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El 12 de octubre y la Hispanidad

Cristóbal Colón en la Corte de los Reyes Católicos, de Juan Cordero

Eduardo Palomar Baró/FNFF.- A principios del siglo XX, el término Hispanidad había caído en desuso. Pero en 1926 el sacerdote español Zacarías de Vizarra, nacido el 4 de noviembre de 1880 en Abadiano (Vizcaya), propuso, en un artículo que publicó en Buenos Aires, que “Hispanidad” debiera sustituir a “Raza” en las celebraciones del doce de octubre. La celebración del doce de octubre como “Fiesta de la Raza” había sido propuesta en 1913 por el gijonés, abogado, empresario y político, Faustino Rodríguez San Pedro Díaz-Argüelles, desde la organización Unión Ibero-Americana, que presidía él, y en 1918 alcanzó en España el rango de fiesta nacional con esa denominación.

Denominación ampliamente utilizada de hecho en distintas Repúblicas americanas que habían reconocido también el 12 de octubre como fiesta nacional, sin nombre alguno o bajo otros rótulos.

En enero de 1913, la Unión Ibero-Americana difundió unas hojas tituladas “Fiesta de la Raza”, en las que podía leerse:

“Es aspiración fomentada por la Unión Ibero-Americana, y para cuya realización se propone efectuar activa propaganda en 1913, la de que se conmemore la fecha del descubrimiento de América, en forma que a la vez de homenaje a la memoria del inmortal Cristóbal Colón, sirva para exteriorizar la intimidad espiritual existente entre la Nación descubridora y civilizadora y las formadas en el suelo americano, hoy prósperos Estados. Ningún acontecimiento, en efecto, más digno de ser ensalzado y festejado en común por los españoles de ambos mundos, porque ninguno más ennoblecedor para España, ni más trascendental en la historia de las Repúblicas hispano-americanas. De no haber sido ineludible el amoldarse a la organización oficial de los agasajos que se celebraron en honor de los Delegados ibero-americanos en las fiestas del Centenario de Cádiz, se hubiera celebrado el té con que les obsequió la Unión el día 12 de octubre en vez del 13, pues tal era el propósito de nuestra Sociedad, el de hacer coincidir con esta fecha el honor de recibir en ella a los emisarios ibero-americanos”.

Ramiro de Maeztu Whitney

El escritor e ideólogo español Ramiro de Maeztu Whitney, nació en Vitoria el 4 de mayo de 1875 y fue asesinado el 29 de octubre de 1936 en Aravaca, de madrugada, tras una saca de la madrileña cárcel de las Ventas, donde la democrática República le mantenía detenido desde el 30 de julio de 1936. Agudo observador de la realidad española, tras sufrir la ruina familiar al hundirse los negocios en Cuba, y desde la relativa distancia de ser hijo de inglesa, estar casado con una inglesa y haber vivido quince años en Inglaterra, el gobierno del general Primo de Rivera le nombró en 1928 embajador de España en la Argentina. Allí tuvo ocasión de tratar con Zacarías de Vizcarra, el introductor en 1926, como hemos visto, de la idea de la “Hispanidad”.

En enero de 1931 propuso llamar “Hispanidad” a la revista que planeaba junto con Eugenio Vegas Latapie y el Marqués de Quintanar, en los días previos a la proclamación de la República del 14 de abril. Pero aunque esta revista se acabó llamando “Acción Española”, y se abrió con su artículo “La Hispanidad”, el 15 de diciembre de 1931, primero de los que allí fue publicando a lo largo de 1932 y 1933, recopilados luego en su famoso libro “Defensa de la Hispanidad” (primavera de 1934), la obra que le hizo más conocido y que influyó de manera determinante en la consolidación de una alternativa política hispánica frente a las pretensiones globalizadoras del comunismo soviético, en un proceso que, tras el fallido golpe de estado revolucionario contra la República burguesa de octubre de 1934, desembocó en el alzamiento militar de julio de 1936. El artículo “La Hispanidad” empezaba así:

«El 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad». Con estas palabras encabezaba su extraordinario del 12 de octubre último un modesto semanario de Buenos Aires, ‘El Eco de España’. «La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra. Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como ésta de Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?»

