Inicio Actualidad El ius sanguinis como núcleo vertebrador de los Estados Unidos de Norteamérica

El ius sanguinis como núcleo vertebrador de los Estados Unidos de Norteamérica

Pioneros Americanos y la Ruta de Oregon

Sigfrido (R).- En el presente artículo, procederemos a analizar una cuestión que en no pocas ocasiones es tratada de manera superficial y completamente errónea por muchos “expertos”, algunos de los cuales no son más que simples peones conscientes o inconscientes, de la siniestra causa mundialista. La antedicha cuestión, que hoy en día se encuentra especialmente de actualidad, habida cuenta de las elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo mes de noviembre en los EE.UU, y de las enconadas críticas que en la prensa mundialista han suscitado algunas de las propuestas del ya nominado como candidato republicano, Donald Trump, cuya lema de campaña es el célebre, “Make America great again!”, no es otra que la siguiente: los orígenes del pueblo norteamericano y el carácter supuestamente inclusivo y abierto de la ciudadanía norteamericana, que convertiría en anómala a cualquier propuesta que se opusiera frontalmente a ese concepto de “melting-pot”, que teóricamente habría configurado al concepto de ciudadanía norteamericana desde el mismo momento en que esta nación fue fundada.

En primer lugar, es rotundamente falsa la afirmación sostenida por los autodenominados “progresistas”, de que los verdaderos norteamericanos serían únicamente los indios. Dicha falacia, no es sino una trampa sofista que emplean para posteriormente añadir que todas las gentes que llegaron a América del Norte con posterioridad a los indios, son una suerte de usurpadores, y por lo tanto, ninguno de esos grupos ostentaría legitimidad alguna para reclamar preeminencia alguna sobre los demás, a la hora de encarnar un determinado arquetipo de “americanidad”.

Los indios vivían en el territorio que a partir de 1781, tras la guerra de la independencia que los colonos libraron contra Gran Bretaña, pasaron a ser conocidos como los Estados Unidos de Norteamérica. Simplemente vivían allí. Pero, como es evidente, ni fueron ellos los que idearon el concepto de “Ámérica”, ni fueron ellos los que forjaron y desarrollaron el “ethos” y las creencias religiosas de los norteamericanos, ni fueron ellos los que diseñaron las instituciones por las que tradicionalmente se ha regido el país, ni fueron ellos los que elaboraron la Declaración de Independencia de 1776, ni los que promulgaron la Constitución de 1788. Es más, dado que en América el mestizaje entre los indios y los colonos blancos fue siempre residual, los indios, que siempre habían vivido bajo el sistema de tribus, tribus éstas que periódicamente guerreaban entre sí formando distintas coaliciones, se mantuvieron en todo momento como un pueblo diferente. Podría decirse incluso, que la etnogénesis de los EE.UU, cuyas primigenias trece colonias de la costa atlántica se expandieron dividiéndose en diferentes estados hasta la costa pacífica en menos de 70 años, es el resultado del antagonismo entre el indio y el verdadero norteamericano. Un verdadero norteamericano que no sería otro que el conocido popularmente con el acrónimo de WASP (white anglosaxon protestant), si bien con los ligeros matices que a continuación haremos.

Así, hemos de recordar que los primeros colonos en asentarse con vocación de permanencia fueron los famosos “pilgrim fathers”, que a bordo del Mayflower, desembarcaron en 1620 en el lugar que ellos bautizarían como Plymouth Rock, ubicado en el actual estado de Massachusetts. Estos peregrinos eran puritanos que huían de las querellas confesionales existentes en la Inglaterra de la época. Socialmente eran personas instruidas, siendo la mayoría de ellos burgueses e incluso integrantes de la “gentry” rural inglesa. Casi todos procedían procedían de la región de East Anglia, que es la que tiene una mayor concentración de sangre sajona en toda Inglaterra, así como de Yorkshire, una región que se caracteriza por la abundancia de sangre sajona y vikinga. De aquella expedición, de la cual formaban parte familias enteras, sólo sobrevivieron 51 personas al crudo invierno de Nueva Inglaterra. Sin embargo, la colonización puritana continuó, y entre los años 1620 y 1640 desembarcaron en la costa de Nueva Inglaterra (zona que en aquel entonces comprendía los actuales estados de Massachusetts, New Hampshire, Rhode Island y Connecticut) 20.000 puritanos que también procedían del noreste de Inglaterra.

 Jamestown, primer asentamiento británico

Jamestown, primer asentamiento británico

El primer asentamiento de Virginia, tuvo lugar en Jamestown, en el año 1607. A diferencia de los asentamientos puritanos emprendidos en las colonias de Nueva Inglaterra, la empresa colonizadora de Virginia fue protagonizada más por aventureros que por familias. La mayoría de estos aventureros eran caballeros o “chevaliers” procedentes de Inglaterra, en muchos casos “segundones” de familias aristocráticas que habían venido a buscar fortuna en América. La mayor parte de ellos se establecerían como plantadores, y se casarían con mujeres inglesas debidamente seleccionadas, que fueron enviadas en barco desde la madre patria. Curiosamente, fue el asentamiento de Jamestown el primero de todos los Estados Unidos en el que esclavos negros procedentes de África fueron desembarcados, en el año 1619.

