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Entre lo virtual y lo real: Nayib Bukele, el presidente “cool” de El Salvador

 

 

Por: Raúl Castillo | @Ralonsog_

 

Nayib Bukele es el presidente del momento. Si le preguntan, quizá se defina a sí mismo como “el presidente más guapo y cool del mundo mundial”. Esta es la imagen que ha sabido vender un showman para embelesar a las multitudes. Por algo hoy asume las riendas de su país, El Salvador, con 80% de aprobación de su gestión, de acuerdo con la encuesta mundial Mitofsky. Sin embargo, de su gobierno se sabe poco más de lo que él mismo proyecta en Twitter. Reacio a las críticas y a la prensa, su administración pasa casi de forma exclusiva por la red social. Por allí ordena despidos, planes para acabar con la violencia y hasta nombró a un ministro de Youtube. 

 

El título de millennial le sienta bien y lo lleva con orgullo. De 38 años de edad, su apariencia no dista mucho del común de la población juvenil. Chaqueta de cuero, lentes de sol tipo aviador y barba siempre bien definida es el estilo que ha implantado desde que fue electo alcalde de San Salvador en el año 2015, cargo que ocupó antes de llegar al palacio presidencial. Quizá sea su afición por el rock&roll y las motocicletas lo que inspiraron su estética. El traje solo lo usa en ocasiones especiales, eventualmente con gorra, aunque nunca con corbata. 

 

De padre musulmán y madre cristiana, Bukele se presenta como católico romano. Esa característica diferenciadora lo trasladó a su faceta política. Dice no ser de derecha ni de izquierda, sino un “centrista antiestablishment”. Todo un hito en un país con una historia política signada por intensas polaridades. Tampoco forjó su carrera en la militancia, como el resto de políticos, sino en la empresa de publicidad de su padre. 

 

Amigo del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y equidistante del mandatario estadounidense Donald Trump, el centrismo también lo lleva a su política exterior. Aunque no ha fijado una postura sobre Juan Guaidó, presidente encargado de Venezuela, no duda en afirmar que Nicolás Maduro y Daniel Ortega son unos dictadores.

 

Su experiencia en la política es tan breve como exitosa. A los 30 años de edad fue electo alcalde de Nuevo Cuscatlán con 50,68% de los votos. Al término de su mandato, decidió anunciar su candidatura en la capital salvadoreña, elección que ganó con 48,47% de los votos. En ambas ocasiones se postuló por el partido izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), uno de los más antiguos de ese país. Su relación acabó cuando lo expulsaron en 2017, acusado de violentar los principios del partido con agresiones verbales y físicas a una funcionaria de la Alcaldía de San Salvador, pero la denuncia en su contra no prosperó.

 

La etapa en el FMLN la compaginó durante 12 años con la dirección de una distribuidora de motos Yamaha. Durante ese tiempo, conoció a Gabriela Rodríguez, una psicóloga y bailarina de ballet profesional que se iba a convertir en el amor de su vida. Actualmente se encuentran a la espera de su primer hijo. El anuncio del embarazo lo hicieron cómo no por Twitter. 

 

 

A las elecciones presidenciales acudió bajo la bandera de Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), partido en las antípodas del FMLN. Resultó electo con 53,10% de los votos, poniendo fin a la hegemonía en el poder de su ex partido y del derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), desde el término de la guerra civil en 1982.

 

A partir de su llegada al gobierno, su frase favorita al menos en Twitter es la ya célebre “Se le ordena a…”, la cual siempre prosigue con un mandato directo a sus ministros. Mediante esa fórmula, una treintena de familiares del anterior presidente Salvador Sánchez Cerén, o unos 400 trabajadores de cinco secretarías administrativas, conocieron que habían sido despedidos por tratarse, según Bukele, de una “fábrica de empleos”. Sus críticos denuncian la ilegalidad del proceso y argumentan falta al honor y dignidad de los empleados, pero poco importa a sus seguidores cuando el espectáculo reina sobre la formalidad. Los ministros, de forma sistemática y poco improvisada, se limitan a responder “Sí, mi presidente”, “de inmediato, presidente”, “así será, mi presidente”. 

 

 

Para Bukele, los familiares y amigos del presidente en funciones deben trabajar en la empresa privada. Siempre y cuando no se trate de los suyos. Miguel Kattán, tío del mandatario, fue nombrado secretario de Comercio e Inversión; Guillermo Hasbún, su primo, ahora funge como presidente del Centro Internacional de Ferias y Convenciones; Arena Ortega, hermana de la esposa del mandatario, fue nombrada embajadora en Misión Especial en Cancillería. También sus amigos Pablo y Federico Anliker tienen cargos públicos, de acuerdo con El Salvador.

 

Pero el nepotismo no es el único flanco de Bukele. También recicló autoridades del viejo gobierno de Elías Antonio Saca, quien gobernó entre 2004 y 2009. Tanto el encargado de aduanas como el actual secretario de prensa del mandatario formaron parte de la administración de Saca.

 

El 1° de junio, cuando recién terminaba de tomar posesión como presidente, Bukele ordenó cambiar el nombre de una brigada militar bautizada en honor al coronel Domingo Monterrosa, quien fue un criminal de guerra responsable de la Masacre de El Mozote, uno de los episodios más sangrientos de la historia de El Salvador. Lo que no hicieron el FMLN y Arena durante décadas de varios mandatos, Bukele lo hizo en su primer día en el poder y lo ordenó a través de un tuit. 

 

Sin embargo, posteriormente nombró a Ennio Elvidio Rivera como viceministro de Defensa, quien fue uno de los abogados defensores de 18 militares señalados como perpetradores de El Mozote, de acuerdo con una denuncia de El Faro.

 

Lo que inició como algo serio, acabó convirtiéndose en el show de comedia de Bukele. La estrategia le sirvió para ganar fama en otros países del mundo. Hasta ahora le ha funcionado, y sus más de 900 mil seguidores lo confirman. El 15 de junio nombró a AuronPlay, un youtuber español con más de 17 millones de suscriptores, como su ministro de Youtube. A Jacobo Wong, otro influencer mexicano, le ordenó bañarse antes de hacer videos. Días antes tuiteó “Dracarys”, la frase que Daenerys Targaryen, personaje de Game Of Thrones, usaba para ordenar a sus dragones que abrieran fuego contra los enemigos.

 

 

El mandatario encontró en Twitter un refugio para evadir las críticas y los cuestionamientos. Sin preguntas, sin debate y sin explicaciones, su gobierno mantiene la tónica que usó en campaña, cuando decidió ausentarse de los debates presidenciales y negar entrevistas e informaciones a los periodistas. Los planes de gobierno o equipo de trabajo los mantiene en secreto. Promete el cambio, pero no explica cómo. 

 

Las promesas de Bukele se convertirán, tarde o temprano, en reclamos de la sociedad salvadoreña. Entretanto, para los extranjeros, el presidente siempre tendrá un tuit bajo la manga.