Miguel de Unamuno y Jugo

Uno de los principales defensores de la Hispanidad fue el filósofo y escritor Miguel de Unamuno y Jugo. Nació en Bilbao el 29 de septiembre de 1864. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, obteniendo el doctorado con una tesis sobre el pueblo vasco. Obtuvo la cátedra de Griego en Salamanca. En 1894 se afilió al Partido Socialista y en el año 1900 fue nombrado Rector de la Universidad de Salamanca, cargo del que fue desposeído en 1914, por declarase partidario de los aliados. Fue deportado en 1924 a la isla de Fuerteventura, por escribir un artículo injurioso contra el rey Alfonso XIII. Posteriormente se exilió en Hendaya y París. En 1927 ya prefiere hispanidad a españolidad. Y así exponía:

“Digo Hispanidad y no Españolidad para atenerme al viejo concepto histórico-geográfico de Hispania que abarca toda la Península Ibérica para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que han hecho el alma terrena –terrenosa, sería acaso mejor– y a la vez celeste de Hispania”.

Sobre este concepto, Gonzalo Fernández de la Mora explicaba que:

«Todavía en la decimoquinta edición del Diccionario (1925) de la Real Academia de la Lengua la voz “hispanidad” era un sinónimo de “hispanismo” o modo peculiar de hablar español que se aparta de las reglas comunes. En 1926, Zacarías de Vizcarra propuso en Buenos Aires que se diese al vocablo dos nuevas acepciones, una geográfica como ‘conjunto de todos los pueblos hispanos’ y otra ética como ‘conjunto de las cualidades que distinguen a dichos pueblos’. Maeztu adoptó esas dos acepciones en un texto conciso y riguroso: “la Hispanidad aparece dividida en veinte Estados lo que no logra destruir lo que hay en ellos de común y que constituye lo que pudiera denominarse la hispanidad de la Hispanidad”».

Y Fernández de la Mora escribe que:

«Maeztu reduce el ideal hispánico a un pensamiento radical: ‘la igualdad esencial de todos los pueblos de la tierra’. Esta tesisantropológica tiene un corolario ético: ‘los hombres son iguales en punto a libertad metafísica’. Ambas aserciones laicas y racionales tienen una traducción religiosa y dogmática que, además, es católica: ‘todos los hombres si quieren pueden salvarse’. Según Maeztu, lo propio de los mejores hispanos del período áureo fue entregarse a la defensa de esa alta concepción del hombre».

Unamuno regresa a Salamanca en 1931, volviendo a ser nombrado Rector de la Universidad, pero nuevamente fue desposeído del mismo por el Gobierno de la República, por haberse adherido al alzamiento de Franco. El 12 de octubre de 1936 tuvo un grave enfrentamiento con el general Millán Astray, solucionado rápidamente por la sabia y delicada intervención de doña Carmen Polo de Franco. El 31 de diciembre de 1936, falleció en Salamanca el polémico, original, desbordante, a veces contradictorio –tanto en su pensamiento como en su actividad política–, don Miguel de Unamuno.

Santiago Montero Díaz

Profesor e ideólogo español, nacido en El Ferrol el 21 de enero de 1911, al proclamarse la República militaba en las filas comunistas. En 1931 publicó en Valencia un opúsculo dedicado a “Los Separatismos”, en el que defendía al «conjunto de naciones ligadas por una comunidad de intereses y subordinadas a una denominación común de hispanidad». Montero se transformó de un comunista a un nacional sindicalista. En 1933, una beca facilita su estancia en Alemania, cerca del profesor Erich Caspar, en el “Historische Seminar” de la Universidad de Berlín. En diciembre de 1933 ya escribe en la revista “JONS”, bajo un artículo que llevaba por título “Esquema de doctrina unitaria”. En 1937, Antonio Machado habla en su discurso de clausura del Congreso Internacional de Escritores de Valencia como «un español consciente de su hispanidad».