Mapa de Nueva Ámsterdam de 1664

Mapa de Nueva Ámsterdam de 1664

A este sustracto poblacional netamente inglés, se fueron sumando paulatinamente, y sobre todo a partir de los inicios del siglo XVIII otros procedente de distinto origen, si bien muy afines desde un punto de vista étnico y racial. Así, nos referimos a los conocidos como “Ulster-Scots”, que eran los descendientes de los colonos protestantes escoceses originarios de las “Lowlands” o “Tierras bajas” con los que Oliver Crommwell había repoblado buena parte de Irlanda, a los holandeses que se habían asentado en la desembocadura del río Hudson, en el asentamiento de Nueva Holanda, muy próximo a Nueva Amsterdam, la ciudad que posteriormente, sería cedida por los holandeses a Gran Bretaña y denominada como Nueva York, a los suecos de la antigua colonia de Nueva Suecia, situada entre los estados de Nueva jersey, Delaware y Pensilvania, a los hugonotes procedentes del norte de Francia, en especial de la zona de La Rochelle, tras la revocación del edicto de Nantes llevada a cabo por Luis XIV en 1685 y que se asentaron principalmente en Carolina del Sur, fundiéndose rápidamente con la población inglesa, a los escoceses que huyeron a América tras el desastre sufrido por los jacobitas en la batalla de Culloden librada en 1746,y a los alemanes oriundos del Palatinado.

Soldados americanos (chaquetas azules) se alinearon frente a las tropas británicas

Soldados americanos (chaquetas azules) se alinearon frente a las tropas británicas

Todos estos grupos poblacionales se fusionaron sin el menor problema con los anglosajones en la amalgama “wasp”, con la sola excepción de los alemanes palatinos asentados en Pensilvania, quienes al vivir en asentamientos exclusivamente alemanes y al utilizar únicamente su lengua de origen, suscitaron bastantes resquemores, por ejemplo entre personajes de la talla de Benjamin Franklin, quién arremetió en sus escritos contra ellos.

Pues bien, en el año 1776, año de comienzo de la Guerra de Independencia, nos encontramos con que la población total de los EE.UU era ya de 2 millones y medio de personas, de las cuales, 2 millones eran colonos blancos y 500.000 eran esclavos y libertos negros. De esos 2 millones de blancos, aproximadamente 1.500.000 eran de origen inglés, 300.000 de origen “Ulster-Scot” y escocés, y 200.000 eran principalmente holandeses, alemanes, hugonotes y suecos, con un pequeño porcentaje de españoles, italianos del norte y portugueses que residían en la ciudad de Nueva York. Por consiguiente, de esos 2.000.000 de ciudadanos norteamericanos, nada menos que un 90% eran de origen anglosajón, siendo el 10% restante un componente poblacional europeo fácilmente asimilable, especialmente los holandeses y los hugonotes, tanto por la religión que profesaban como por su vecindad geográfica con Inglaterra.

La conquista del Oeste

La conquista del Oeste

Pese a que se ha dicho y se dice que los primeros colonos norteamericanos eran la “escoria” de Europa y además unos criminales en su mayoría, los hechos demuestran todo lo contrario, como hemos visto en los casos de Nueva Inglaterra y de Virginia. Por lo que a los Ulster-scots, hugonotes, alemanes y holandeses se refiere, puede decirse que la gran mayoría de ellos eran también personas de grandes inquietudes intelectuales, así como laboriosos y emprendedores granjeros. Es cierto que dentro del componente poblacional anglosajón, hubo criminales de toda laya deportados por orden del gobierno de Su Graciosa Majestad, que debían cumplir sus penas como “indentured” o trabajadores forzados en las plantaciones a cuyos dueños eran vendidos. Sin embargo, no es menos cierto que este elemento “indeseable” formaba parte de un porcentaje muy minoritario dentro de los linajes anglosajones que se habían establecido en América. Y buena parte de ellos, los que habían sido condenados en Inglaterra por hurtos famélicos, por motivos religiosos o políticos, por cazar furtivamente en propiedades o por haber llevado a cabo alguna falsificación documental, se integraron perfectamente en sociedad una vez que cumplieron sus condenas. Los elementos más degenerados, como los antiguos asesinos o ladrones incorregibles, acabaron estableciéndose en los Apalaches y sus descendientes son conocidos hoy en día como “hillbillies” o “palurdos”.

Otra falsedad comunmente repetida, especialmente en España y en los países de habla hispana, es la de que los ingleses “exterminaron a los indios”. Nada más lejos de la realidad. En el año 1763, el parlamento británico aprobó una ley en virtud de la cual se prohibió a los colonos anglosajones que vivían en Norteamérica establecerse al oeste de los montes Apalaches, considerando todos los territorios situandos al oeste de esta cadena montañosa como “Territorio indio”. La aprobación de esta ley, junto con la Townshend Act, que gravaba a los colonos con impuestos sobre el cristal, el té, o los sellos, fue uno de los principales motivos por los que se desencadenó la revolución americana, al sentirse los colonos totalmente desamparados frente a las decisiones del parlamento de Westminster, que no tenía en cuenta sus opiniones, ni les otorgaba representación alguna, desoyendo de este modo tanto el secular principio del Common law según el cual, “There are no taxes without representation”, como las normas aprobadas por las asambleas legislativas existentes en cada una de las 13 colonias.

