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Cinco claves de la situación política que Feijóo y el PP deben asumir ya si quieren dejar de caer en las encuestas

Las cosas no le van bien al PP, o al menos no le van tan bien como hace unas semanas, cuando el ‘efecto Feijóo’ arrollaba en las encuestas, los populares no dejaban de subir y tanto el PSOE como Vox flaqueaban hasta el punto que parecía que el expresidente gallego estaba en disposición incluso de alcanzar esa «mayoría suficiente» para no depender directamente de los de Abascal que ahora es una quimera.

Las razones de este declive son varias y algunas de ellas son externas –es obvio que la durísima campaña en contra de Feijóo ha contribuido en parte al desgaste, aunque probablemente mucho menos de los que esperaba el Gobierno– pero otras sí pueden achacarse al propio PP y a sus errores.

En estas circunstancias, cabe preguntarse qué pueden hacer los populares para remontar frente a un PSOE que contará con el apoyo de la izquierda y los separatistas y puede, por tanto, perder las elecciones y seguir conservando el poder si la derecha no suma una mayoría que, a día de hoy, no pocos sondeos ponen en entredicho.

¿Qué debe hacer el PP para recuperar el pulso político y, con él, el pulso en esas encuestas que en el momento actual tienen una notable importancia a la hora de que nos creemos una idea de las posibilidades reales de cada partido? Vamos a analizar algunas claves del momento que ni Feijóo ni los suyos parecen haber entendido y que necesita incorporar a su estrategia si no quieren insuflar nueva vida al monstruo de Frankenstein que es este Gobierno.

1. La situación es excepcional

Lo primero de lo que el PP debe convencerse –y de paso convencer a su electorado– es de que España atraviesa una situación absolutamente excepcional. Parte del partido ya lo dice: Díaz Ayuso hizo el pasado miércoles una durísima declaración institucional en la que aseguraba que «nuestra democracia está en la lista de los países que no respetan ni la libertad ni los derechos humanos, que violan el Estado de derecho» y que «vamos camino de una dictadura.

«Es obligación de todos los españoles decir no al autoritarismo del Partido Socialista y la ultraizquierda», pedía la presidenta de Madrid, que remataba asegurando que «esto ya es o Sánchez o España».

Sin duda alguna el electorado más informado del centroderecha comparte el análisis de Ayuso, pero es esencial que el PP sea capaz de transmitir esa realidad no sólo a estos votantes, sino a todos los demás, porque lo que está en juego es extremadamente importante y para derrotar a Sánchez y a todo el frente separatista que le acompañará tras las elecciones sólo hay una posibilidad real: movilizar a todos y cada uno de los votos que pueda sumar la derecha.

Y para ello, el PP debe empezar, por supuesto, por creérselo, algo que le resulta muy incómodo a una cúpula que parece que sigue mentalmente estancada en una época de bipartidismo que el PSOE abandonó, como mínimo, hace casi dos décadas con Zapatero.

2. Con Sánchez, ni a heredar

De lo anterior debe extraerse una lección principal que el PP debería aplicar en su día a día político: con este Gobierno no se puede negociar absolutamente nada. En primer lugar porque es un gobierno liberticida, que pacta con totalitarios y separatistas y que tiene un plan para cargarse el régimen desde democrático desde dentro.

Y mucho menos importante pero no por ello despreciable, porque el resultado de esas negociaciones siempre es negativo para las expectativas electorales de los populares, cuyo electorado rechaza de plano cualquier acercamiento a Pedro Sánchez y que, encima, son engañados sistemáticamente por un Gobierno absolutamente sin escrúpulos.

Además, cualquier pacto en las actuales circunstancias, y muy especialmente los únicos que le interesan de verdad al Ejecutivo que son los relativos al control del Poder Judicial, sólo puede ser muy perjudicial para España y lo que el PP debe hacer no es facilitar que el PSOE controle el Tribunal Constitucional, como ya ha hecho con otros órganos, sino luchar con toda la fuerza que tenga para evitarlo.

De hecho, muchos señalan, y los datos así lo indican, que las fracasadas negociaciones para renovar el CGPJ han sido el detonante del frenazo y posterior retroceso de Feijóo en las encuestas. Lo cierto es que la operación fue un desastre: no deberían haber entrado, no supieron salir a tiempo y no lograron explicar ni la entrada ni la salida.