Isidro Gomá Tomás, Arzobispo de Toledo y Primado de España

El 12 de octubre de 1934, en el Teatro Colón de Buenos Aires, en la velada conmemorativa del «Día de la Raza» (denominación impuesta en Argentina por el uso, pues el decreto de 1917 que convirtió el doce de octubre en Fiesta Nacional Argentina, firmado por el presidente Irigoyen, no menciona rótulo alguno), pronunció el Arzobispo de Toledo y Primado de España, Isidro Gomá Tomás, un importante discurso, “Apología de la Hispanidad”:

«Y sigamos removiendo obstáculos a la gran obra. Se ha llamado a este día, 12 de Octubre, el día de la raza. ¿De qué raza? ¿Qué es la raza? Yo no sé lo que ha puesto Dios en el fondo del organismo humano y del alma humana y en el fondo, tal vez más misterioso, en que cuerpo y alma se unen en unión sustancial para formar el ser humano, que el hombre, nacido de un tronco, se diversifica socialmente; en el cuerpo, por determinados caracteres anatómicos; en el alma, por distintas tendencias espirituales, y en la historia, por corrientes de civilizaciones inconfundibles. Religión, lengua, literatura, arte, instintos, hasta el mismo concepto de la vida, es decir, cuanto puede llamarse proyección social del humano espíritu, todo imprime y recibe a su vez el sello de la raza. Dejemos a filósofos y antropólogos que definan y expliquen el misterio. Nosotros no podemos hacer más que definir el concepto de raza tal como lo entendemos al adoptarlo para esta fiesta, o tal como se requiere para expresar el concepto de hispanidad.

La raza, dice Maeztu, no se define ni por el color de la piel ni por la estatura ni por los caracteres anatómicos del cuerpo. Ni se contiene en unos límites geográficos ni en un nivel determinado sobre el mar. La raza no es la nación, que expresa una comunidad regida por una forma de gobierno y por unas leyes; ni es la patria, que dice una especie de paternidad, de sangre, de lugar, de instituciones, de historia. La raza, decimos apuntando al ídolo del racismo moderno, no es un tipo biológico definido por la soberbia propia y por el desdén a las otras razas, depurado por la selección y la higiene, con destinos trascendentales sobre todas las demás razas.

La raza, la hispanidad, es algo espiritual que trasciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y los conceptos de nación y patria. Si la noción de catolicidad pudiese reducirse en su ámbito y aplicarse sin peligro a una institución histórica que no fuera el catolicismo, diríamos que la hispanidad importa cierta catolicidad dentro de los grandes límites de una agrupación de naciones y de razas. Es algo espiritual, de orden divino y humano a la vez, porque comprende el factor religioso, el catolicismo en nuestro caso, por el que entroncamos en el catolicismo católico, si así puede decirse, y los otros factores meramente humanos, la tradición, la cultura, el temperamento colectivo, la historia, calificados y matizados por el elemento religioso como factor principal; de donde resulta una civilización específica, con un origen, una forma histórica y unas tendencias que la clasifican dentro de la historia universal. Entendida así la hispanidad, diríamos que es la proyección de la fisonomía de España fuera de sí y sobre los pueblos que integran la hispanidad.

Es el temperamento español, no el temperamento fisiológico, sino el moral e histórico, que se ha transfundido a otras razas y a otras naciones y a otras tierras y las ha marcado con el sello del alma española, de la vida y la acción española. Es el genio de España que ha incubado el genio de otras tierras y razas, y, sin desnaturalizarlo, lo ha elevado y depurado y lo ha hecho semejante a sí. Así entendemos la raza y la hispanidad».