Ni siquiera puede decirse que tras la independencia de los EE.UU y la llamada “Conquista del oeste”, hubiera habido un “genocidio” de los indios. No debe olvidarse que desde sus inicios a comienzos del siglo XVII, los asentamientos creados en Norteamérica, así como los colonos que se adentraban en los inmensos bosques de la costa este, sufrieron el brutal hostigamiento de los indios, que los atacaban, torturaban y mataban de manera frecuente. Los colonos, que en su mayoría no eran seguidores de las doctrinas pacifistas predicadas por la minoría religiosa cuáquera, respondían a estas agresiones con las correspondientes acciones de castigo. Por otro lado, el modo de vida primitivo de los indios, el avance de la civilización hacia el oeste y el exponencial crecimiento demográfico de las sanas familias de los colonos, hicieron inevitable el decrecimiento poblacional de los indios. Sin duda fue un proceso con episodios trágicos e injustos para los indios, pero en modo alguno un “genocidio”.

Padres fundadores de la nación norteamericana

Padres fundadores de la nación norteamericana

Aclarados ya los extremos principales necesarios para desarrollar la tesis principal de este escrito, veamos qué decían algunos de los más renombrados “Founding fathers” o padres fundadores de la nación norteamericana acerca de su concepto de pueblo. ¿Creían en un concepto de nacionalidad abstracta, donde cualquier individuo podría convertirse en ciudadano norteamericano independientemente de cuales fueran sus orígenes, con tal de que residiera o hubiera nacido en los EE.UU , o por el contrario, creían en un concepto de nacionalidad basado en el Ius sanguinis y en el origen de los solicitantes de la nacionalidad estadounidense?.

Thomas Jefferson.

Thomas Jefferson.

John Jay, primer presidente del Tribunal Supremo de los EE.UU, y autor junto con James Madison y Alexander Hamilton de los célebres “Federalist papers”, dice precisamente en esta obra lo siguiente: “ha sido grata a la Providencia conceder este país a un pueblo unido. Un pueblo que desciende de los mismos ancestros, que habla la misma lengua, que profesa la misma religión, apegado a los mismos principios de gobierno, muy similar en sus costumbres, y que, por su acción unida, sus armas y esfuerzos, luchando hombro con hombro durante una larga y sangrienta guerra, ha establecido noblemente la libertad general y la independencia”.

Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores más conocidos, y que era partidario, al igual que la mayoría de los fundadores de la nación norteamericana, con la excepción de los representantes de Georgia y de Carolina del Sur, de la rápida abolición de la esclavitud, escribió en sus “Apuntes sobre el estado de Virginia: “Comparándolos (a los negros) por sus facultades memorísticas, de raciocinio e imaginativas, se me antoja que en cuanto a memoria son prácticamente iguales a los blancos; en raciocinio, muy inferiores; como creo que apenas se podría encontrar a un negro capaz de comprender el teorema de Euclides; en cuanto a imaginación, son apagados, sin gusto y extraños”.

Firma de la Constitución de los Estados Unidos, en Filadelfia, óleo de Louis S. Glanzman.

Firma de la Constitución de los Estados Unidos, en Filadelfia, óleo de Louis S. Glanzman.

En el “auto de procesamiento” que los rebeldes firmaron contra el rey Jorge, Jefferson escribió. “El rey ha provocado insurrecciones domésticas entre nosotros, y se ha propuesto provocar a los habitantes de nuestras fronteras, los despiadados indios salvajes, cuyo célebre arte de la guerra consiste en una destrucción ordinaria de personas, sin importar su edad, sexo o condición”.

Es decir, que Jefferson considera especialmente ofensivo que el rey Jorge III, soberano de Gran Bretaña, utilice a indios salvajes para atacar a los colonos, que son tan británicos como los ciudadanos que viven en las islas allende el Océano Atlántico. Esta hermandad de sangre con Gran Bretaña es mencionada en otros de sus escritos.

Teniendo en cuenta las opiniones de estos dos destacadísimos personajes, opiniones estas que eran compartidas por la práctica totalidad de los norteamericanos de su época y que no iban precisamente en esa línea sentimentaloide de frases superficiales como “la inmigración enriquece”, o “la diversidad nos hace fuertes”, no fue extraño que en el año 1790, se aprobase la conocida como “Naturalization Act” o “ley de nacionalidad” del año 1790.

En virtud de sus disposiciones, únicamente podían optar a la ciudadanía norteamericana aquellos inmigrantes “libres, de raza blanca y de buena conducta”. Asimismo, el texto legal, a la hora de posibilitar la determinación de la “buena conducta” del solicitante de la ciudadanía norteamericana, fijaba un periodo de dos años de residencia en los EE.UU y de de un año de en el estado en el que residía, para poder posteriormente solicitar la naturalización. Si el solicitante era aceptado, debía prestar un “juramento de alianza” a la Constitución de los EE.UU. Los hijos de ciudadanos norteamericanos nacidos en el extranjero, eran considerados “american natural-born citizens”, o ciudadanos norteamericanos de origen.

En los años 1795 y 1798 la “Naturalization Act” fue reformada, en el sentido de extender el requisito de residencia en el territorio federal de 2 a 5 años en la modificación operada en 1795, y de 5 a nada menos que 14 años en el texto de 1798.

