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Del Vox que me ilusionaba en 2017 al de hoy

Corría otoño de 2017, venía al Colegio de Médicos de Málaga Ortega Lara y un tal Santi Abascal.

Cansado de la cobardía del Partido popular, de su corrupción y de su cada vez más evidente falta de valores, decidí pasarme y ver que tenían que decir esos señores de un partido sin representación parlamentaria ni repercusión mediática alguna. Vox se llamaba.

Quince minutos antes del mitin llegaron Ortega Lara y Santi Abascal, sin escoltas, sin muchedumbres, pude charlar con ambos, hacerme unas fotos con ellos sin esperar colas;  cercanía, sería la palabra si tuviese que elegir una, para describir el trato de esos líderes de un partido residual.

Podría repetir las palabras de aquella reunión de amigos. y digo reunión de amigos, no porque conociese a nadie, más bien por el número de asistentes.

Esa reunión de amigos y las palabras cercanas y contundentes, verdades aplastantes expresadas en un lenguaje directo, casi de la calle, de reunión de amigos en una tasca, hicieron, y no me confundo, que todos y cada uno de los asistentes saliéramos de ese mitin con una ilusión que no sentíamos desde hacía años años. Ilusión y fe ciega en la integridad de un líder que venía a plantar batalla a la nefasta gestión de la izquierda y a la cobardía de la maricomplejines derechita cobarde en un partido de Valientes. ¿Qué español de bien no lo haría? Así que tras contagiarle a mi mujer la ilusión y entregarle su libro dedicado por don Santiago, nos apuntamos al siguiente mitin de Vox, esta vez en Algeciras, en plena calle, ya que el hotel donde estaba previsto celebrarlo había cedido a las presiones del ayuntamiento, pero este partido no se arrugaba y se hizo el mitin en una plaza, rodeados de podemitas y de antidisturbios. Fuimos unas 200 personas y la sensación fue aún mejor.

¡Qué cojones mas bien puestos! Este hombre tiene que ser nuestro presidente, tarde más o tarde menos.

Al poco tiempo le mandé por privado en twitter a don Santiago la foto que me hice con él en Málaga; al día siguiente me contestó, con lo que ya me había ganado totalmente: un presidente de un partido… ¡y me contesta! Claro que en esa época don Santiago solo tenía 60.000 seguidores, muy lejos de los 616.400 que tiene hoy.

Ilusión y defensa a ultranza de Vox, eso fue lo que todos y cada uno de los afiliados y simpatizantes de Vox hacíamos en redes sociales, bares, reuniones y donde se terciase. Se terminaron los complejos, ya no votamos al PP y tenemos un partido que nos representa.

Se olía el éxito y tras las andaluzas ya todo cambió; llegaron trepas del PP y abogados de Ciudadanos, a los que se les dio un puesto en jurídico o en comunicación.

Desde Málaga parecían empeñados en sustituir a todos los coordinadores que, desde un principio, estaban trabajando para hacer un sitio a paracaidistas recién llegados. Se promovió el enfrentamiento de las bases y por consiguiente el fracaso en las municipales.

Pero nada de esto hizo que la cúpula del partido reaccionase. En las generales pintaron oros y los 52 de Vox ya no respondían a los mensajes de twitter, los menús de como mucho 12 euros pasaron a comidas en el asador de Guadalmina (maravilloso sitio, pero nada económico), hacerse una foto suponía colas de una hora y no había tiempo para la cercanía.

Nada de esto sería reprochable, si hubiera ilusión, si ese lenguaje cercano y contundente se materializara en hechos, si el mensaje contundente no se hubiese relajado, si se pudiese denunciar la bandera LGTBI en los balcones del ayuntamiento sin que te cesaran de tu cargo o si se siguiese escuchando aquello de “los españoles primero”.

Soy de Vox y seguiré siendo de Vox, pero sin complejos, quiero ese Vox que nos ilusionó, sin medias tintas, el que decía “los españoles primero”, el que quería terminar con los chiringuitos LGTBI, el que no daría un solo euro a los chiringuitos de femilocas, el que mostraba cercanía con sus bases, el que no hacía ostentación en grandes restaurantes, el que decía que paracaidistas ni uno, el de los mitines en una plaza de Algeciras, micrófono en mano.

Todo partido necesita renovarse o morir, la renovación de Vox pasa por volver a sus inicios. Atenuar el discurso es renunciar a todo lo que te hizo obtener 52 diputados y ser el primer partido constitucionalista de la oposición en Cataluña.

Venir de vacaciones a Sotogrande o mandar a Espinosa de los Monteros a Málaga para hacerse una lamentable foto, no vale para ilusionar a nadie, más bien al contrario.

En un partido con cojones y perdonen la expresión, la cúpula y más antes de unas autonómicas, bajas de Madrid y das un puñetazo en la mesa antes de hacer una limpia en Málaga. ¿Hay coordinadores con negocios relacionados con una empresa pseudomunicipal de Mijas? A la puta calle.

Que hay cargos con un pasado progresista-feminista, a la puta calle. Que primero esta el cargo y después los valores, a la puta calle. Que las amigas o queridas tienen cargo, a la puta calle los dos. Que no aceptan un análisis de sangre voluntariamente, a la puta calle.

Limpiar no es destrozar un partido, es hacerlo más grande, limpiar es ser consecuente con lo que vendía don Santiago, limpiar es ser diferente a los demás, limpiar es ponerse una vez colorado y no cien amarillo.

Si este sigue siendo el partido de los valientes, don Santiago, limpie usted, renueve el partido, olvídese de gestoras incompetentes y trepas, permita elecciones en Málaga y acepte el resultado que democráticamente salga, así y solo así volverá la ilusión a Vox Málaga y en toda España.

¡Viva España y Viva nuestro antiguo Vox!

*Ex coordinador de Vox den Mijas (Málaga)