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El peligroso Pedro O’Hara

Tras el paréntesis preuniversitario del PP, parece que todo se tuerce en casa Sánchez. El eje Sevilla-Madrid-Santiago —en fútbol lo llamarían «el SMS»— recorre España de norte a sur y viceversa dejando la sensación de que esta vez hay serias posibilidades de disolver el grumo político que habita La Moncloa.

Las celebraciones peperas, los pasillos de alirón, las alegrías en casa ajena —ya ni siquiera venden la sede— son como un caldero rebosante de kriptonita fundida para Supersánchez, ese tipo que cautivó a cuatro asalariados del elogio en la MSNBC americana —»¡Se parece a Supermán!», dicen que decían del vanidoso suflé español que habla perfectamente inglés sin decir nada bueno— pese a que Daddy Biden ni siquiera lo saluda por la calle.

Amenaza tormenta. Yolanda Díaz, Irene Montero y Mónica García, las tres (des) gracias de Pedro homenajean a Mónica Oltra, imputada por encubrimiento. La niña abusada por su exmarido, por supuesto, es lo de menos. Y la niña crecida que trató de rehacer su vida importa menos aún, o quizá más, y por eso la echaron del hospital concertado en el que había encontrado trabajo junto a su pareja. Quien abusa una vez… Pero las tres niñas bien de la izquierda siguen dando saltitos y defendiendo unas veces a madres secuestradoras, otras a presuntas encubridoras de abuso sexual.

También El País alivia la gravedad de los hechos haciendo un retrato de Oltra titulado «La lideresa indomable», comunista desde los 15 años, según presume. Admite que con 11 fingió estar muerta delante de su hermano de 5 para comprobar si la quería… y luego dice que es experta en psicoanálisis y que le gusta Lacan… Quede claro que la pretensión de El País era defenderla.

Así que en Valencia a Sánchez se le debilita Ximo Puig, por su vicefenestrada Oltra pero también por su hermano Francis, investigado por fraude de subvenciones, clásico presunto achaque de los hermanos que sólo se persigue si se inventa contra Díaz Ayuso. Pues ya ni eso, la Fiscalía no ve lo que Pablo Casado, con ayuda de la izquierda, quiso que se viera contra la presidenta madrileña. Ahora los acusadores se ausentan, desaparecen. Se esconden. En el Madrid de Ayuso y en aquella Valencia de Rita Barberá el furtivismo político de izquierdas, con más de una bala amiga, también huele a fin. Si todavía alguien cree que estas operaciones no dejan huella personal, que escuchen a la propia Ayuso hablando con Dieter Brandau.

Por otros feudos, los barones socialistas de pulserita rojigualda —Lambán, Page, Sánchez Vara— hacen muecas como siempre, pero no suelen atreverse a mucho más. Desde detrás de sus murallas a veces lanzan juegos de palabras, indirectas, adivinanzas. Pero a campo abierto, casi siempre aparecen firmes y en silencio. Menudo susto se llevaron cuando Pedro aparcó el Peugeot 407, echó el freno de mano y se subió al Falcon para no volver a pisar el suelo nunca más.

Porque a Sánchez lo echaron de su partido y, justo es reconocerlo, en ocho meses volvió con el propósito de llegar a La Moncloa. Y cómo lo hizo: mintiendo con la inestimable ayuda de las morcillas judiciales de José Ricardo de Prada y acompañándose de lo peor en una moción de censura que incomprensiblemente la derecha se dejó hacer. En el camino rodaron muchas cabezas. Sánchez es un sectario general dolido con su partido, que exhibe una infinita sed de poder personal y de venganza, lo que hace más dramático y peligroso su ocaso.

Las hienas merodean y si la delgadez de poder se hiciera extrema —camino lleva— hasta los barones melindres podrían acercarse a morder porque respetarlo ya no devenga intereses. Querrían echarlo otra vez… pero el miedo todavía puede al deseo.

La reacción. BOE, asaltos empresariales y enfrentamiento civil

Para espantar el amenazante éxito ajeno y el resto de las señales que suenan como las trompetas del Juicio Final, el presidente se acaba de inventar un Consejo de ministros sabatino como aquellos en los que presumía de «salvar vidas» durante la pandemia. Según Lastra, verbo de Adriana, eso fue precisamente lo que terminó concediendo la mayoría absoluta (+3) a Juanma Moreno en Andalucía: la gestión monclovita del coronavirus. Después de la tesis de la línea recta en los mapas de Carmen Calvo, el de Lastra es el enunciado más obsceno conocido en torno a la pandemia.

Pero el hecho es que Sánchez trabaja en sábado por la guerra, por el gas, por la luz, por la inflación, por Marruecos, por Argelia, por Oltra… por miedo. Porque el PP gana terreno y aplica Arquímedes en los feudos más socialistas, como Andalucía. Porque ahora mismo PP y Vox podrían gobernar.

Así que Pedro rebaja el IVA de la luz del 10 al 5 por ciento. ¡Qué cosas, como pedía el PP! Pero lo hace ÉL, con sus andares, y nadie más. Es muy distinto. Además, antes no se podía y ahora, de pronto, se puede aunque la bajada se suba por otro lado para no perder las buenas costumbres. Que lo expliquen las ministras, que Pedro tiene otras preocupaciones.

A la hora de cerrar este artículo aún no ha llenado la pantalla de televisión el socialista de la fina estampa con las medidas de la recuperación que convertirán a España en un ejemplo a seguir en el mundo, pero ya el aperitivo de la rebaja fiscal de la luz lo dice todo. El PP gana mayorías absolutas y amenaza con poner fin a la aventura, pero el mango de la sartén está todavía donde está, en el BOE.

