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De Murcia a Polonia en furgoneta para traer refugiados: «No combatimos, así que es nuestra manera de ayudar»

Volodímir y Valeri llevaban días viendo noticias de la invasión rusa de su país. Aunque estaban a miles de kilómetros, en Murcia, decidieron que tenían que ayudar de alguna manera. Así que cogieron su furgoneta y viajaron día y medio para llegar a la frontera polaca cargados de medicinas, comida o ropa. A la vuelta, llevarán con ellos a dos familias que quieren llegar a España y no tienen otra forma de hacerlo.

“Estamos echando una mano a nuestros compatriotas como podemos. Yo me planteé ir a combatir, pero mi mujer está embarazada y no podía dejarla”, asegura a RTVE.es Volodímir. “No estamos luchando contra las tropas rusas, así que es nuestra manera de ayudar”. En su furgoneta de siete plazas quieren llevar a diez personas, a madres y a varios niños.

Ninguno de los dos conoce a las familias que traerán. Desde Ucrania, estas habían contactado por redes sociales con otros voluntarios de su país en España, que se pusieron en contacto con Volodímir y Valeri. “Todos los ucranianos somos como una familia ahora, nos apoyamos entre nosotros”, asegura este último.

No dudaron en cruzar Europa: hicieron más de 3.000 kilómetros en 36 horas. “Sin parar más que para poner gasolina y turnándonos para dormir”, cuentan. Todo para aportar su grano de arena en un conflicto que sienten muy cerca. La madre de Valeri, por ejemplo, está en Ternópil, a solo 200 kilómetros de Polonia, pero aun así no quiere dejar el país, como mucha gente mayor que prefiere mantenerse en Ucrania a pesar de la guerra. “Ahora es una zona tranquila, pero quién sabe lo que puede pasar”, dice.

Orgullosos tras el viaje y estresados por la incertidumbre

Gracias a esa red de voluntarios ucranianos y españoles cargaron la furgoneta con ayuda humanitaria de todo tipo: desde ropa y pañales para los niños, a comida de perro para los animales que usan las tropas. Lo dejaron todo en un almacén polaco, desde el que otro grupo de voluntarios ucranianos lo traslada en camiones al interior del país. En todo el camino les paró una vez la policía, en Alemania. “Pero no tuvimos problemas porque no llevábamos kaláshnikovs”, bromea Volodímir.

Después de ese viaje, se sienten “orgullosos”, según dice Volodímir, pero también “estresados”, asegura Valeri, porque no saben a quién tienen que recoger. Creen, además, que se han quedado sin batería en el móvil, porque desde hace unas horas no responden a sus mensajes. “La última información que tenemos es que estaban a 30 kilómetros de la frontera, pero no sabemos nada”, señala, mientras echa miradas a su móvil continuamente para ver si hay novedades. Vienen andando, y el retraso que se pueden encontrar en la frontera es imprevisible –hace poco podía llegar a ser de un día-, lo que añade más incertidumbre a la espera.

No saben tampoco cuánta gente son, suponen que van “tres o cuatro niños”. Por eso esperan justo a pocos metros de la frontera con un cartel en ucraniano en el que ofrecen siete plazas para ir a España. Explican que muy pocos quieren ir a nuestro país. “Prefieren quedarse cerca de Ucrania, en Polonia o Alemania, porque piensan que esto acabará pronto”.

“¿Tú lo piensas?”, le preguntamos. “No”, responde lacónico, “desgraciadamente no”. Por eso creen que este no será el último viaje que hagan. Ya hay otra furgoneta con más material en camino desde España y ellos mismos se plantean volver a emprender la ruta si hay más gente que quiera llegar aquí.

Carteles para recoger a refugiados y llevarlos por toda Europa

Volodímir llegó hace diez años a España, aunque volvió a Ucrania de nuevo y estuvo allí hasta hace tres para trabajar con una empresa española. Lleva todo ese tiempo esperando a que se tramite su permiso de residencia, por lo que trabaja en negro en la construcción. Ahora recibe el reciente anuncio de regularización a todos los ucranianos residentes en España con algo de escepticismo.

Vitali, por su parte, lleva 20 años en Murcia y tiene allí a su mujer e hijos. Trabaja como decorador en una floristería. “Vengo hace poco de Dubái, donde hemos montado las flores para el pabellón español”, dice orgulloso.

Mientras hacen tiempo hasta que llegan las familias, toman algo caliente en el campamento instalado en las afueras de Przemysl, cerca de la frontera de Medyka. Allí son muchos los voluntarios que también han venido de otros países para llevar en sus coches a refugiados. Vienen sobre todo de Alemania, pero también de Austria o Dinamarca o República Checa, como indican en sus carteles en cirílico para que los puedan leer los ucranianos. Más de 800.000 personas ya han abandonado Ucrania tras el estallido de la guerra hace una semana, y la mayoría de ellos, casi medio millón, ha llegado a Polonia.

Hay además un trajín continuo de autobuses gratuitos que los llevan a las grandes ciudades, sobre todo Varsovia y Cracovia. Muchos se quedan allí, en casas de amigos y familiares, y los que se lo pueden permitir viajan en avión desde allí para encontrarse con sus seres queridos en otros lugares de Europa. Volodímir y Valeri llevan a los que están “solos y sin apoyo” para que puedan encontrar en España un refugio para escapar de la guerra.

(RTVE)

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