Esta legislación debe ser puesta en conexión con la Northwest Ordinance, aprobada en 1787, el mismo año en que la Constitución norteamericana fue aprobada. Esta ley declaraba “suelo libre” el territorio noroccidental de la nueva nación, y que actualmente coincidiría con el área en la que se emplaza el estado de Ohio. Por “suelo libre”, se entendía que en dicho territorio no podría haber esclavos. ¿Y cuál fue la razón última de esta decisión legislativa?. Puede decirse que fueron dos. En primer lugar, el desagrado hacia la institución de la esclavitud que compartía la mayor parte de los padres fundadores, exceptuando, como ya hemos señalado anteriormente, a los representantes de Georgia y de Carolina del Sur. En segundo lugar, la voluntad que tenían los legisladores norteamericanos de que Norteamérica fuera un país blanco y predominantemente anglosajón. El tráfico de esclavos, además de inmoral, suponía para ellos una amenaza contra la integridad racial y cultural de los EE.UU, así como contra la armónica convivencia de sus habitantes, sobre todo si se tiene en cuenta que eran conocedores de cuál era la situación de las colonias británicas del Caribe, como Jamaica y Barbados entre otras, donde una minoría de blancos, encabezada por una aristocracia de terratenientes plantadores, dominaba a una mayoría de mulatos y de negros libertos o esclavos. Esa alarma se agravó cuando tras la bestial revolución haitiana que se produjo durante toda la década de los 90, los blancos fueron masacrados por los mulatos y por los negros, que posteriormente se masacraron entre sí.

En la misma Constitución de 1787 se previó expresamente la prohibición de la importación de esclavos a los EE.UU, con una moratoria vigente hasta 1808, fecha a partir de la cual la prohibición entraría en vigor de manera efectiva.

En cuanto a los negros libres que vivían en los EE.UU, que no eran pocos y que en algunos casos eran propietarios de esclavos negros, estos “freedmen” o libertos quedaban excluidos de la nacionalidad norteamericana, como consecuencia de la aprobación de la “naturalization Act”.

El cuadro de John Trumbull, La Declaración de Independencia, recoge el momento de la presentación del trabajo del Comité de los Cinco al Congreso.

El cuadro de John Trumbull, La Declaración de Independencia, recoge el momento de la presentación del trabajo del Comité de los Cinco al Congreso.

Durante los 40 primeros años de su independencia, Norteamérica recibió anualmente a aproximadamente 6.000 inmigrantes. Esto es, a un total de 240.000 inmigrantes, la mayoría de ellos procedentes de las islas británicas. Entre 1820 y 1846, la cifra anual aumentó a 50.000 inmigrantes, también británicos en su mayoría. Así las cosas, durante los 70 primeros años de su historia como nación indepediente, EE.UU recibió aproximadamente a poco más de 1 millón y medio de inmigrantes, mayoritariamente de estirpe anglosajona. Y pese a haber recibido unos flujos migratorios tan bajos, la población inicial de 2 millones de blancos se había convertido en una población de 18 millones de norteamericanos blancos en el año 1846, o lo que es lo mismo, multiplicaba en ocho veces y media la población norteamericana de 1876. Y si no hubiera sido por las bajas resultado de la guerra de la independencia, y por el exilio de aproximadamente 70.000 colonos norteamericanos lealistas o partidarios de Gran Bretaña durante el conflicto, el incremento todavía habría sido mayor.

El aumento demográfico tan considerable observado en las familias norteamericanas desde los lejanos tiempos de los asentamientos de Plymouth y de Jamestown, y que se explicarían por la fecundidad de los colonos, por su religiosidad, y por las buenas condiciones de salubridad y de alimentación que se podían observar en las 13 colonias, convertidas tras la independencia en estados, hizo que ensayistas de la talla de Lothrop Stoddard, Madison Grant o Henry Pratt Fairchild entre otros, observaran con gran agudeza que la ley de Gresham, no sólo era aplicable en el campo de la economía, sino también en el de la demografía. Según esta ley, la moneda “mala” o falsa, desplaza del circuito monetario a la buena, que acaba siendo guardada por sus tenedores o reservada para la exportación. Desde un punto de vista biológico-demográfico, se constata que cuando un país recibe a un número desorbitado de inmigrantes, de manera consciente y sobre todo de manera inconsciente, los autóctonos tienen menos hijos, al comprender que las condiciones de vida y laborales van a perder calidad. Como consecuencia de esto, los autores nombrados llegaron a la conclusión de que si EE.UU no hubiera recibido a la gigante ola migratoria que afectó al país a partir del año 1848, el número de habitantes de EE.UU en 1920 hubiera sido el mismo que si la cifra de inmigrantes admitidos hubiera sido igual a la de los primeros 70 años de independencia americana.

Bosquejo de inmigrantes chinos a bordo del buque de vapor Alaska, con destino a San Francisco.

Bosquejo de inmigrantes chinos a bordo del buque de vapor Alaska, con destino a San Francisco.

A finales de la década de los 40 del siglo XIX, comenzó a haber importantes tensiones sociales por mor de la masiva arribada de buques con inmigrantes a los puertos de la costa atlántica, principalmente a los de Nueva York y Boston. Las cifras se dispararon hasta los 400.000 inmigrantes anuales, hasta el año 1857, cuando disminuyeron a 100.000 inmigrantes por año. Estos nuevos inmigrantes procedían mayoritariamente de la Irlanda occidental. Eran personas muy pobres y sin instrucción alguna, que huían de la tristemente conocida como “Fiebre de la patata”. La mayoría de ellos, utilizaban el gaélico como su primer idioma y no hablaban o hablaban muy rudimentariamente el inglés. Además, a diferencia de la mayoría de los inmigrantes anteriores, eran fervientemente católicos, algo que para los incipientes movimientos nativistas norteamericanos conocidos como “Know nothings”, suponía una amenaza, más por motivos políticos que por motivos teológicos, al estar los católicos supeditados a la autoridad papal, y al ser ya en aquellos tiempos Irlanda una tierra de hostilidades abiertas entre la población protestante y la católica. Junto a los inmigrantes irlandeses, llegaron también millones de inmigrantes alemanes. Muchos de estos inmigrantes eran personas con una buena formación, incluso universitaria, que huían de los distintos estados alemanes en los que las revoluciones nacional-liberales de 1848 habían fracasado. Estos inmigrantes se integraron con mucha más facilidad que los irlandeses, aunque el proceso de asimilación de otros alemanes que llegaron en esas oleadas masivas, sin apenas formación alguna, fue ya más complicado.

