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Vente a Noruega, Pepe

La vida está llena de sorpresas. Quién me iba a decir a mí que iba a acabar viviendo en Noruega, concretamente en Trondheim! Dado como está el mercado de trabajo aprovecho para agradecer el interés (o la inconsciencia) de la Norwegian University of Science and Technology (NTNU) que decidió contratarme. Ni que decir tiene que estoy encantado y más con la cantidad de tinta que se ha dedicado a ensalzar el modelo escandinavo en general (por ejemplo aquí) y el noruego en particular (aquí). Generalizando mucho, estas sociedades combinan muy bien elevadas dosis de mercado con una extensa red de protección social y una importante presencia de empresas públicas. No se libran de todas maneras de padecer sus propios problemas, algo de lo que también se han hecho eco los medios (aquí o aquí).

No llevo ni dos meses por aquí y mi conocimiento previo del país era escaso, así que no puedo contribuir mucho al posible debate sobre las ventajas y desventajas de este modelo. Prometo ponerme al día (las guías de viaje no cuentan) pero mientras tanto qué mejor manera de empezar con los deberes que hacer un poco de historia y ya de paso compararla con la que tenemos a este lado de los Pirineos. Vaya por delante que este tipo de comparaciones no son del todo justas: Noruega es un país de poco más de 5 millones de habitantes, socialmente muy homogéneo y con un clima completamente distinto al español. Además, el descubrimiento de enormes reservas de petróleo y gas natural a finales de los años 60 contribuyó de forma crucial a su economía: la industria del petróleo genera de hecho alrededor de la cuarta parte del PIB noruego y le ha permitido acumular el mayor fondo soberano mundial.

Lo que voy a hacer por tanto en esta entrada es simplemente mostrar las grandes tendencias a largo plazo para así abrir la discusión sobre las posibles razones que explican las diferencias entre las trayectorias española y noruega. El siguiente gráfico compara la evolución a largo plazo del PIB per cápita en los dos países. Es interesante resaltar que, aunque la Noruega actual disfruta de uno de los mayores niveles de renta per cápita del mundo, los dos países tenían unos niveles de vida muy similares durante la segunda mitad del siglo XIX. A partir de entonces sus caminos se separan lo que desemboca en un desfase creciente entre el PIB per cápita de ambos países.

Fuente: Maddison Project (2013)
Fuente: Maddison Project (2013)

La figura anterior sin embargo no es capaz de distinguir claramente las tendencias dominantes en cada período. Para ello, lo que hago ahora es mostrar los niveles de PIB per cápita español en relación a los noruegos. El siguiente gráfico muestra que durante la segunda mitad del siglo XIX el nivel de vida español era incluso superior al noruego. Sin embargo, ya desde finales de ese siglo se observa un declive sostenido que continua durante las primeras décadas del siglo XX y se profundiza de forma dramática durante la Guerra Civil y la autarquía que dominó los primeros años del franquismo. En 1950, el año en el que la brecha entre los dos países es mayor, el PIB per cápita español sólo suponía el 40 por cien del noruego.

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Aunque en la década de los 50 y especialmente en los 60, se produjo un período de intensa convergencia, la crisis del petróleo puso fin a la mejora relativa de la economía española. Desde entonces, el nivel (relativo) de vida español se ha mantenido estancado en torno al 62 por ciento del que disfruta el país escandinavo, un resultado bastante decepcionante, como ya mencionaba Jesús Fernández-Villaverde (aquí), especialmente si tenemos en cuenta que las fuerzas de la convergencia tenderían a reducir la brecha entre los dos países. El bienestar material no es desde luego todo en la vida pero Noruega, y los países escandinavos en general, también ocupan lugares muy destacados en las listas del Índice de Desarrollo Humano, el World Happiness Report o el Democracy Index, por mencionar sólo algunas.