El cardenal Isidro Gomá Tomás, nació el 17 de agosto de 1869 en La Riba (Tarragona), realizando los estudios eclesiásticos en el Seminario tarraconense, y una vez ordenado presbítero, ejerció durante veinticinco años como profesor en esa institución, manteniendo a la vez una gran actividad literaria y eclesiástica. El Papa Pío XI le preconizó el 20 de junio de 1927 como Obispo de Tarazona, y el 12 de abril de 1933 fue nombrado Arzobispo de Toledo y Primado de la iglesia española. El inicio de la guerra civil le sorprendió en Tarazona, de donde pasó a Navarra. En noviembre de 1936 interpretó como máxima autoridad de la iglesia española el sentido de la guerra en “El caso de España”, texto muy difundido por todo el mundo, sólo superado por la famosa “Carta colectiva del Episcopado español”, de la que fue principal redactor.

Entre diciembre de 1936 y octubre de 1937, fue representante confidencial y oficioso de la Santa Sede ante el Gobierno del Generalísimo Franco. En julio de 1937 pronunció el discurso de la Ofrenda de España al Apóstol Santiago, ceremonia suprimida por la República en 1931 y restaurada ese año por un decreto del Caudillo. Terminada la guerra fue el encargado de recibir la oración de Franco, cuando ofrendó a Dios la espada vencedora, en la ceremonia que tuvo lugar el 20 de mayo de 1939 en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid. El Cardenal Goma dispuso que la espada fuera custodiada en el Tesoro de la Catedral Primada. Falleció en Toledo el 22 de agosto de 1940.

Ernesto Giménez Caballero

Nacido en Madrid el 2 de agosto de 1899, escritor, catedrático de literatura española en el Instituto del Cardenal Cisneros de Madrid y académico de la Lengua, dio su peculiar versión del término: “una palabra sacra y milenaria, de origen ibérico (Hispal o Hispan), la primordial Sevilla (desde donde se partiría para América recién descubierta). Hispal o Hispan, vocablo ibérico que garantizaría a Portugal y Brasil su iberismo y el resto del vocablo pura ‘latinidad’: el sufijo ‘latem’. Por consiguiente, sin necesidad de recurrir a la América ‘ibérica’ ni a la ‘latina’, esta última inventada por los celtizados franceses. La palabra Hispanidad es, por tanto, milenaria y sagrada. La empleó ya en el siglo I antes de Cristo –Hispanitatem– el cónsul Polion aplicada al español Quintiliano, y restaurada por los humanistas del renacimiento, como Filelfo y hasta el místico español Alejo de Venegas.

Celebración del Día de la Hispanidad

El 12 de octubre de 1935 ya fue celebrado en Madrid el Día de la Hispanidad. A la española hora de las cinco de la tarde, Ramiro de Maeztu pronunció un elocuente discurso en la Academia Española, sobre el descubrimiento y la colonización de América. Y con el título «El día de la Hispanidad» publicó un artículo en el número inaugural de “Hispanidad”, revista quincenal cuyo primer número está fechado precisamente el 12 de octubre de 1935. En el segundo número de esa revista puede leerse:

«La conmemoración de la fiesta de la Hispanidad. Con gran brillantez se ha celebrado este año el día de la Hispanidad. Toda España se ha sumado a su conmemoración. Y no solamente en España. En América, ni qué decir. En cuanto al extranjero, allí donde existe un núcleo de españoles se han reunido y han brindado por la raza española.» (Hispanidad, nº 2. 1 noviembre 1935.)

Un año después, en octubre de 1936, –tal como hemos mencionado más arriba–, Ramiro de Maeztu, prisionero de la República en la cárcel de Madrid, fue asesinado sin juicio en una de aquellas tristemente famosas sacas. Pero su Defensa de la Hispanidad volvió a publicarse en 1938, en plena Guerra Civil española, y sus ideas se convirtieron en uno de los principales soportes ideológicos de quienes alcanzaron la Victoria y pudieron establecer la Paz sobre quienes entonces preferían convertir España en una república bolchevique satélite de la Unión Soviética. Zacarías de Vizcarra volvió a España en 1937 y se convirtió en uno de los principales colaboradores del Cardenal Gomá, desde la Secretaría General de la Dirección Central de la Acción Católica Española, orgánicamente dependiente del Arzobispo de Toledo.