Si la llegada masiva de irlandeses había supuesto una cierta alarma entre la población nativa, la llegada masiva de inmigrantes chinos a California a comienzos de la década de los 50 del siglo XIX, disparó todas las alarmas. La fiebre del oro desatada en California entre los años 1848 y 1855, supuso la llegada masiva de chinos que venían a trabajar como cocineros o como peones en las obras del ferrocarril o en las minas. Cuando la fiebre del oro comenzó a decrecer y muchos americanos nativos empezaron a tener dificultades para encontrar un trabajo, dado que los “coolies” chinos eran capaces de trabajar con unos salarios mucho más bajos y en unas condiciones de seguridad y salubridad muy inferiores a las de los americanos, comenzó a haber sonadas protestas contra el llamado “peligro amarillo”, que en ocasiones degeneraron en lamentables disturbios, saqueos de tiendas chinas e incluso brutales linchamientos. La consecuencia de esto fue la aprobación por el Congreso de los EE.UU de la “Chinese Exclusion Act”, que prohibió la llegada de trabajadores chinos a las costas americanas sin hacer excepción alguna. Una consecuencia secundaria de la aplicación de esta ley, fue el veto a la inmigración de “coolies” procedentes de la India.

Asesinato de Lincoln.

Asesinato de Lincoln.

Los únicos grupos de presión que se opusieron a la aprobación de esta ley, fueron los abolicionistas radicales de Nueva Inglaterra, y los empresarios que se beneficiaban de la mano de obra barata china, explotándola inmisericordemente. En el este de los EE.UU, estos dos grupos también se oponían a la restricción de la inmigración masiva procedente de Europa, con excusas “humanitarias”, pese a que la afluencia incontrolada de inmigrantes significaba la aparición de hacinados y miserables suburbios y barrios, que hasta ese momento no habían existido en EE.UU, así como una ostensible disminución de las condiciones laborales de los trabajadores autóctonos, tanto en lo que a salarios como a la estabilidad laboral y a las condiciones de salubridad se refiere. De hecho, los empresarios más honrados y de la vieja escuela, que pensaban en términos de largo plazo y no en el beneficio inmediato, también denunciaron esta situación de precariedad laboral creciente, en la que los trabajos de carácter temporal y mal remunerados comenzaban a ser la regla. La “concurrencia de intereses” de unos lobbies aparentemente tan dispares,como el de la gran empresa (navieros e industriales textiles en aquellos tiempos) y el de los radicales, reaparece ante nuestros ojos hoy en día, tanto en Europa como en los EE.UU.

La “Naturalization Act” de 1870, supuso un ligero cambio en la tradición norteamericana en lo que al concepto de nacionalidad se refiere, ya que posibilitó la adquisición de la ciudadanía norteamericana a los negros africanos que emigraran a los EE.UU. Este cambio se debió indudablemente al hecho de que en 1868 hubiera sido aprobada la 14º Enmienda constitucional, que reconocía el derecho de los antiguos esclavos negros y de los “Freedmen” a adquirir la ciudadanía.

En cualquier caso, los efectos prácticos de esta ley de 1870, que al igual que la enmienda constitucional de 1868 fue aprobada por un Congreso y un Senado en manos de los republicanos radicales, durante el triste y brutal proceso conocido como la “Reconstrucción”, que siguió al asesinato de Lincoln tras la finalización de la guerra de secesión, fueron prácticamente nulos, puesto que en aquellos tiempos, África estaba empezando a ser colonizada por las potencias europeas, y la mayoría de los negros africanos vivían en tribus, no albergando prácticamente ninguno de ellos la menor intención migratoria transoceánica.

Lincoln.

Lincoln.

En relación a la cuestión de la abolición y de la ciudadanía concedida a los negros, no puede pasarse por alto la opinión que Lincoln tenía acerca de la misma. Lincoln era, como de todos es sabido, un convencido abolicionista, si bien no estaba adscrito a la línea radical, que él consideraba subversiva.

Pese a ello, estaba completamente en contra de conceder los mismos derechos a los negros y de concederles la ciudadanía norteamericana. Por eso, él apoyó el proyecto de colonización que se intentó llevar a cabo en Liberia, con gran vehemencia, pues creía que la solución más justa al problema negro consistía en que estos tuvieran su propia nación en aquellas tierras del oeste africano. Así, Lincoln dice literalmente en sus escritos: “Diré por lo tanto, que no estoy ni he estado nunca a favor de poner en plano de igualdad ya sea política, ya sea social, a las razas blanca y negra. No estoy ni he estado jamás a favor de convertir a los negros en miembros de jurados o en votantes, ni en concederles cargos públicos. Tampoco he sido ni soy favorable a permitir los matrimonios entre negros y blancos. A esto he de añadir que hay una diferencia física entre las razas blanca y negra que creo que impedirá a las dos razas de manera permanente, vivir juntas en términos de igualdad social y política. Y en vista de que no puedan vivir en un mismo plano, mientras vivan juntas deben persistir las posiciones de superior e inferior. Yo, como cualquier otro hombre estoy a favor de que la posición superior sea asignada a la raza blanca”.

