Inicio Actualidad ‘Caso Blanquerna’: Activismo patriótico versus derechita «valiente»

‘Caso Blanquerna’: Activismo patriótico versus derechita «valiente»

Montse Gil-Delgado Fernández..- 11 de septiembre de 2013. Centro cultural-librería Blanquerna de Madrid. Personalidades ligadas al gobierno catalán separatista y al nacionalismo vasco celebran un acto independentista con motivo de la Diada, puesto que el local es considerado la sede de la Generalidad de Cataluña en Madrid.

Un grupo de activistas patriotas, tras tener conocimiento a través de las redes sociales del acto contra España que se había convocado en la capital de España, se organizaron para encontrarse en los alrededores de la “embajada”. Armados con banderas de España y mucha indignación, hartos de la deriva del separatismo catalán cada vez más envalentonado y decidido a terminar con la unidad de España, irrumpieron en la sede catalana con una patada en la puerta, al grito de “no nos engañan, Cataluña es España”. Tras dos minutos de confusión en los que hubo algún desperfecto en el mobiliario del local y más de un empujón, se marcharon de allí y salieron a la calle.

A las tres horas, los participantes fueron detenidos, y comenzó la imparable campaña mediática de demonización de los hombres que habían entrado en Blanquerna. En la sede catalana había gente de las altas esferas del mundo separatista, no solo catalán, también vasco. Con lo que a los posibles delitos de los que probablemente iban a ser acusados habría que sumar el de atentado a la autoridad.

Telediarios y prensa escrita se dedicaron durante días a repetir las consabidas consignas: grupos ultras atacan la libertad, la extrema derecha ataca de nuevo, ataque radical contra la libertad de expresión, los fascistas de la librería Blanquerna justifican la violencia, etc.

Tras un periplo judicial que ni siquiera los peores terroristas de nuestro país han sufrido y después de años de linchamiento mediático, son condenados a prisión. Ocho sesiones judiciales maratonianas para juzgar un presunto delito del que no tuvieron presunción de inocencia puesto que la condena por parte de los medios se adelantó a la condena judicial. La mismísima TV3 se personó como acusación, también la Generalidad representada por varios abogados, así como letrados particulares de las personalidades políticas que se encontraban allí ese día. A pesar de que no hubo ni un solo parte de lesiones entre los asistentes, ningún daño personal que lamentar y que los desperfectos causados fueron sufragados de inmediato por los acusados, pidieron para ellos 16 años de cárcel. La fiscalía, 5 años. Y llegaron las primeras condenas: entre 6 y 8 meses de prisión. Pero la acusación particular, la Generalidad, recurrió al Tribunal Supremo. La nueva sentencia los condenó a 3 años y 11 meses, además del ingreso inmediato en prisión. Los acusados volvieron a recurrir, así fue como el caso llegó al Tribunal Constitucional.

El auto del máximo Tribunal determinó que los derechos de los acusados habían sido vulnerados en el proceso anterior y dictaba sentencia por la que la condena se quedaba en 2 años y 9 meses. Tras varios recursos consiguieron rebajarla aún en 3 meses. En definitiva: 2 años y 6 meses por el escarche. Tras un recurso de súplica para intentar evitar la entrada en prisión y conmutar la pena por multas o trabajos a la comunidad, todo  ha sido inútil. Este viernes deben acudir al Tribunal para conocer la fecha exacta de su ingreso en prisión, que es ya inevitable.

Durante años, los españoles hemos estado huérfanos de una fuerza política con representación en las instituciones que no tuviera complejos a la hora de defender lo español, nuestra lengua y nuestra cultura, de hacer política por la unidad y no por la ruptura. Por conservar nuestra Historia y nuestro patrimonio. Nuestras raíces. Y muy oportunamente, cuando parece que el sector patriótico de la población va a desbordarse, surge un partido que viene a representar a los españoles preocupados por la deriva antinacional. Se abre una ventana y los aires patrióticos entran en la vida política con mucha fuerza. Cuando aparece una formación nueva siempre surge la duda sobre qué ocurrirá una vez llegue a las instituciones, si realmente mantendrá aquellos ideales y principios que la llevaron a conseguirlo. Sus líderes aseguraban entonces que si traicionaban esos principios estarían traicionándose a ellos mismos, que lo más importante era mantener la confianza porque la representación política era lo de menos, lo de más era convertir el sentimiento patriótico en un gran movimiento social.

Y yo, en este punto del partido, me preguntó qué fue de aquella promesa. Dónde está el movimiento social. Qué ha pasado con toda esa energía a punto de estallar que acumulaba una parte importante de la población española, harta de las políticas progres y de lo políticamente correcto, de las reformas legislativas injustas y profundamente sectarias que se han puesto en marcha disfrazadas de avances sociales. Del adoctrinamiento de nuestros hijos. De la inmigración incontrolada que supone un plan de sustitución y no un acto caritativo de un pueblo hacia los perseguidos y los desfavorecidos. De la degradación sin remedio de las instituciones, del mercadeo y de la corrupción política. De la falta de libertad, en definitiva.

Ese movimiento quedó diluido en el momento que empezó a tocar poder. Quizás porque fue diseñado para eso, o quizás porque el poder corrompe, o porque no se puede escapar de las garras del sistema porque entonces el sistema te elimina. Una prueba de que ese movimiento ya no es tal y que ha perdido toda referencia a sus orígenes está en el desdén con el que trata a las personas que, contra viento y marea, sí permanecen fieles a su principios patrióticos, como los 14 de Blanquerna. Ignorados y olvidados completamente por esta nueva casta que enarboló la bandera española para afianzarse como fuerza política y que una vez que pasan a formar parte del engranaje del sistema dan la espalda a los que pierden la libertad por defender su Nación, por defendernos a todos. Así se las gasta la derechita valiente.