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¿Calabazas o buñuelos?

Confieso que cuando esta nueva moda de Halloween empezó a inundar las calles de chicas vestidas como la bruja avería y de chicos disfrazados de esqueleto, lo primero que me vino a la cabeza fue que si la cosa cuajaba, acabaría por quedarme sin mis buñuelos de noviembre. También me daba un poco de pena que pasaran a la Historia las tradiciones ligadas a difuntos y a todos los Santos que siempre he conocido: las visitas a los cementerios en familia, las flores, o los escaparates con panellets y con huesitos de santo. Pero, como en tantos otros aspectos, si la gente prefiere otra cosa, eso es lo que hay. El hecho de que la fiesta sea importada me importa bien poco; el carnaval comenzó a celebrarse en Sumeria y en Egipto hace 5000 años y, ya veis, ahora lo tenemos en Occidente en sus distintas variantes, desde las elegantes máscaras de Venecia hasta los sencillos merdeiros de Galicia.

Cuando todo esto de Halloween empezó a verse por aquí, los pelmas de siempre, (entre ellos el filobatasuno Ferrín) empezaron a quejarse porque nos estaba colonizando una fiesta imperialista. Pero después se les ocurrió algo mejor: aprovecharla aunque cambiándole el nombre por otro, supuestamente de Galicia. Desde las herriko-taberrnas galaicas, aquí llamadas “locales sociales”, se empezó a organizar la fiesta del Samain. Así lograban tener una celebración que se diferenciaría de las del resto de España y, de paso, le hacían la competencia a una celebración católica, que es algo que también les da mucha vidilla. Habréis de saber que las bestias negras de esta gente son por este orden: España, el español, la Iglesia católica y la fiesta de los toros. Ahora, pocos años más tarde, los principales diarios gallegos, y este año incluso la Conselleria de Educación, dan por buena la historieta y la airean y promocionan, también desde los centros escolares, sobre todo a través de los equipos de normalización lingüística.

La cosa me suena a timo. Desde hace tiempo recojo relatos de costumbres de los abuelos de las aldeas y nunca he encontrado a alguno que me hablara del Samain. Es curioso cómo funciona esto de inventarse una tradición. Incluso a los periódicos, que ya asumen que se trata de una fiesta autóctona, les traiciona el sentido común y deslizan en su información frases que lo contradicen: “Cedeira celebra una larga tradición de 14 años” (¿?) o “No hay referencias históricas de esta tradición en Galicia, pero se recuerda el hecho de poner calabazas en los caminos”. Y es que la realidad es la que es; esto empezó ayer, como quien dice, y la costumbre de poner hortalizas con velas está presente en casi todos los puntos de España desde Cuenca, hasta Asturias, coincidiendo con los días en los que también los celtas de Irlanda celebraban su año nuevo, el inicio de un tiempo de recogimiento, el final de las cosechas, el momento de guardar los rebaños, y la llegada de la oscuridad. El inicio del mes de noviembre ligado al regreso de seres del más allá se celebra también en Méjico, pero mientras en Estados Unidos tiene su origen en el Samhain que llevaron a Norte América los inmigrantes irlandeses, la fiesta de los muertos mejicana es de raíces precolombinas. En Europa, los historiadores que han estudiado esta tradición coinciden en situar el Samhain en Irlanda, Escocia y tal vez el noroeste de Francia pero nunca he encontrado una sola referencia a Galicia.

Los pelmas de aquí, además de intentar cambiar la fiesta de difuntos, también lo hacen con los Reyes Magos, a los que quieren mandar al paro y sustituirlos por un Papa Noël gallego, el Apalpador, pero como es un ser grimosito y con tintes de pederasta, no consiguen que cuaje. Es que los niños no son tontos. Vamos, que si a mí de pequeña hubieran querido cambiarme a mis glamourosos Reyes Magos con sus pajes tocados con turbantes de raso, sus carrozas y sus terciopelos, por esa cosa cutre, ese guarro, mal vestido y hediondo, que, encima, en lugar de traer muñecas de Famosa trae castañas y les palpa las barrigas a los niños, me habría cogido un trauma y una llantina, que les habría inundado la casa a mis padres de lágrimas saladas. Sin embargo, el éxito de copiar una fiesta made in USA está garantizado.

Tiene su gracia que para acabar con una fiesta que les huele a España y a sotana, se acoplen a la estela de los yankis y de Hollywood. Y no me digáis que no tiene su aquel que unos colectivos que tanto odian al catolicismo por torturador y a los toreros por matar animales, promocionen una fiesta en la que en su origen se sacrificaban no solo todo tipo de animales, grandes y pequeños sino también personas, que después el druida se comía una vez estaban convenientemente asados. Julio César y algunos historiadores grecorromanos relatan estas prácticas y fueron uno de los motivos por los que los romanos cambiaron esa costumbre salvaje por otra más light. De igual modo, los españoles, una vez conquistado el actual Méjico, le pusieron fin a la costumbre de teñir el pan de muertos con la sangre de los sacrificados a sus dioses. A partir de entonces el rojo del pan se consigue a base de semillas y de azúcar teñido. Para que después nos hablen de la Arcadia feliz de antes de la conquista llevada a cabo por los malvados españoles.

El jueves mi hijo Alfonso durmió en casa de mi hermana. Mi cuñado les organiza cada año una súper fiesta de Haloween con todos los ingredientes: disfraces, adornos en la casa, visita a los vecinos, cena alusiva y película para hacerse pis de miedo. Cuando sea mayor, tal vez Alfonso no compre buñuelos como su madre ni visite el cementerio. No me parece mal que cambie de costumbres; lo libero de cualquier deuda conmigo o con una supuesta identidad colectiva. Tampoco pretendo que renuncie a algo que lo conecta con personas de otros lugares. En cuanto a que le sorban el seso haciéndole creer que Haloween debe llamarse Samaín, tampoco creo que dé resultado. Espero que sepa que está celebrando una mezcla de prácticas celtas, rituales religiosos romanos y católicos, y costumbres del folclore europeo. Mientras, yo seguiré con mis buñuelos. Tengo una bandeja con una docena en la cocina de la que daré buena cuenta a la hora de la merienda. ¿Qué me importa si dejan de comerse cuando yo esté criando malvas, espero que dentro de muchos años? Feliz semana a todos. Por cierto, por si alguno tiene intención de preguntarme en los comentarios por qué no he hablado ni de soslayo en esta entrada de los principios de Galicia Bilingüe, me adelanto sugiriéndole que la vuelva a leer.

*Presidenta de Galicia Bilingüe

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