En la actualidad, los jurados integrados mayoritariamente por negros, se caracterizan por su absoluta parcialidad, cuando el acusado es negro. No hay más que recordar, entre muchos otros casos, el famoso juicio a O.J Simpson, del que fue absuelto pese a existir evidencias más que suficientes de que él era el autor del asesinato que se le imputaba.

Esta visión que tenía Lincoln sobre la convivencia entre blancos y negros, explica por qué no hizo aprobar la Proclamación de emancipación de los esclavos hasta 1863, dos años después de que se hubiera iniciado la guerra de secesión, y fecha crítica para la Unión desde un punto de vista militar.

A partir del año 1880, y hasta el año 1914, fecha de inicio de la Primera guerra mundial, EE.UU, recibió la mayor avalancha de inmigrantes de su historia, llegando en alguna ocasión el flujo anual de inmigrantes a superar la cifra del millón y medio. La mayoría de estos inmigrantes, además de irlandeses e ingleses, eran alemanes, polacos, balcánicos, italianos meridionales, húngaros, checos, eslovacos, escandinavos, armenios, y judíos ashkenazíes procedentes del este de Europa y del Imperio austrohúngaro.

Thomas Edison.

Thomas Edison.

Con la salvedad de los escandinavos, muy similares étnica y culturalmente a los anglosajones, la mayoría de estos inmigrantes no se adaptaron fácilmente a su nuevo país, al ser sus costumbres y origen tan divergentes al de los fundadores de EE.UU. Además, en no pocos casos, las autoridades de los países de origen, aprovechaban la oportunidad que les brindaban las compañías navieras que buscaban desaforadamente inmigrantes para aumentar aún más sus ganancias, para “vaciar” a los elementos más indeseables de su población. Paradigmáticos a este respecto fueron los casos de Sicilia, Cerdeña, o de buena parte de los países del este de Europa. De hecho, EE.UU, que hasta ese momento había estado libre de la peste anarquista y revolucionaria, a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX empezó a experimentar serios problemas de orden público con los agitadores de origen italiano meridional, y sobre todo con los agitadores judíos. Grupos criminales mafiosos, estaban compuestos en su mayoría por irlandeses, sicilianos, y por judíos. Este tipo de fenómenos criminales habían sido hasta entonces desconocidos en EE.UU, al menos hasta el comienzo de la llegada masiva de irlandeses, allá por la década de los años 40 del siglo XIX.

En la actualidad, los EE.UU sufren en su frontera con México y en las grandes ciudades, unos problemas de crimen importados de México y de Centro América, unos problemas de delincuencia que hacen palidecer a los de aquellos tiempos.

Teniendo esto en cuenta, así como el hecho de que las grandes personalidades de la ciencia y cultura norteamericana, como los escritores Edgard Alan Poe, Nathaniel Hawthorne Wasington Irving o Waldo Emerson, científicos e inventores como Faraday o Edison, entre muchos otros, eran de origen wasp, o que universidades del prestigio de Harvard, Yale, Columbia, Princeton y otras de las que formaban parte de la prestigiosa Ivy League, fueran instituciones típicamente anglosajonas tanto por su ideario como por el origen de la mayor parte de los profesores que en ellas impartían sus lecciones, no era raro que a los norteamericanos no se les pasara por la cabeza la peregrina idea de que necesitaban vivir en una sociedad heterogénea para “enriquecerse”.

Universidad de Harvard.

Universidad de Harvard.

A partir de 1880, el fenómenos del melting-pot, que básicamente consistía en una amalgama de elementos bastante heterogéneos y por lo tanto en una muy imperfecta fusión de los mismos, vivió su gran apogeo. Los nuevos inmigrantes, especialmente los judíos ashkenazíes, pretendían imponer sus costumbres a la población autóctona aunque a la vez querían permanecer separados. A pesar del origen tan diverso de los europeos que llegaban a América, la asimilación rápida de los mismos hubiera sido viable (con la excepción de los judíos ashkenazíes), si su número hubiera sido muy inferior, habida cuenta de que al fin y al cabo, estos inmigrantes eran oriundos de Europa, y pese a las importantes diferencias étnicas que los separaban de los wasps, también pertenecían a la raza blanca.

Pese a la inconsciencia general de la población con respecto a este grave problema, en las postrimerías del siglo XIX hubo personas, sobre todo pertenecientes a los círculos académicos y a las familias patricias wasp, como Prescott Hall, Henry Cabot Lodge, Charles William Eliot, rector emérito de la Universidad de Harvard, o el célebre jurista Oliver Wendell Holmes, que se dieron cuenta del peligro que para la identidad del país suponía esta situación, y dieron la voz de alarma. Incluso el presidente Theodore Roosevelt alertó de las nefastas consecuencias que para la preservación de la identidad de América podría tener la llegada masiva de inmigrantes. En 1920, la población blanca de EE.UU era de 100 millones de, mientras que la de color, negra y mulata, superaba los 10 millones. De esos 100 millones de blancos, aproximadamente 85 millones eran de origen anglosajón, irlandés, alemán y escandinavo, mientras que los 15 millones restantes procedían de la Europa oriental, central y meridional.

