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El bulo para salvar a Sánchez de la catástrofe argelina: del comodín Franco al comodín Putin

Francisco Franco ha sido durante décadas el comodín de la baraja de la izquierda española. Los políticos del PSOE e IU –incluyan ahora a Podemos– se escondían tras su difunta sombra para culparle por acción o por omisión de los males de la gestión política, pese a que llevase años muerto. Todavía sirve incluso para tratar de movilizar el voto o para cualquier cosa que se les ocurra. Es el comodín que lo puede justificar casi todo.

Pero ese ‘casi todo’ es clave. En los últimos meses la izquierda ha descubierto que otro señor bajito puede ser el comodín perfecto para complementar a Franco. Nació en San Petersburgo hace más de seis décadas –entonces Leningrado–, fue agente del KGB durante la Guerra Fría y ahora manda con puño de hierro en el Kremlin. Sí, se trata de Vladimir Putin, el otro hombre que también sirve para encubrir la pésima gestión política de Pedro Sánchez.

La Moncloa ha convertido a Putin en el culpable de la inflación y los desbocados precios de los combustibles, pese a que ambos problemas estuviesen ya descontrolados muchos meses antes de que éste enviase a su ejército a invadir Ucrania. Y ahora tratan de convertirlo en el culpable de la catastrófica gestión de las relaciones con Argelia. Para ellos la claudicación con el Sáhara Occidental no ha influido. Todo es culpa de Putin y de viejas rencillas de la Guerra Fría.

Los asesores de la Moncloa y los ministros del Gobierno se están esforzando por culpar a Rusia de la ruptura entre España y Argelia. Muchos medios de comunicación están replicando esta versión, unos dando voz a los ministros, otros publicando supuestos sesudos análisis apoyando la teoría. Una forma de limpiar la suciedad de Sánchez, fácilmente justificable acudiendo a la «difícil geoestrategia», en el nombre de la cual se puede justificar cualquier cosa.

Es cierto que Argelia fue próxima al Pacto de Varsovia y la URSS en la Guerra Fría. Es cierto que Argel sigue manteniendo excelentes relaciones con Moscú y que el armamento de su Ejército es de procedencia rusa. Es cierto que a Putin le interesa desestabilizar a los países UE y OTAN en un momento donde le presionan con sanciones. Y es cierto que cortar el gas argelino con el que Europa quiere sustituir el gas ruso vendría de maravilla al Kremlin.

Pero esto se viene abajo, como un castillo de naipes, cuando uno se molesta en buscar cuáles son los movimientos que sobre esta materia está realizando Argelia. Su objetivo no es causar problemas de suministro en Europa, sino castigar duramente a España por su cambio de posición sobre el conflicto del Sáhara Occidental y por los feos gestos del Gobierno español con Argel en los últimos meses.

Es claro porque no sólo no ha frenado el envío de gas a España –otra cosa es que aumente el precio de venta en próximas semanas o meses, lo que parece ya muy claro– sino que se está afanando en negociar una nueva alternativa para aumentar el flujo de gas que envía al viejo continente. Y esa nueva puerta a Europa va a ser Italia, un país con muchos más peso dentro de la UE y la OTAN que la propia España.

Es curioso que en esos sesudos análisis que culpan a Putin nunca aparezca nombrada Italia, pese a que argelinos e italianos llevan meses negociando públicamente esta nueva situación y los propios medios han informado de ello. Amnesia al servicio de la Moncloa o amnesia por cansancio de la política. Que cada cual escoja la opción que le cuadre más. Pero los contratos entre Argelia e Italia dejan en evidencia la teoría del boicot de Putin.

En noviembre de 2021, Argelia cerró el gasoducto Magreb-Europa con el que llevaba parte de su gas a la Península Ibérica pasando por Marruecos. Dejaba de suministrar gas gratis en forma de peaje de paso a su vecino e histórico enemigo alauí. En aquel momento no había guerra en Ucrania y la misma parecía algo imposible. La razón de esa ruptura fue el Sáhara Occidental y el apoyo marroquí a los movimientos independentistas que hay en Argelia.

Las relaciones hispano-argelinas en ese momento eran buenas. Argel se comprometió a compensar a España enviando gas por otros métodos. Cuando gira la situación es en marzo, con el anuncio español de su cambio de posición sobre el Sáhara Occidental. Es ahí cuando Argel retira a su embajador y cuando la maquinaria italiana entra en escena. En abril, Argelia e Italia firman un acuerdo para triplicar el gas que comercian entre ellos. El triple de gas, algo ilógico si todo es un movimiento de Putin para dejar a Europa sin esta materia prima.

Lejos de tratar de reconducir la situación, al Palacio de la Moncloa no se le ocurre otra cosa a finales de abril que anunciar que pondría en marcha el Magreb-Europa en sentido inverso para suministrar gas argelino a Marruecos. En Argel, lógicamente, se sienten insultados y advierten de que, si se hace eso, cortarán todo el gas que envían a España. La diplomacia italiana sigue trabajando entonces para convertirse en la nueva puerta de entrada del gas argelino a la UE.

Sin el mínimo gesto de cambio de posiciones en España, Argelia suspendió la pasada semana su Tratado de Amistad con España, mientras potencia sus relaciones con Italia. Este lunes, el ministro de Exteriores italiano se reunió con el embajador argelino en el país para preparar la cumbre bilateral de julio. Mientras España cree que la solución a sus problemas caerá del cielo, Italia le roba su posición aprovechando los errores del Gobierno de Madrid.

Los partidarios del comodín Putin siempre podrán argumentar que la UE no saldría en defensa de España si no fuera porque el problema política está causado por el presidente ruso. Pero no, este argumento tampoco es cierto. El problema es que Argel se ha pasado de frenada congelando las relaciones económicas con España, algo que contraviene el acuerdo de comercio entre Argelia y la UE, lo que Bruselas no puede consentir en ningún caso y Argelia no supo medir antes de tomar la decisión.

No, Putin no es el responsable de la crisis con Argelia. No ha sido la sombra que ha movido los hilos de una supuesta marioneta argelina. Es en el Palacio de la Moncloa donde están los verdaderos culpables de esta catástrofe. Y el acuerdo Italia-Argelia es la demostración palpable de que el Gobierno socialista se empieza a sentir cómodo culpando a Putin de todo aquello de lo que no puede responsabilizar a Franco.

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