No debe extrañar, por tanto, que incluso antes de alcanzarse la paz en España, en las celebraciones del doce de octubre se fuese generalizando en medios oficiales, desde muy pronto, la denominación Día de la Hispanidad o Fiesta de la Hispanidad, aunque, sobre el papel, el decreto de 1918, de Antonio Maura y Alfonso XIII, que denominaba Fiesta de la Raza a la fiesta nacional española, conmemorativa del descubrimiento de América, se mantuviera en vigor durante cuarenta años.

El 12 de octubre de 1939, Año de la Victoria en España, tras poco más de seis meses de post guerra, la celebración oficial del día de la Raza, presidida por el Generalísimo Francisco Franco, tuvo lugar en Zaragoza, con una especial devoción a la Virgen en el día del Pilar, pero sobre todo como Día de la Hispanidad, símbolo de la nueva política interior y exterior que se propugnaba:

«Las fiestas de la Hispanidad han tenido en Zaragoza un escenario incomparable. […] El significado profundo de las fiestas fue la compenetración íntima del homenaje a la Raza y la devoción de Nuestra Señora del Pilar, es decir, el símbolo de la unión cada vez más estrecha de América y España. Chile participa con fervor en el homenaje que se rinde a la Hispanidad y se enorgullece de su origen y de sus firmes tradiciones hispánicas». (Germán Vergara, encargado de Negocios de Chile).

«En los albores de la España Nueva, de la España Fuerte, de la España Grande, ha tenido lugar con más significación y solemnidad que nunca la Fiesta de la Raza. […] El Ecuador, ante la significativa solemnidad de este día, no puede menos de sentirse íntima, profundamente unido a España en la ruta hacia el futuro enorme. Hacia la meta grandiosa y clara que expresa: ‘Hispanidad’». (Juan F. Marcos Aguirre, Ministro Plenipotenciario del Ecuador).

«El Caudillo de España ha instituido en Zaragoza, y el día del Pilar, la fiesta de la Hispanidad. En este primer año han acudido al llamamiento las naciones hermanas de Portugal y América Hispana. Todos han hecho su primer acto de afirmación hispánica junto al Santo Pilar de Nuestra Señora. El Caudillo, en un discurso histórico, ha proclamado, a los cuatro vientos, que la Virgen Santísima del Pilar es la Patrona de la Hispanidad.» (Pedro Altabella, «El Pilar y la Hispanidad», en “El Caudillo, la Hispanidad y el Pilar”, número extraordinario de la revista ‘Letras’, 1 de abril de 1940).

En 1943, la celebración oficial en España del Día de la Hispanidad fue objeto de especial atención, por cuanto se vinculó a la reinauguración de la Ciudad Universitaria, destruida durante la guerra:

«Hoy, Día de la Hispanidad». «Con la solemne inauguración de la Ciudad Universitaria y el curso académico 1943-44, se celebra el Día de la Hispanidad».

Aunque, legalmente, el Día de la Hispanidad no alcanzó reconocimiento en la España del franquismo hasta 1958, cuando un decreto de la Presidencia del Gobierno de 9 de enero de 1958 estableció:

«Dada la enorme trascendencia que el 12 de Octubre significa para España y todos los pueblos de América Hispana, el 12 de Octubre será fiesta nacional, bajo el nombre de Día de la Hispanidad.»

En 1981, tras la instauración borbónica y en vigor la Constitución española de 1978, el Real Decreto 3217/1981, publicado en el primer Boletín Oficial del Estado del año 1982, refrendó el doce de octubre como «Fiesta Nacional de España y Día de la Hispanidad».

Pero en 1987 la Ley 18/1987 (BOE 241/1897), aunque ratifica –frente a quienes pretendían elevar de categoría la conmemoración del 6 de diciembre, Día de la Constitución de 1978– como festividad nacional de España el día asociado al Descubrimiento, y «establece el Día de la Fiesta Nacional de España en el 12 de octubre», prescinde de la denominación Día de la Hispanidad, término desprestigiado entre una progresía resentida y revanchista que, en el mejor de los casos, estaba preparando las celebraciones del V Centenario sometida al yugo ideológico del “Encuentro”…