Así las cosas, en 1917 se aprobó una ley de inmigración que prohibía la entrada en los EE.UU de homosexuales, criminales, retrasados mentales, alcohólicos, mendigos profesionales, personas con graves taras físicas, anarquistas y polígamos. Asimismo, esta ley prohibía la entrada a todos los asiáticos, desde Turquía y Armenia hasta las islas Filipinas e Indonesia, en aquel entonces colonia holandesa. Otro punto importante de esta ley, era que facultaba a las oficinas consulares sitas en los países de origen de los inmigrantes, para examinar a los candidatos dando o no su “visto bueno”, lo cual facilitaba enormemente la labor que posteriormente llevaban a cabo los inspectores de inmigración en Ellis Island.

La ciudadanía americana siguió estando vetada a los no blancos, con la excepción de los negros. De este modo, el Tribunal Supremo, en el caso United States v. Bhagat Singh Thind, denegó la solicitud de nacionalidad hecha por Bhagat Singh, un sikh de la India que solicitaba le fuera concedida la nacionalidad alegando que era un ario de casta alta y del norte de la India, y por lo tanto de raza caucásica o blanca. El juez Sutherland fundamentó la desestimación de la petición formulada por Singh en que si bien era cierto que los arios se habían establecido en el norte de la India, en concreto en el Punjab y Rajputana, no era menos cierto que a lo largo de los siglos se habían mezclado en mayor o menor grado con las razas de color autóctonas.

Otro argumento interesante de la sentencia es que no basa el hecho de que sólo los blancos puedan acceder a la nacionalidad norteamericana en el hecho de que unas razas sean “inferiores” y otras “superiores”, sino en el hecho de que “las diferencias raciales entre los blancos y los indostaníes son tan grandes que la mayor parte del cuerpo social rechazaría la asimilación de los indostaníes”. El criterio a tener en cuenta por ende, se basa en la diferencia, y no en el binomio superioridad-inferioridad.

Y ya en el año 1924, bajo la presidencia de Calvin Coolidge, tuvo lugar la aprobación de la ya célebre “Johnson Act” o “Immigration Act”, que se caracterizó primordialmente por mantener la exclusión de la inmigración de todos los asiáticos así como de los “indeseables” a los que se hacía alusión en la ley de inmigración de 1917, y también por rebajar severamente el número de inmigrantes europeos que podrían ser admitidos en EE.UU. (Un máximo anual de 150.000). Además, se añadió una “Origins clause”, que dio lugar a que las cuotas de inmigrantes admitidos se correspondieran con el porcentaje de inmigrantes del país de origen que residían en América en 1890.

La única laguna que se detecta en esta ley, fue el hecho de que no se previera restricción alguna para la inmigración procedente del hemisferio occidental, es decir, de México y del resto de América Central y del Sur. Probablemente esto se debió a que en 1924, la mayoría del millón y medio de mexicanos que vivía en EE.UU, eran temporeros que trabajaban periódicamente en California, Texas, Nevada y Nuevo México. No obstante, a finales de los años 20, muchos de ellos empezaron a asentarse definitivamente en EE.UU y a traer consigo a sus familias. Durante la gran depresión, y bajo la presidencia de los presidentes Hoover y Franklin Roosevelt, las autoridades norteamericanas, tanto federales como estatales, ante los crecientes problemas generados por el problema del desempleo, procedieron a la expeditiva repatriación de muchos de estos inmigrantes mexicanos, con el sonoro apoyo de los sindicatos obreros autóctonos, si bien no existen cifras que acrediten el número de expulsados.

Una familia estadounidense el Día de Acción de Gracias.

Una familia estadounidense el Día de Acción de Gracias.

En 1954, bajo la presidencia de Dwight Eisenhower, fue implementada la llamada “Operation wetback”, u “Operación espaldas mojadas”. A resultas de la misma, entre 1954 y 1962 fueron expulsados varios cientos de miles de inmigrantes mexicanos de EE.UU, y otros tantos abandonaron voluntariamente el país.

Lothrop Stoddard, uno de los más influyentes académicos en la América de los años 20, estrecho colaborador del presidente Harding, y prolífico escritor, que además de haber influido notablemente en la aprobación de la “Johnson Act”, fue una mente profética que vaticinó el peligro que para Occidente suponían tanto el aumento demográfico de las poblaciones de color, como el paulatino auge del Islam en el mundo, describía así el problema de la inmigración mexicana a finales de los años veinte. “México tiene una población de aproximadamente 15 millones de habitantes, en su mayoría indios y mestizos de condición inferior. El hecho de que México posea una clase alta inteligente y cultivada de raza blanca, de origen español, es completamente irrelevante, porque los inmigrantes que México nos envía son los elementos más pobres y más bajos de su población. Estos inmigrantes mestizos e indios traen consigo su ignorancia, suciedad, enfermedades,y delincuencia, que infectan nuestras sociedades con la plaga de los barrios bajos hacinados, tiran los salarios a la baja, y bajan el tono general de la comunidad”.