3. El «PSOE bueno» no existe

En este sentido, el PP también debe sin duda desprenderse de un mito político que está demostrando –otra vez– una inusitada vitalidad en los últimos meses y que en pocos lugares arraiga con tanta fuerza como en Génova 13: la convicción de que hay un «PSOE bueno» que está en contra de las cesiones de Sánchez a comunistas y, sobre todo, separatistas.

El papelón que ha jugado Lambán en los últimos días es la escenificación perfecta de la realidad de ese presunto Partido Socialista dispuesto a plantarse ante los desvaríos y las cesiones de Sánchez: en menos de 24 horas el presidente de Aragón había rectificado dos veces, una de ellas incluso convocando a los medios para que todo el mundo viese la humillación. Y eso que estamos a medio año de las elecciones autonómicas.

La realidad es la que es y los partidos políticos son como son: mientras Sánchez esté en el poder nadie dentro del PSOE se va a atrever a nada que no sea una pequeña crítica por lo bajini, no va a haber la más mínima contestación seria y ni un diputado o senador socialista va a votar contra una ley presentada por el Gobierno, por muy disparatada, liberticida o antiespañola que sea.

Y esto es no es una crítica a los socialistas: por desgracia los partidos funcionan así en nuestro país y para ver un cambio en la cúpula de uno de ellos se tienen que dar circunstancias completamente excepcionales, como las que propiciaron la salida de Pablo Casado, y por supuesto nunca si el líder máximo está en Moncloa.

4- Vox no es el problema, Sánchez sí

Por mucho que al PP le siga resultando incómoda la cercanía de Vox, por mucho que entre ambos partidos haya diferencias que a veces parecen insalvables y por mucho que en ocasiones se escenifiquen enfrentamientos más o menos impostados, lo cierto es que ni el PP es el problema principal de Vox ni los de Abascal pueden ser el principal problema del partido de Feijóo. Más bien al contrario: Sánchez y su Gobierno deben ser la preocupación de ambos y aquello a lo que se enfrenten.

La obsesión cortoplacista de arrebatarse unos pocos votos entre ellos es algo que perjudica a ambos partidos: cuando mejor les va es cuando cada uno ocupa su espacio y se enfrenta a lo que de verdad sus votantes perciben como el enemigo: la izquierda. Los ejemplos son numerosos, pero basta recordar cómo le fue a Pablo Casado en las encuestas tras sus durísimos ataques a Santiago Abascal en la moción de censura. Más recientemente vimos otro ejemplo claro en las elecciones andaluzas, en las que la durísima campaña de Vox atacando al PP sirvió –entre otros muchos errores, también hay que decirlo– para que Olona lograse un resultado muy por debajo de las expectativas al inicio de la campaña.

En una situación no excepcional, el PP y Vox podrían luchar por la parte del electorado en la que ambos partidos pueden pescar; tal y como está España en este momento, esa confrontación sólo sirve para desviar la atención y crear una apariencia de normalidad que no tiene sentido.

Finalmente, el PP tiene que asumir –y en este apartado es justo es reconocer que a los populares les cuesta mucho más hacerlo que a Vox– que a día de hoy y previsiblemente cuando lleguen las elecciones generales si tiene una oportunidad de gobernar va a ser en coalición con Vox. Más aún: tras las elecciones de mayo el PP necesitará a Vox para gobernar en más de una autonomía y en muchísimas ciudades.

5. Las elecciones no se ganan solas

Quizá lo peor de lo que le está haciendo el PP de cara al electorado es transmitir una terrible sensación de pasividad e indolencia. Los populares se mueven con una cautela tal que en realidad no parecen hacer ningún movimiento significativo. Mientras, el Gobierno ha puesto en marcha un rodillo que pretende llegar a todas partes: catarata de leyes, invasión de los tribunales, toma de las instituciones…

Se puede discutir qué táctica debe tener la oposición en este momento, si la estrategia para confrontar a Sánchez y los suyos e intentar frenarlos debe pasar por movilizaciones como las que convocó Vox hace una semana, por la moción de censura o por ambas, pero el PP de Feijóo parece no tener otra táctica que no hacer nada y esperar a que el Gobierno caiga por sus propios errores.

Y sí, los errores del Ejecutivo son muchos, pero su control de los medios y su falta de escrúpulos democráticos pueden acabar pesando bastante más: si el PP no quiere regalarle a Pedro Sánchez y sus socios cuatro años más en el poder ya puede ir diseñando una estrategia de combate y de resistencia, porque las elecciones están muy lejos de estar ganadas y, sobre todo, porque España no se puede permitir una derrota.

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