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Entrevista a Ramiro Grau Morancho: «Contra el Régimen del 78», un libro inflamable

Ramiro Grau.

José Antonio Bielsa Arbiol.- Con motivo de la aparición del libro CONTRA EL RÉGIMEN DEL 78 (escrito por José Antonio Bielsa Arbiol y prologado por Álvaro Romero Ferreiro), entrevistamos a su principal protagonista: el jurista Ramiro Grau Morancho, un testigo de excepción en la descomposición de España. En esta entrevista ahondaremos en la biografía de esta personalidad insobornable, una de las contadas voces de la jurisprudencia española que siempre ha hablado y actuado tal y como ha sentido y pensado.

–Don Ramiro, usted nació en la localidad oscense de Laguarres el año de 1957… ¿Qué recuerdos de infancia guarda asociados a ese tiempo y ese lugar?

–Decía Sender, y supongo que otros muchos autores, que la infancia es un territorio al que siempre volvemos…, aunque solo sea mentalmente. Siempre he tenido presente mi humilde extracción social, y estoy orgulloso de ella y, sobre todo, de mis padres, que tanto se sacrificaron para que los dos hermanos, Joaquín y Ramiro, pudiéramos estudiar, y salir adelante en la vida.

–Su precocidad literaria fue manifiesta. Mucho antes de publicar su primer libro, con tan solo 19 años (Joaquín Costa y el idioma aragonés), ya había templado la pluma en diversas tentativas, varias de ellas premiadas. ¿Cómo se inició en el mundo de las letras?

–Tanto el maestro nacional, don José María Solano Otín, como después los profesores de los Seminarios de Barbastro y Huesca (ya Colegios Diocesanos), nos hicieron aprender a redactar…, y en esas estamos. Después la necesidad de ganar algún dinero me llevó a participar en algunos concursos literarios, y a obtener algunos premios, que me estimularon notablemente. También mis artículos en el desaparecido ARAGÓN/exprés, de cuyo director, don Eduardo Fuembuena Comín, guardo un cariñoso recuerdo. Un hombre que retribuía a todos sus colaboradores, algo que hoy en día no hace casi ningún medio, dicho sea de paso.

–De su amistad y correspondencia epistolar con el gran narrador oscense Ramón J. Sender, ¿qué nos puede decir?

–Una gran persona, al menos conmigo. Humilde, sencillo, educado, y con una gran añoranza de Aragón. Me dio la impresión de que estaba muy solo, por las razones que fueren: fracasos matrimoniales o de pareja, alejamiento de sus hijos, etc. De cualquier forma, el intelectual, el pensador, el escritor, debe aislarse en su torre de marfil, si de verdad quiere hacer una obra fecunda y duradera. Acudiendo a los cocteles, pasándose el día comiendo canapés en actos sociales, etc., se podrán hacer muchos “amigos”, falsos amigos, pero nada más. Las obras no se escriben solas, aunque algunos reputados autores acuden a los “negros”, pero creo eso dice muy poco de la honestidad, intelectual y personal, del “creador”.

–Con su segunda obra, Graduados sociales: perspectivas profesionales, de 1980, da un giro considerable. ¿Qué supuso esta obra pionera en su momento?

–Fue la tesina final de carrera, que me supuso un verano de trabajo, a razón de diez o doce horas diarias… Obtuve el Premio Extraordinario Final de Carrera, y la verdad es que me produjo una gran satisfacción. Quiero agradecer la ayuda prestada por don Pedro Arnaldos Gimeno, Profesor y Secretario de la Escuela de Zaragoza, un Graduado Social de pro, fundador y primer presidente del Colegio Oficial en Zaragoza.

–La década de los 80 fue para usted, en lo literario al menos, poco prolífica. ¿Qué aprendió de su experiencia como empresario?

