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Cuando Aragonés despreció la bandera española, Sánchez tendría que haber dado por finalizado el diálogo con los secesionistas

Por Juan Pardo.- Cada día confío menos en la justicia. Dar plenos poderes al Poder Judicial sería el mayor error que podríamos cometer. Están más divididos que los políticos y con más mala leche que los políticos. Ayer, cuando Aragonés, despreció la bandera de España, Pedro Sánchez tenía que haber dado por finalizado el diálogo. Hoy, los tribunales de justicia deberían haber procesado con inhabilitación cautelar a Pere Aragonés; hasta después del correspondiente juicio quedaría apartado de la política como, en su día, quedó Torra. En todas, todas y todos los actos oficiales, siempre tiene que estar presente la bandera española. La siguiente bandera, la comunitaria, pero no es de obligatorio cumplimiento.

Doblado el espinazo, inclinada la cabeza, Pedro Sánchez ha honrado a la señera que es la bandera de una región de España. Pedro Aragonès ha contestado de forma miserable, retirando la bandera española, la bandera constitucional de todos.

Interlocutores de las redes sociales han puesto a parir al presidente del Gobierno español. Han hecho humor turbio con él. Le han dedicado burlas hilarantes. Le han despedazado. Le han recordado que se ha puesto al frente de la caravana política de las concesiones y las vejaciones. Me parece injusto. En este caso, el presidente del Gobierno español ha hecho lo que debía hacer: honrar a una bandera autonómica El que se ha comportado como un truhán es Pedro Aragonès, como preludio de lo que piensa hacer a lo largo de toda la negociación. Consciente de la debilidad de Sánchez, que le necesita para mantener la mayoría parlamentaria, el presidente de la Generalidad está dispuesto a abofetear a España en los carrillos de Sánchez.

El líder socialista jamás debió acceder a una negociación de tú a tú. Ha ofendido a la democracia porque cualquier negociación política de envergadura tiene su mesa en el Congreso de los Diputados, que representa la soberanía nacional, la voluntad general de los españoles libremente expresada.

Pedro Sánchez pretende estirar la relación con sus complicados aliados parlamentarios para no tener que convocar elecciones anticipadas. Bajo el rebenque del secesionismo, genuflexo ante los diputados independentistas que le proporcionan la mayoría, Pedro Sánchez carece de una política coherente y firme y camina desde hace muchos meses dando tumbos. Le han cruzado la cara una vez más en Cataluña. Y no han sido los catalanes. Han sido los secesionistas que solo representan a una parte minoritaria de Cataluña y que se aprovechan de la debilidad sanchista para fortalecer la imagen de una relación tú a tú con España cuando Cataluña es una más de las diecisiete autonomías conforme a lo establecido en la Constitución española.

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