Inicio Actualidad El peso de las viejísimas tradiciones – La Gaceta de la Iberosfera

El peso de las viejísimas tradiciones – La Gaceta de la Iberosfera

Ciertos usos actuales no son tan novedosos u originales como parece. La prueba es que funcionan como un recuerdo colectivo inconsciente de viejísimas prácticas de nuestros ancestros. Citaré unas cuantas ilustraciones, perfectamente discutibles, por otra parte, pues los asuntos relacionados con la cultura (en el sentido del modo de vida) suelen ser bastante lábiles.

En nuestro tiempo, parece una novedad cuasi revolucionaria o, al menos, progresista. Me refiero a la institución de la “baja (o permiso) de paternidad” para los trabajadores varones, cuyas esposas acaban de dar a luz. En el fondo, se trata de la supervivencia de la institución de la “covada”, común a varios pueblos antiguos, entre ellos, los iberos. Consistía en que, cuando una mujer se ponía de parto, el marido se metía en la cama, dejaba sus labores ordinarias, y recibía una provisión extraordinaria de alimentos y atenciones. No debe interpretarse, alegremente, como una expresión del machismo de nuestros antepasados.

Un rasgo típico de las costumbres hodiernas es la tópica animadversión o recelo respecto de los parientes políticos: suegros y cuñados, naturalmente, de ambos sexos. No es cosa nueva, sino resto de costumbres ancestrales. Se ha comprobado, en diversas culturas primitivas, que las relaciones del sujeto con los suegros o cuñados estaban, fuertemente, vigiladas. Así, era, hasta el punto de que imponía la obligación de evitar hablarse o mirarse con ellos. Ahora mismo, el conflicto no es para tanto, pero, puede darse un cierto resquemor, al menos, como estereotipo. Nos encontramos ante otra manifestación del inconsciente colectivo.

La naturaleza humana es una constante, que asoma por detrás de los usos concretos de cada época y circunstancia

Una de las novedades de la sociedad actual es la imperiosa necesidad de viajar, sea como turismo, negocios o cualquier otro pretexto. Se asocia, sobre todo, con los tiempos vacíos, como los fines de semana o las vacaciones.  No es un rito tan novedoso como parece. Lo es por las facilidades de transporte, que hoy disfrutamos (o padecemos). Se trata, una vez más, de la respuesta a una viejísima tendencia, que se pierde en la noche de los tiempos. En efecto, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, nuestros ancestros fueron nómadas. Solo, hace unos pocos miles de años, la mayor parte de las tribus humanas decidieron asentarse, construir lugares para vivir de modo permanente, cocinar, domesticar animales y cultivar la tierra. Como puede suponerse, ese paso fue el triunfo de las mujeres. Quedó el nomadismo como un vago recuerdo de los tiempos anteriores. Ahora, resucita, simbólicamente, por las enormes facilidades del transporte, con el turismo o los desplazamientos continuos de ida y vuelta.  Durante la pandemia actual (como en las pestes anteriores), la gente se ha visto obligada a contener el impulso viajero, no sin lamentarlo mucho. En todo caso, los viajes internacionales se han visto sustituidos por el “turismo interior”, al menos, en España. La cosa es moverse todo lo posible. Ahora, se considera un derecho fundamental.

La lección de todo lo anterior es que la naturaleza humana es una constante, que asoma por detrás de los usos concretos de cada época y circunstancia. Naturalmente, se producen cambios notables. Por ejemplo, en España, ya, no se celebra el “día del santo” (la onomástica), sino la fecha del cumpleaños. Como tantas otras novedades, esta es una imitación de las costumbres de otros países, tenidos por más influyentes. Por lo mismo, en España, los tradicionales holgorios en torno a la matanza del cerdo se han visto sustituidos, para las mismas fechas, aproximadamente, por el Black Friday, que suele caer hacia finales de noviembre. La cosa es, ahora, más comercial, como corresponde a la sociedad de consumo.