Cuando empecé a trabajar de esto vi lo que pasaba en el sector. Que todo el mundo se quejaba pero nadie hacía nada», ha relatado a Efe este barcelonés «de barrio», que se define como «un inconformista al que no le gusta que le sometan».

Aunque asegura que nunca tuvo intención de convertirse «en líder de nada», al cabo de poco tiempo creó Élite Taxi junto a unos cuantos compañeros. Su primer objetivo, los hoteles que cobraban comisiones a los taxistas.

Después vinieron los «taxis pirata» y, finalmente, la batalla que les catapultaría a la fama: la que mantienen con plataformas como Uber o Cabify, con Tito al frente cual Mel Gibson en «Bravehart».

A lo largo de su lustro de vida, los métodos de Élite Taxi no han estado exentos de polémica, como tampoco el discurso aguerrido de su portavoz: hay quienes les han acusado de actuar como guerrillas, de secuestrar la ciudad e incluso de matones.

«Con el tiempo he aprendido a modular. Una cosa es hablar en una asamblea en la que hay que levantar el ánimo y otra cosa es sentarte a negociar o explicar tu postura a los medios de comunicación», ha sostenido.

Y no solo eso: Álvarez también asegura que su experiencia al frente de Élite le ha enseñado que en una negociación nunca se puede pretender «que te lo den todo», sino que hay que detectar cuando la tensión ha llegado al límite para «retener lo bueno» y seguir trabajando hasta el próximo envite.

Esta es la situación a la que, a su juicio, se ha llegado en el pulso que el sector del taxi mantiene con la Generalitat para regule el servicio que prestan plataformas como Uber o Cabify, que ha admitido que preferiría «que no existieran» porque se trata de «multinacionales que explotan a sus trabajadores y pagan impuestos en el extranjero».

Sin embargo, la desazón que le ha provocado que algunos de sus compañeros le cuestionaran por defender que se tenía que acabar con la huelga que bloquea Barcelona desde hace casi una semana le ha llevado a abandonar el comité de huelga de esta protesta.

Una marcha que en ningún caso es definitiva, porque Tito asegura que ya no entiende su vida sin el taxi, ni el taxi sin el combate «por la dignidad del sector».

Así pues, tiene claro que cuando tengan motivos para volver a salir a la calle se enfundará su chaleco amarillo y alzará de nuevo la voz, pero con esa moderación propia del que acumula años.