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Edimburgo – La Gaceta de la Iberosfera

Parece ser que el Duque de Edimburgo transcurre por sus últimas semanas de vida. Merece un homenaje del feminismo. Nadie ha sabido moverse detrás de una mujer, midiendo siempre la distancia, como este Príncipe griego de nacimiento y consorte de la Reina Isabel II del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Siempre a metro y medio de distancia, con los brazos cruzados en la espalda, lo mismo de uniforme, que vestido de calle o con la falda escocesa. Se comenta que Edimburgo ha llevado el kilt escocés siempre con calzoncillos, por si las moscas. Los escoceses pasan de calzoncillos, y resulta altamente embarazoso que un fuerte golpe de viento haga flamear la falda y que ésta, inoportunamente, se incorpore a alturas que no le corresponden, y deje a la intemperie y a la vista las características íntimas de sus portadores.

Y dirigiéndose a la Reina de Tonga le preguntó: “¿Es usted hombre o mujer?”

Edimburgo ha representado en los actos oficiales y grandes celebraciones la imagen del más elegante aburrimiento. Y como decía mi maestro Santiago Amón, “nadie ha llevado con su sentido de la armonía tantas condecoraciones en su uniforme sin haber estado en ninguna guerra”. 

Pero el Príncipe Felipe se ha vengado de los tedios y las sombras con sus comentarios indiscretos que han puesto a su mujer, la Reina, en situaciones comprometidas. En uno de esos viajes a las antiguas colonias inglesas, le tocó el turno a la isla y Reino de Tonga, cuya Reina daba en la báscula más de 160 kilogramos. La Reina Isabel hablaba animadamente con su colega tonguesa, cuando Edimburgo interrumpió la charla. –Perdón por la interrupción-; y dirigiéndose a la Reina de Tonga le preguntó: – ¿Es usted hombre o mujer?-. Escándalo diplomático.

“En Inglaterra se come muy mal. Y el lugar donde peor se come de Inglaterra, es el Palacio de Buckingham” (El Duque de Edimburgo)

Uno de esos artistas que timan a los millonarios con la colaboración de los críticos y el seguimiento de los tontos –tipo Tapies-, fue homenajeado en Londres con una magna exposición. Al acto de la solemne inauguración de la muestra del presumible delincuente, asistió en representación de Isabel II el Duque de Edimburgo. El artista acompañaba al Duque, y se detuvo ante una de sus esculturas preferidas. Millones de libras esterlinas. -¿Qué le parece, Alteza?-; -Me parece muy bien para colgar toallas-. Los críticos escandalizados. Y más aún cuando al abandonar la galería, los periodistas le pidieron que resumiera su opinión de las obras de arte expuestas. –Me ha parecido bastante divertido. El autor tiene dos maneras de expresar su arte. Si se puede colgar de la pared, es una pintura. Si se puede dar una vuelta en torno a ella, es una escultura. Muy edificante-

Bueno es recordar a quien pasó por la vida desfilando detrás de una mujer, soltando impertinencias y repartiendo ironías no siempre oportunas

Nunca ha destacado Inglaterra en la gastronomía. Y en este apartado los ingleses han sido muy criticados. El gran escritor de humor francés, Pierre Daninos, autor de “Los Cuadernos de Míster Thompson”,  escribió “que los ingleses inventaron la sobremesa para olvidar su comida”.  Eso sí, el desayuno inglés es el más completo del mundo, de ahí que Somerset Maugham recomendara que para comer bien en Inglaterra había que desayunar tres veces al día. La excepción fue, como en todo, Churchill. Cuando se inauguró en Londres, recién terminada la Segunda Guerra Mundial, el restaurante “Le Cocq D’Or” escribió una resumida crítica después de comer en sus caras instalaciones: “Si la sopa hubiera estado tan caliente como el vino, el vino hubiera cumplido los mismos años que el pavo, y el pavo hubiera tenido la pechuga de la camarera, pues muy bien”. 

Edimburgo no ha tenido reparos en reconocerlo. “En Inglaterra se come muy mal. Y el lugar donde peor se come de Inglaterra, es el Palacio de Buckingham”. 

En este mundo de hoy, donde los grandes personajes brillan por su ausencia, bueno es recordar a quien pasó por la vida desfilando detrás de una mujer, soltando impertinencias y repartiendo ironías no siempre oportunas

Preguntó el periodista de París Match: —Alteza, ¿ama a la Reina?

—Sí, pero no me lo recuerde.