Y de ahí lloverán cheques por doquier «para que nadie se quede atrás» y maniobras como la que ya han pergeñado, sin hablar con el PP, para que el Tribunal Constitucional deje de incordiar y para que el CGPJ sea el que siempre quiso el PSOE, que para eso cambió también la ley en 1985. Después de hacerlo otra vez dirán que era la única manera de cumplir la ley que la derecha, inconstitucional ella, se empeñaba en conculcar.

Más allá del BOE está Prisa, con la que el Gobierno ha tomado el control de Indra cargándose con trampa a los independientes. Sánchez va a aumentar el gasto en Defensa… y se ve que hay que hacerlo al asalto en una sociedad que cotiza en el Ibex y que anda controlada por el Gobierno (25%) y por Amber Capital, que es Prisa, dueña de El País y la SER. Casi como Hugo Chávez.

El caso es que al PSOE le ronda la OTAN… con medio gobierno anti-OTAN. España celebra el 40 aniversario de su adhesión al Tratado albergando la próxima cumbre de la organización en Madrid, a finales de junio. Y para mostrar alegría al mundo ahí está el ministro de la RDA, Alberto Garzón, el carnívoro anticarne, el comunista burgués, el que saluda a los «palencianos», el ministro que ha «proponido» tantas normas alimentarias… ahora implicado en una manifestación anti-OTAN porque él sigue al otro lado del Muro, con la Stasi. Y con él, Montero, Belarra, Yolanda con disimulo y el resto de los socios comunistas del Gobierno. Pero lo que realmente ocupa a Sánchez es asegurar posiciones con el escandaloso asalto a Indra, el principal exponente de la industria militar en España y, sobre todo, una de las mayores perceptoras de fondos europeos. No es la primera empresa que sufre visitas. Aprovechando la invasión de Ucrania, el Gobierno ya ha aumentado su peso también en Enagás y en Sareb. Será que quiere dejarlo todo atado y bien atado.

Por cierto, parece que el presidente quiere retomar su agenda política más ideológica, sobre todo en materia de Memoria Histórica, léase guerracivilismo, como si en algún momento la hubiera descuidado. Es evidente que busca poner a prueba la «moderación» de Alberto Núñez Feijóo. Avisó el gallego de que «moderación no es lo mismo que equidistancia» pero hasta que no te bañas no sabes a qué temperatura está el agua y Sánchez sólo puede arriesgar, entregarse al doble o nada.

Sabe que Franco todavía puede ofrecerle alguna baza para frenar el arreón popular que ya tiene números de sobra, aunque sean sondeos, para gobernar en España con ayuda de Vox. La clave es pues, elegir con mimo los asuntos en los que presumiblemente el PP no querrá entrar y en los que Vox pedirá turno para sacudir. Sólo quedaría esperar a que de nuevo «las derechitas» le hagan el juego. Puede que esta vez ni siquiera logre levantar la carpa de ese circo, pero el riesgo —ya lo hemos sufrido— es muy cierto.

Como llegó se irá, accidentadamente

Todo parece indicar que el sanchismo toca a su fin, por errores propios y por aciertos ajenos. Pero su forma de llegar a todas partes marcará su forma de salir. A la dirección del PSOE llegó desde el exilio, generando enemistades. Al Gobierno, por una moción de censura, la primera vez que sucede en democracia. Ninguna vía es habitual o del todo pacífica. Ya se ve que quiere salir de igual manera, pervirtiendo la normalidad, asaltando empresas a través de otras empresas previamente asaltadas…

Pocos apuros pasará nuestro presidente cuando se baje del Falcon porque cuando lo hizo del Peugeot formuló el juramento de Scarlett O’Hará. Ya cumplió buena parte dentro y fuera de su partido y se rodeó de algunos que lo llevan a rajatabla, casi de forma literal:

A Dios pongo por testigo de que no lograrán aplastarme. Viviré por encima de todo esto y cuando haya terminado nunca volveré a saber lo que es hambre. No, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que estafar, que ser ladrona o asesina. A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre.

… pero políticamente ya se le ve el costillar y eso habría que aprovecharlo. No lo estropeen los que han de ganar elecciones, por favor.

***

Ha muerto José Luis Balbín. Fumaba en pipa mientras andaba, conducía fumando en pipa. Sentado o de pie, su silueta terminaba en una pipa. Pero sincera, sin pedantería. Miraba con ojos achinados, como de recién levantado o muy trasnochado, ojos pequeños y agudos, más entornados si cabe por el humo de la sempiterna pipa.

Le veía por el barrio, era vecino: «Mira, el Balbín, el de La Clave«. Voz embarrada, atropellada pero cálida como pocas… y esa forma de entrar por la tele en nuestras casas, en la mía al menos. Sintonía tétrica de Bernaola, introducción, película (quizá con rombos) y tertulia, pero tertulia de verdad. Por La Clave pasó lo mejor y lo peor de lo peor. Pero había libertad, esa libertad de la Transición, de los ochenta y luego un poco de los noventa. Libertad con obligación de conocimientos, con experiencia, sin cobertura pero con cultura y con la valentía necesaria para hablar de todo, sabiendo qué decir, en un momento delicado, e irrepetible, de nuestra historia.

Uno podía ser muy joven y quedarse pegado al sofá viendo La Clave, hipnotizado por el humo de la pipa de Balbín —y esa densa niebla fabricada por el resto de fumadores— pero sin perderse ni un segundo de conversación. Sí, conversación. Porque acabábamos de despedir cuarenta años de dictadura y allí se conversaba de todo con una sola condición: el que hablaba tenía que saber. Esa era la clave de Balbín. Descanse en paz. Cunda su ejemplo vivo.

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