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Chile quiere orden y paz: el éxito de Kast y del Partido Republicano

La elección presidencial y parlamentaria de ayer 21 de noviembre tendrá en el corto plazo múltiples interpretaciones, pero difícilmente podría decirse que se trató de una elección como cualquier otra. Después de 2 años de ejercicio revolucionario, los abusos de la Convención Constitucional, los extremismos de una izquierda que sueña con la refundación sistémica a costa de la gente común y corriente, el candidato José Antonio Kast, de la derecha alternativa, con un 27,2% de los votos –alrededor de 2 millones de votos— se ha posicionado como el favorito para ser presidente de Chile, frente a Gabriel Boric, de la extrema izquierda, que ha obtenido un 25% del total.

La elección nos invita a muchísimas reflexiones e interrogantes, entre las que son insoslayables las que exigen explicar, por ejemplo, cómo un candidato que en ningún minuto tocó territorio nacional obtuvo el tercer lugar, como en el caso de Franco Parisi que obtuvo un 12,8%. La pregunta es interesante, pero no exige una respuesta inmediata. Pero sí es necesario comprender cómo se ha gestado el ascenso de esa derecha que se vio marginada durante tanto tiempo del debate público y que obtuvo un contundente 27% en la opción presidencial y se convirtió en el segundo partido más votado, permitiendo pasar en el Congreso de 0 a 16 parlamentarios, 15 diputados y 1 senador. Más todavía, cuando esa respuesta debe considerar antecedentes ineludibles como el inicio de un proceso revolucionario que explotó el 18 de octubre de 2019 y que, a pesar de la retórica que ha gobernado nuestro espacio público desde ese momento, hoy la derecha haya salido tan fortalecida en esta elección presidencial. Con todo, hasta ahora, pasando por alto estas legítimas preguntas pero que el tiempo ayudará resolver, conviene analizar lo que a nuestro juicio son dos lecciones importantes de ésta elección.

La primera es que la derecha de Kast, que ha conseguido entrar con fuerza al Congreso, se ha ganado el derecho de sentarse de igual a igual dentro de la derecha, aun cuando desde ese mismo sector se les desdeñó tantas veces por –supuestamente— dividir o, otras tantas, por no ser lo suficientemente “pragmáticos”. La votación dejó claro que hay un importante sector de la población que se siente identificada con quienes les hablan claramente, con quienes enfrentan con carácter los problemas y necesidades de la gente y que, a pesar de muchas veces encontrarse en minoría, han sabido perseverar para transformar el sentido común. El partido de Kast se ha tomado en serio esta disputa y no claudicó ante la opinión del lugar común. Siempre mantuvo su originalidad sin perder de vista la realidad.

La segunda lección es la superación de la pretensión intelectualoide o superior intelectualmente con que algunos abordaron la existencia de la derecha de Kast y su partido. No faltaron quienes se lamentaron que la derecha pudiese ganar con sus propias ideas, sin necesidad de acudir, por una parte, ni a grandes intelectuales o teóricos ni, de otro lado, a concesiones denigrantes. Las grandes necesidades no requieren de altas cavilaciones: basta el sentido común y Kast no hizo más que tocar las teclas correctas porque su experiencia territorial, ajena a la teoría, le enseñó mucho mejor lo que la gente buscaba. En definitiva, la elección demostró que la perseverancia y el trabajo constante son más efectivos que bellos y adornados discursos o que sublimes teorías. 

Si nos aventuramos a dar una respuesta muy seguramente sea posible ver en el resultado de la elección un ánimo en la ciudadanía de restaurar el orden y la paz. La violencia cansa, más todavía cuando se viven las consecuencias diariamente, quizá esa es la razón por la que miles de chilenos en el extranjero prefirieron la opción que relativizaba la violencia frente a la que pretendía erradicarla: simplemente no convivían con ella y sólo era un verso de éste poema intrépido llamado revolución.

Nada está dicho para la segunda vuelta del próximo 19 de diciembre. Sí está claro que no será una elección predecible. La izquierda, seguramente, perseverará en su estrategia del miedo forzando una similitud entre Kast y Pinochet, para generar un efecto en el electorado. Sería un error, sin duda, considerando que ello lo intentaron y su efecto fue nulo. Kast, por su parte, ya convidó a la mesa a la derecha en su extensión total. Es de esperar que, a pesar de las diferencias, todos concurran a ella con madurez y ecuanimidad. De ello depende salvar a Chile, una vez más, del comunismo.