Reflexionemos por un momento. En 1928, México tenía 15 millones de habitantes. En el año 2016, la población total es de 115 millones. Eso sin contar a los más de 40 millones de mexicanos (legales e ilegales) que residen en los EE.UU, y a los centroamericanos que también se han establecido en los EE.UU. Los problemas de criminalidad generados por ellos, y en particular por los cárteles de la droga mexicanos que operan en la frontera, son muy superiores a los que desencadenaban los mexicanos que vivían en los EE.UU durante la Gran Depresión. ¿No es lógico que muchos norteamericanos se lleven las manos a la cabeza y digan que están siendo invadidos, sobre todo cuando asociaciones chicanas que reciben fondos públicos como “la Raza”, dicen sin tapujos que “están recuperando los territorios que pertenecen a México”, en un proceso al que denominan Reconquista?. Un argumento este, el de la “recuperación de territorios robados”, empleado hasta la extenuación por los izquierdistas y por los anti-americanos en general, que es absolutamente falaz.

Inmigrantes mexicanos.

Inmigrantes mexicanos.

México perdió los territorios de California y Nuevo México en la guerra librada en el año 1848 con los EE.UU. El país mexicano vivía en pleno caos, los colonos norteamericanos se estaban expandiendo hacia el oeste, y el choque era inevitable. Pese a contar con un ejército menos numeroso que el mexicano, los norteamericanos derrotaron a México sin dificultad, y llegaron a ocupar la ciudad de México. Si los americanos no se anexionaron México fue porque primó su tradicional sentido identitario de nación, y porque políticos como el caroliniano del sur John Calhoun, sostuvieron con vehemencia que la población mexicana, mayoritariamente mestiza e india, no era “amalgamable” a la población norteamericana. Los territorios ocupados tras este conflicto bélico, apenas estaban poblados, y en general, los habitantes de los mismos eran españoles de origen, que se sentían más a gusto bajo la administración norteamericana que bajo la desastrosa administración mexicana, que además los miraba con recelo por su origen europeo. El caso de Texas fue similar, si bien los texanos ganaron su independencia en solitario, tras la batalla de San Jacinto, en la que los texanos de origen norteamericano, que habían comenzado a instalarse en Texas, un territorio de México casi despoblado, cuando Stephen Austin fue invitado por el gobierno mexicano a colonizarlo, pese a ser muy inferiores en número destrozaron al ejército mexicano.

A propósito, estas organizaciones chicanas han pedido y conseguido en muchos casos la retirada de estatuas de conquistadores españoles como Ponce de León, hernando de Soto o Coronado por considerarlas “ofensivas”.

La sensata política migratoria que hasta el momento había llevado a cabo la Administración federal de los EE.UU, empezó a cambiar en 1943, cuando la Magnuson Act derogó la legislación que impedía a los asiáticos tanto emigrar a los EE.UU como adquirir la nacionalidad norteamericana.

El cambio de rumbo definitivo se produjo bajo la presidencia de Lyndon Johnson, cuando se aprobó en 1965 la Immigration and Nationality Act, cuyo proyecto de ley fue elaborado por los judíos Norbert Schlei, y por el también judío Emmanuel Cellar, que abrió la posibilidad a cualquier persona, independientemente de su procedencia, de emigrar a los EE.UU, una vez que hubiera cumplido con una serie de requisitos. Esta ley fue sonoramente apoyada por la práctica totalidad de las asociaciones judías. Hasta aquellos momentos la inmigración recibida por los EE.UU, excluyendo a los chicanos y a los puertorriqueños o boricuas, había sido exclusivamente europea. Sin embargo, entre los años 1971 y 1991, los inmigrantes chicanos, colombianos y centroamericanos, alcanzaron el 48% del total de los inmigrantes llegados a las costas norteamericanas, siendo el porcentaje de asiáticos de un 35%. la inmigración europea se ha convertido en una inmigración ostensiblemente minoritaria, mientras que la inmigración procedente de África ha aumentado llamativamente. Pese a que los EE.UU siguen siendo la primera potencia mundial, esta situación es engañosa y debida a la inercia de otras épocas mejores.

La deslocalización industrial a México, China y a otros lugares del tercer mundo ha aumentado exponencialmente, con el consiguiente daño para la industria norteamericana. La agricultura, y no sólo la industria, se ha visto también muy perjudicada tras la entrada en vigor del NAFTA oTratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado en 1992 por EE.UU, Canadá, Y México. Este Tratado podría funcionar bien entre dos países similares como son EE.UU y su vecino del Norte, pero jamás con un país tan diferente en todos los aspectos como México. Por no hablar de los cada vez más graves problemas de convivencia que generan los disturbios raciales, habitualmente iniciados por los revoltosos integrantes de la progresía blanca y de las minorías raciales, que dicen “ser discriminadas”. No es casual que movimientos como “Black lives matter” o los “Black panthers”, apoyados por individuos siniestros como el pastor baptista negro Al Sharpton, huésped habitual de Barack Obama en la casa Blanca, y financiados por uno de los más destacados integrantes del lobby judío en América, George Soros, desencadenen disturbios con la mayor impunidad.

¿La diversidad procedente de países del Tercer Mundo o de países en vías de desarrollo fortalece o debilita?. Evidentemente, la pregunta es retórica, y la respuesta es evidente.

Por todo lo que hemos expuesto, está claro que no son los defensores del “America First” o del “Make America Great again” los enemigos de la idiosincrasia tradicional norteamericana, sino los que proponen la apertura de fronteras y la nacionalización indiscriminada de personas, independientemente de su origen. Si algo se puede echar en cara a los primeros es “quedarse cortos”, y no comprender que únicamente un retorno integral a los principios defendidos por los padres fundadores y por los promotores de las leyes de 1917 y de 1924, puede salvar a su país.

Esperemos, por su propio bien y por el bien de Occidente, que América no despierte demasiado tarde.