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Votando con los pies: flujos migratorios y felicidad

de Helena Marques, Gabriel Pino y Juan de Dios Tena

Hoy en día es comúnmente aceptado que el bienestar de los países no puede compararse solo en términos de renta nacional, sino también en consumo de otros bienes no tangibles, la existencia de diferentes valores sociales y morales, así como distintas instituciones. Por ello, la obtención de comparaciones internacionales fiables para los niveles de felicidad tiene una relevancia política y económica evidente.

El hecho de que la mayoría de los indicadores de felicidad existentes se basen en respuestas a cuestionarios conlleva al menos dos tipos de críticas. Por un lado, esos resultados pueden verse afectados por una enorme cantidad de errores potenciales atribuibles a ambigüedades del lenguaje, poca comparabilidad de la escala y ambigüedades relacionadas con el periodo de tiempo relativamente al cual los encuestados han contestado. Sin ir más lejos, la propia palabra “felicidad” puede significar cosas diferentes a personas de diferentes naciones, cultura o estratos sociales. Por otro lado, una vez que los indicadores nacionales de felicidad pueden ser vistos como un producto de las instituciones y políticas económicas y sociales, es posible que estén sujetos a algún nivel de manipulación por parte de la autoridad política de cada país.

En un artículo recientemente publicado en SERIEs, la revista de la Asociación Española de Economía, proponemos una metodología alternativa para obtener indicadores nacionales de bienestar que está basada en las preferencias relativas a diferentes determinantes de la felicidad que muchos millones de individuos revelan con su decisión de emigrar a determinados países en comparación con otros destinos potenciales alternativos, medida a lo largo de varios años. Nuestra hipótesis es que, en media, los individuos tienen acceso a información sobre los distintos destinos potenciales y toman decisiones racionales basadas en esa información. Como consecuencia, después de haber controlado por un conjunto de fricciones a nivel de país, como por ejemplo, políticas migratorias restrictivas o liberalizadoras, es plausible pensar que el tamaño y la dirección de los flujos migratorios efectuados por los migrantes originarios de determinado país rumbo a un conjunto de diferentes destinos durante varios años debería ser un buen indicador de sus decisiones óptimas.

De acuerdo con esto, la estimación de un modelo gravitacional para los flujos migratorios netos utilizando la base de datos de migración de la OCDE para el periodo 1995-2011 revela que los flujos migratorios responden a variables gravitacionales bilaterales como sean la renta, el idioma, la existencia de fronteras comunes y las políticas migratorias, así como determinantes económicos y no-económicos de la felicidad que han sido propuestos en la literatura. Estos últimos son de diverso orden: renta absoluta, renta relativa, características demográficas y sociales, desarrollo social, uso del tiempo, relación con los demás y características del lugar de origen. Además de controlar por los efectos de estas variables, incorporamos efectos fijos para controlar por los componentes no-observables que no estén relacionados con el bienestar, como la diferente dimensión de los flujos migratorios entre diferentes pares de países y otros componentes idiosincráticos.

Una vez se han tenido en cuenta todos estos factores, proponemos un índice de felicidad para comparaciones internacionales utilizando los coeficientes estimados asociados a cada variable determinante de felicidad. La importancia de este índex radica en la posibilidad de ser utilizado como un instrumento de política que permita ponderar, de acuerdo con las preferencias reveladas, la importancia relativa de un conjunto de variables e instituciones económicas y sociales.

La tabla de abajo muestra un resumen del índice para 112 países, con España apareciendo en el lugar 31, de rango medio-alto. Se observa que la mayoría de los países de rango alto tienen un nivel de renta elevada, mientras que los de rango bajo tienen un nivel de renta más reducida, aunque otras variables relativas a la libertad económica y a la seguridad también sean importantes en la construcción del índice. Para la mayoría de los países, un valor positivo (negativo) del índice se corresponde con flujos migratorios positivos (negativos), es decir, la mayoría de los países con un valor positivo del índex tienen inmigración neta, mientras que aquellos que tienen un valor negativo del índex registran emigración neta.

Para unos pocos países, la felicidad media autoevaluada y la demanda neta media observada no coinciden debido a la influencia de factores que no son considerados por los índices de felicidad existentes. A este respecto distinguimos dos tipos de países: los que tienen un índice de felicidad alto pero que registran emigración neta (14 países en su mayoría de renta media y economías emergentes) y aquellos que tienen un valor bajo del índice de felicidad, pero donde se verifica inmigración neta (14 países en su mayoría de renta alta y que pasaron por un período de transición a la economía de mercado). En ambos casos, la explicación para este desajuste parece residir en las características personales de los nacionales de esos países, bien como en las características de desarrollo social, y también en menor medida en las actitudes y creencias de esos individuos.

Concluimos que cualquier ranking de felicidad debe basarse en la mayor medida posible en preferencias reveladas en lugar de postulados ad-hoc de investigadores y políticos. En este contexto, el ranking que proponemos no se ve afectado por ambigüedades típicas de los índices basados en encuestas, y que pueden hacer no comparables los resultados de diferentes países. Como resultado, nuestra propuesta es una alternativa útil que puede ser utilizada en comparaciones internacionales.