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Catolicismo cultural

Ante las derivas enfermas y amenazantes de las ideologías, vienen surgiendo corrientes intelectuales en Francia, Italia y España que se definen como catolicismo cultural. Es decir, que aceptan gran parte de la moralidad católica, pero no sus dogmas ni los mitos bíblicos. Algún filósofo francés, no recuerdo ahora el nombre, observaba que lo que plantea el cristianismo no es un mito sino el hecho histórico de la pasión de Jesús, cosa aceptable, aunque más difícilmente la resurrección. Sin embargo, en la resurrección está la clave de la predicación de San Pablo, que él intenta ampliar a todos los mortales en un razonamiento peculiar: que Dios resucitara no es extraño, pero sí que lo haga la gente “de a pie”, ni se entiende bien que sea necesario.

Como fuere, hay dos cosas reconocibles para todo el mundo: la historia de Europa (pero no la del resto, excepto la de América, allí exportada) es en gran medida la historia del cristianismo, y es ridículo pensar que ha sido un gran engaño, pues de otro modo se habría hundido por sí solo Ha generado además una inmensa producción filosófica y artística. Y gran parte de su moral resulta aceptable, máxime poniéndola en contraste con los intentos de abolir toda moral propios de las ideologías. Al respecto puede considerarse esta cita de Aquilino Duque en La era argentina, ensayo que creo haber reseñado en el blog: Lo que yo llamo “el espíritu inmundo del 68″ no nace ni mucho menos en el Barrio Latino, sino que venía de muy atrás, del campus de adormideras de Berkeley, y de los epicenos Kabaretts del Berlín del Weimar, por no hablar de la “rebelión de los horteras” (Elvis Presley, los Beatles y tanto otros). Un hortera de esos, Mick Jagger, el de los Rolling Stones, podía afirmar rotundamente que el Rock había alcanzado su objetivo, que era el de enfrentar a los hijos con sus padres, uno de los preceptos por cierto de esa asignatura llamada “Educación para la ciudadanía”, eufemismo de lo que en otros tiempos se llamaba lisa y llanamente “corrupción de menores”, ya proclamada como utopía en las obras de Wilhelm Reich, de la “Escuela de Francfort”.