La pregunta del millón es ver qué explica las distintas trayectorias. Como mentiría si dijera que tengo una respuesta, lo que voy a hacer es proponer posibles candidatas y dejar la discusión para los comentarios (más aquí). Un candidato obvio es la extraordinaria riqueza de sus recursos naturales: madera, pesca, minería, energía hidroeléctrica y, especialmente, petróleo y gas natural. Sin embargo, como la maldición de los recursos naturales nos enseña, toda esta riqueza podría no haberse traducido en una sociedad próspera sin una gestión responsable de la misma. De hecho, aunque el descubrimiento de grandes reservas de petróleo y gas natural puede haber contribuido a evitar que la brecha entre España y Noruega no haya disminuido en los últimos 30-40 años, no es desde luego la principal explicación. Suecia, otro país escandinavo que comparte similares instituciones pero sin la riqueza en combustibles fósiles existente en Noruega, muestra (a muy grandes rasgos) una evolución del PIB pér capita relativo muy parecida como se puede ver en el siguiente gráfico.

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La calidad de las instituciones condiciona por tanto de forma clave si los recursos naturales son una bendición o una maldición. Hablando precisamente de este tema, Antonio Cabrales explicaba en este mismo blog (aquí) que la principal limitación en España para aprovechar mejor nuestros recursos naturales (sol y playa) es la interacción que se produce en nuestras costas entre corrupción, ladrillo y malos resultados educativos. El modo en que se reparte la tarta económica también está relacionado con la calidad institucional y el desempeño económico. Los niveles de desigualdad noruegos son relativamente bajos, lo que promueve que una gran mayoría de la población se sienta partícipe de la economía y la política (el Índice Gini en 2012 era 25.9; en España 35.9). Estos niveles de desigualdad no son un fenómeno reciente sino que se derivan de una sociedad agrícola relativamente igualitaria dominada por pequeñas explotaciones, todo lo contrario a la experiencia histórica de algunas regiones españolas (aquí).

Relacionado con lo anterior es el cuidado con el que se trata a la población en general y a la mano de obra en particular. El sistema educativo, desde la guardería hasta la universidad, es excelente, lo que se traduce en elevados niveles de capital humano, con su consiguiente efecto positivo (aquí). Esta situación tampoco es un fenómeno reciente: mientras la mitad de los españoles entre 21 y 25 años eran analfabetos en 1900, virtualmente todos los noruegos de la misma edad sabían leer y escribir (los datos aquí). La igualdad de género es también un aspecto en el que los países nórdicos han sido pioneros, lo que ha llevado a una elevada participación femenina en el mercado de trabajo y a una reducción general en las brechas de género. En este sentido, las familias disfrutan de una baja de maternidad/paternidad pagada de alrededor de 50 semanas, lo que facilita enormemente la conciliación de la vida laboral y familiar. Asimismo, y aunque más difícil de medir, la sociedad noruega destaca por un elevado nivel de confianza interpersonal y de participación en asociaciones colectivas, lo que se conoce como capital social (aquí algunos datos), lo que reduce los costes de transacción y facilita el funcionamiento de la actividad económica y la acción colectiva (de la “desconfianza” como un problema general en España ya habló Antonio Cabrales aquí).

Y seguro que me dejo cosas, entre ellas la suerte (que yo sepa no se han descubierto muchas reservas petrolíferas en el Mar de Alborán o en Los Monegros, por ejemplo). La creciente divergencia entre las trayectorias económicas noruega y española se explica seguramente mediante una combinación de factores. Más difícil es cuantificar la importancia relativa de cada uno de ellos, por no hablar de su implementación en un contexto distinto ya que el modelo nórdico es fruto de un largo proceso histórico en el que sus distintos elementos se retroalimentan entre sí. Animo a los lectores y lectoras a discutir estos temas con sus comentarios. Yo por mi parte seguiré informando si algún día de estos me tropiezo por aquí con el ingrediente secreto.

Francisco Beltrán Tapia

Francisco Beltrán Tapia

Doctor en Historia Económica por la Universidad de Oxford. Desde 2014, Fran trabaja como investigador postdoctoral en el Departamento de Economía de la Universidad de Cambridge. Su trabajo analiza temas relacionados con la desigualdad, la educación, la discriminación de género y la gestión de los recursos colectivos en la historia de España.