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El traslado que realizó Aragón de las piezas de Sijena «no se hizo de forma conveniente»

Profesionalidad ante todo. La que da olvidar el agravio y seguir el código deontológico de los museólogos. Aunque ello signifique perder una obra de la colección. Y aunque ello signifique ralentizar un proceso. Eso es lo que hicieron en el Museu de Lleida el día de autos. O sea, el lunes, el día en que los técnicos aragoneses escoltados ostentosamente por la Guardia Civil llegaron al centro para llevarse las 44 obras de Sijena de la institución. Sí, 44. No 43. Y en breve puede llegar otra, la 45. «Queríamos hacer una entrega excepcional, profesionalmente bien hecha. Y en lo que correspondía al Museu de Lleida así lo decidimos y así lo hicimos». Lo afirma  su director, Josep Giralt, y lo hace bastante enojado por las acusaciones que llegan por parte de Aragón y de su presidente Javier Lambán sobre el «lamentable» estado de las obras. Y sobre la no llegada de una de ellas.

Cuadros demasiado tensionados, material amontonado y cajas del revés viajaron hacia el monasterio 

En el museo se defienden. Ya fue duro tener el centro tomado toda la noche por guardia civiles «armados hasta los dientes», como para que ahora se cuestione su profesionalidad. «Como conservador de museo, si yo hubiera sido el responsable, nunca habría firmado la hoja de salida por la manera en que se hizo la carga del camión y el traslado. Ahí había muchas presiones», afirma. 

Cuadros demasiado tensionados con tendencia a doblarse. Cajas del revés. Piezas transportadas en una furgoneta no climatizada y sin suspensión neumática. Material amontonado… «Y si encima se trasladan con una vibración importante del camión pueden haber sorpresas cuando llegas». El museo lo documentó todo, y tiene pruebas de ello.  Así, que Giralt no duda: «Lo que le diría al señor Lambán es que antes de hacer cualquier tipo de declaración, si realmente ama el patrimonio reclamado, debería preguntar porque sus técnicos no tuvieron en cuenta los informes que el Museu de Lleida presentó al juzgado de Huesca, tanto sobre el plan de trabajo como de conservación preventiva». 

No hay ninguna obra perdida 

No lo hicieron porque «no tuvieron tiempo, me lo confesaron. Los informes les llegaron tarde», sostiene Giralt. Así que nadie previó que había «12 piezas que no se debían mover bajo ningún concepto porque su integridad corría peligro. Una de ellas, la caja mortuoria de Beatriu Cornel, la pintura puede desprenderse; y unos alabastros quemados muy frágiles». Hubo más problemas: las prisas. «Estaban muy obcecados en que las piezas salieran en 8 o 9 horas. En los informes apuntamos que el movimiento de 44 obras con los problemas de conservación preventiva de algunas de ellas no era recomendable hacerlo tan rápido. También propusimos fijar un día para abrir las cajas conjuntamente». Ni lo uno ni lo otro prospero. «Se presentaron aquí con la idea de llegar y llevárselo, y en  un momento determinado quisieron meternos prisa. Vinieron preparados para hacer dos y tres equipos, pero nosotros creímos oportuno hacerlo pausadamente». Los informes alertaban también de que se debía tener cuidado con la carga y el transporte porque había bienes muy delicados. Pero «desgraciadamente no se hizo de forma conveniente». 

«Como conservador de museo, si yo hubiera sido el responsable, nunca habría firmado la hoja de salida por la manera en que se hizo la carga del camión y el traslado»

Sí es verdad que hay una parte de obras no restauradas. Pero eso pasa en todos los museo con aquello que no tiene suficiente valor para estar expuesto. «No tenían calidad y se decidió no dedicar dinero público a su recuperación. Pero sí se desinfectaron y estabilizaron. Las que eran importantes sí las restauramos, como una excepcional predela del siglo XV. Esta ha llegado a Aragón perfectamente restaurada», explica. Y es que hay que saber que entre las piezas de Sijena que se compraron en 1983 había de muy importantes y de no tanto, porque se adquirió el paquete entero. También las había con un estado  muy precario, pues muchas habían sufrido un incendio. Quizá el problema está en eso, en leerse los informes y saber qué se está reclamando. 

Sobre la obra perdida. Tampoco hay dudas. «No está perdida. No está entregada», puntualiza Giralt. Hay explicación. Y está en la historia del museo. Hasta el 2007 tenía su sede en el Palau Episcopal y ahí estuvo expuesta la Inmaculada que aún no ha realizado el camino a Sijena. «No era una pieza relevante para el museo pero estaba en buen estado y es una imagen devocional, así que se puso en los espacios públicos del palacio para que la gente pudiera verla». Es cierto que durante las obras del Palau Episcopal del 2012 pasó a  las estancias privadas y no se comunicó al museo. «Nos falta mirar en algunas dependencias. Contamos con toda la disposición del obispo y cuando la encontremos, lo comunicaremos al juzgado para que decida como se hace la entrega». 

Lambán, «iletrado» 

Nada dice Aragón sobre el alabastro no reclamado pero sí entregado. «En el Museu de Lleida tenemos muy claro cuál es nuestro papel y cuál es el código deontológico de cualquier museólogo. La pieza que entregamos, y que hicimos constar en el acta policial, es un fragmento de un retablo de Gabriel Joly. No aparecía en sus listas pero consideramos que si marchaban todas las piezas del retablo no tenía sentido quedarnos un fragmento».

Con todo. Giralt es contundente con Lambán: «Cuando un político habla ha de tener en cuenta todo esto si no, la respuesta del director del Museu de Lleida es que lo único que hace es hablar para conseguir votos y a veces, solo a veces, puede ser tratado de iletrado».