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Condenada una mujer en Santiago a no poder hablar ni ver a su hija por mentir al acusar al padre de abusar de la niña

Una mujer ha sido condenada en Santiago por denunciar falsamente en varias ocasiones a su exmarido, al que acusó de abusos sexuales a la hija que tuvieron en común, una niña de corta edad. Su mentira hizo que el hombre llegase a ser detenido en varias ocasiones, pero cuando las investigaciones policiales que se abrían fueron determinando que no había nada de verdad en la historia, el procedimiento se volvió en su contra. Finalmente, fue ella la juzgada y el 9 de diciembre del 2019 el Juzgado de lo Penal número 1 de la capital gallega dictó una sentencia declarándola culpable de un delito continuado de acusación o denuncia falsa, de otro de maltrato habitual a la niña y de dos de lesiones leves al hombre.

En total, la pena a la que ha sido condenada suma dos años y medio de cárcel, 5.040 euros de multa y un año y medio de prohibición de comunicarse con su hija por cualquier medio, tiempo en el que ni tan siquiera podrá mantener contacto visual, escrito o verbal con la pequeña. Tampoco podrá acercarse a menos de 200 metros de ella en ese mismo período de tiempo y, además, tras resolverse ahora el recurso de apelación que interpusieron ambas partes contra el fallo de primera instancia, la sección compostelana de la Audiencia Provincial acaba de decidir que deberá también indemnizar a la pequeña con 3.000 euros por el daño moral que la causó.

El relato de hechos probados sitúa en el 11 de febrero del 2015 el inicio de esta historia de mentiras y falsas acusaciones, que la mujer no limitaba solo a la niña, sino que también aseguró a lo largo de la investigación que su exmarido, al que calificaba como un hombre violento, también la había agredido física y sexualmente a ella y física y psicológicamente a su otro hijo, mayor que la pequeña.

La mujer llevó varias veces a su hija a los servicios médicos tras pasar la niña el fin de semana con el padre. Los médicos que la examinaron tan solo percibieron lesiones que podían deberse «a causas muy diversas», como la «falta de higiene o mala higiene, cambio de productos de higiene, infecciones, estrés, tocamientos o rozamientos», ya que eran meras y leves irritaciones en la zona de la vagina.

Pese a que el diagnóstico ni mucho menos avalaba un abuso sexual, la madre presentó varias denuncias que adornaba con «una serie de verbalizaciones de la menor de contenido sexual y expresamente de que era objeto de abuso por su padre que en realidad no eran fruto de la espontaneidad de la menor sino de las enseñanzas de la madre».

Llegó incluso a guardar en una bolsa las bragas de la niña, que fueron analizadas sin que se hallase en ellas ningún rastro de esperma, saliva o ADN del padre. En otra ocasión hasta denunció que la pequeña le había dicho que, según recoge la sentencia, «su padre le había hecho comer la salchicha de plástico, poniéndole un plástico blanco, pero que no le entraba bien porque tiene el pito grande» y que eso ocurría en la habitación, con la puerta cerrada con llave «y le tapaba la boca mientras lloraba».

Un calvario de cuatro años para el hombre

Las falsas denuncias de un delito tan grave como son los abusos sexuales a una niña han supuesto sin duda un duro trance para la menor, sometida a exploraciones, revisiones médicas, citas psicológicas y psiquiátricas o estancias en un punto de encuentro. De ahí que al resolver los recursos, la sección compostelana de la Audiencia Provincial haya decidido añadir una indemnización de 3.000 euros que tendrá que abonarle la madre, que la obligó a acusar a su padre diciéndole que de otro modo ella se pondría triste e incluso podría ir a la cárcel, así como también su hermano.

Pero el calvario para el padre en estos cuatro años ha sido terrible. Su vida personal, familiar y social se vio seriamente afectada porque no pudo disfrutar de su hija en plenitud y todo su entorno conoció las denuncias que pesaban sobre él por parte de su exmujer, por no hablar de las veces que fue detenido y estuvo privado de libertad.

La situación le provocó dos crisis de ansiedad, aunque poco a poco los hechos se fueron esclareciendo y llegó el momento en el que las tornas cambiaron, le quitaron la custodia de la niña a la madre y se la dieron a él y pudo denunciarla y ver como finalmente ha sido condenada.