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Del «nerviosismo total» al pulso a Sánchez: las ‘semanas horribilis’ de Irene Montero por el sí es sí

La ministra de Igualdad, Irene Montero, no había sufrido una crisis de la magnitud de las últimas dos semanas, pese a haber estado siempre envuelta en la polémica. La Ley del sólo sí es sí, impulsada por su equipo, ha provocado una catarata de reducciones de penas y puestas en libertad de agresores sexuales que han causado una ola de indignación sin precedentes.

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Prueba de ello son las manifestaciones feministas de ayer que, en Madrid, contaron con la presencia de las ministras del PSOE, Nadia Calviño, Isabel Rodríguez y Reyes Maroto, donde hubo pancartas contra la norma del Gobierno y se escucharon gritos de «Montero, dimisión».

Aunque su cargo no ha corrido peligro en ningún momento, por el poder que ejerce dentro de Podemos y la imposibilidad de que Pedro Sánchez la cese sin poner en riesgo el Gobierno, su futuro político se prevé oscuro, tras dos semanas de calvario en las que su soberbia le ha impedido asumir un solo error por las nefastas consecuencias de una ley con la que pretendían presumir de legado, que ha terminado siendo una chapuza de consecuencias lamentables.

Cronología de hechos

Las dos semanas horribilis de Irene Montero comenzaron el pasado martes 15 de noviembre, en plena polémica por la intención del Gobierno de eliminar el delito de sedición para contentar a los separatistas, cuando otro escándalo se cruzó en su camino. Ese día se confirmaron las primeras rebajas de condena a delincuentes sexuales por la ley del sólo sí es sí.

La situación se agravó cuando Podemos decidió que «la mejor defensa es un buen ataque». La juez Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, trataba de justificar el error arremetiendo contra la «justicia machista» que «crea impunidad«. «El problema no es la ley», decía.

El miércoles 16 de noviembre, el goteo de casos de violadores que se beneficiaban de la ley empieza a ser constante. Sale en libertad un profesor condenado a casi 7 años de prisión por abusar de sus alumnos, lo que genera una gran alarma social.

Con Pedro Sánchez en Bali, los ministros socialistas dan una respuesta contradictoria sobre qué ha ocurrido con la ley y optan por desviar la responsabilidad hacia el Tribunal Supremo para que arregle el desaguisado, aunque sea imposible. María Jesús Montero habla de posibles «cambios» pero el presidente corta de raíz esa línea saliendo en defensa de la norma.

A pesar de estas noticias, Irene Montero ni se plantea dimitir y opta por acusar a los jueces de «incumplir la ley» y ser «machistas«. «Naciones Unidas ya nos alerta de que esto puede ser así: que el machismo puede hacer que haya jueces que apliquen de forma defectuosa una ley, que la interpreten erróneamente y que, además, ese machismo compromete la integridad y la imparcialidad de los sistemas de justicia», dijo.

Sus palabras provocan la dura reacción del CGPJ y de todas las asociaciones de jueces, que le reprochan emplear esos términos contra los representantes de la Justicia española, siendo además parte del Gobierno.

El fin de la aventura política

En ese momento, comienzan a saltar las alarmas en Podemos. La sangrante suelta de violadores provoca un «nerviosismo total» y una «profunda preocupación«. Cabe recordar que tan sólo unos días antes de que estallara el escándalo, la formación morada había puesto a Irene Montero en el foco como posible candidata de Podemos a unas generales, si la relación con Yolanda Díaz se iba al traste y no llegaban a un acuerdo con la plataforma Sumar.

Ese día comienza a publicarse incesantes noticias sobre las advertencias que el Gobierno había obviado, incluidas tres del CGPJ y también del Consejo de Estado, que alertaron de la reducción de penas, sin ningún éxito.

El jueves 17 de noviembre, la dirección de Podemos continúa negándose en redondo a rectificar. De forma privada, los podemitas echan un pulso a los miembros del gobierno que creen que Montero tiene que dar un paso atrás. «Sánchez no puede cesar a Montero porque se queda sin gobierno«, sentencian. «A Irene no la va a tocar nadie«, comienzan a decir en sus círculos internos.

La ministra, lejos de rectificar, se envalentona aún más y abronca de nuevo a los jueces delante del presidente del CGPJ, Rafael Mozo, y del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, en el Senado. Aunque se cuida de no usar el término «machismo» por la polvareda levantada y les acusa de no tener formación y ser víctimas del sistema «patriarcal».

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Sábado 19 de noviembre, críticos de Podemos atisban el fin de la aventura: valoran su marcha a Sumar y descartan a Irene Montero como candidata. Ven que este escándalo puede llevar al partido a su extinción. El entorno de Yolanda Díaz y críticos en Podemos, que hasta ahora se habían mantenido en un segundo plano, llegando a estar callados durante tres días en los que no salieron a respaldar a la ministra, apuntan a Ángela Rodríguez Pam, la secretaria de Estado de Irene Montero, por la «nefasta» gestión de la crisis, para intentar salvar a Montero.

Su resurrección

Pero el lunes 21 de noviembre comienzan a cambiar las tornas. El pulso de Podemos al Gobierno logra su efecto. Sánchez sabe que si no mantiene a Irene Montero, su cese puede convertirse en el principio del fin de su Gobierno. Por ello, el PSOE une su destino al de la ministra de Igualdad en una rueda de prensa en Ferraz de Pilar Alegría y asumen que la ley del sólo sí es sí es de todo el Gobierno.

La huida hacia delante de todo el Ejecutivo no calma las aguas y Montero continúa siendo objeto de duras críticas. Su imagen política parecía insalvable hasta que el miércoles 23 la diputada de Vox, Carla Toscano, dijo desde la tribuna de oradores del Congreso durante el Pleno de Presupuestos Generales del Estado que la ministra le debe el cargo al hecho de «haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias».

Todos los diputados de izquierdas se revolvieron contra sus declaraciones y lo que era un bloque agrietado, se unió en torno a Irene Montero para defenderla de los «ataques personales» de Vox entre aplausos, golpes a los escaños y reproches que no fueron contenidos en ningún momento por el presidente en ese momento del Congreso, Gómez de Celis. Dos minutos de gloria para la ministra que, emocionada, daba las gracias y pedía «acabar con estos fascistas».

El marco cambiaba por completo y el jueves 25 la ola de indignación pretendía dirigirse contra Vox por «insultar a las instituciones». Atrás parecían quedar la suelta de violadores, los pactos con los proetarras de Bildy y ERC para los PGE, la eliminación del delito de sedición aprobado con nocturnidad pasada en la madrugada del viernes 26, y la posible reforma del de malversación.

El Gobierno respiraba aliviado por la oportunidad que le brindaba agitar de nuevo el fantasma de la ultraderecha y resucitar a una ministra completamente quemada que tiraba de victimización para erigirse en mártir de la izquierda.

Tanto, que los diputados de izquierdas la homenajeaba en el Congreso por partida doble: recibiéndola con un ramo de flores en su despacho los de Podemos y fotografiándose todos los partidos, salvo el PP y Vox, para mostrar su repulsa por la intervención de Toscano. Este sábado se producirá el cierre de filas definitivo con un acto en el Círculo de Bellas Artes bajo el lema «Con todas, por todas» para reivindicar su ley y a Irene Montero.

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