–Durante una década en la que tuve que hacerme cargo de una empresa de la que dependían más de treinta familias, directamente, con sus cabezas de familia empleados en la firma, y otras cincuenta o más de forma indirecta, proveedores, etc., aprendí a no dormir por las noches…, pensando en las letras que había que pagar. Aprendí que los 90 días a los que normalmente se giraban los pagos pasan muy rápidamente, y, siento decirlo, que de Despeñaperros para abajo, empieza África, en cuando a poca formalidad, impagos, etc., se refiere. Durante esa década era tal la presión de lo concreto y circunstancial que prácticamente no pude escribir nada de provecho, salvo firmar miles de letras y cheques, facturas, operaciones comerciales, aplazamientos de pagos, “lidiar” con dos Miuras llamados Hacienda y la Seguridad Social, que no solamente no apoyan al empresario en apuros, sino que contribuyen a ahogarle todavía más, etc. Y aprendí a querer y respetar a los empresarios y autónomos, como personas que se arriesgan, que trabajan ochenta horas semanales, y eso como mínimo, creando riqueza donde no la hay…

–En 1989 inicia su andadura como profesor de Derecho del Trabajo y Seguridad Social en la Universidad de Zaragoza. ¿Qué puede decirnos de este cometido?

–Como dice mi señora, entré en la Universidad pleiteando, y salí pleiteando… De cualquier forma, tuve la suerte de caer en el Departamento de Derecho de la Empresa, un gran Departamento, ubicado en la Facultad de Derecho, y en el Área de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, que comandaba el ilustre Catedrático don Juan Rivero Lamas, una recia personalidad andaluza aragonesa, o a la inversa, que me estimuló mucho a ampliar mis estudios –yo era Graduado Social–, a cursar la Licenciatura en Derecho, etc. Podríamos decir que la Universidad de entonces era bastante más seria y exigente que la actual, ya que la institución ha sufrido un grave y preocupante deterioro, en todos los sentidos…

–Su docencia universitaria no sólo se circunscribió a la universidad pública, sino también a la privada. ¿Qué comparación puede establecer entre sendos entes?

–En la pública hay un nivel de exigencia muy superior al de la privada. A ello contribuye, en buena parte, el estatuto funcionarial de una buena parte del profesorado, que les permite ser duros, si quieren. En la privada los alumnos no son usuarios, sino “clientes”, y ya se sabe que el cliente siempre tiene razón…

–De 1999 a 2010 se va a desempeñar en el mundo de los Juzgados desempeñando los más diversos cargos (Juez de Primera Instancia, Fiscal, Secretario Judicial Sustituto…), y siempre con resultados brillantes. ¿Cómo pudo mantener su integridad a flote en un contexto tan viciado por el tráfico de influencias y la mercadería de intereses?

–Pues haciendo siempre lo que me dictaba mi conciencia, sin aceptar presión, recomendación o “sugerencia” alguna… Muchas veces esas cuestiones se dilucidan tomando café, de una forma etérea, que no sabes si te están recomendado algo, o, simplemente, haciendo una sugerencia o, incluso, ayudándote a buscar una salida que no te cree problemas. De cualquier forma debo decir, en honor a la verdad, que en el caso concreto de Aragón, que es el que más conozco en persona, el nivel de competencia, objetividad e imparcialidad de los jueces y fiscales, es muy elevado. Creo que esos “problemas” se dan más en los altos tribunales, Constitucional, Supremo y Audiencia Nacional.

–En 2004 fue electo Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. ¿Qué supuso para usted este reconocimiento?

–Un gran honor, y una satisfacción como Jurista. Creo es el honor más elevado al que puede aspirar un hombre de leyes, por lo menos en España. Espero haber sido merecedor de esa distinción. Colaboro en todo lo posible con la Real Academia, que como las ocho Reales Academias que componen el Instituto de España, sufre una gran penuria económica, por las aportaciones cada vez más reducidas del Gobierno. Hay dinero para pagar a 1.200 asesores, todos y cada uno de ellos nombrados a dedo, pero no para dotar debidamente a las Reales Academias, con lo cual, y en la práctica, se estrangula su funcionamiento, impidiéndoles realizar actividades que redundan en beneficio del interés general.

–2005 es año significativo en su producción literaria, pues empieza a marcar su viraje contestatario frente al sistema establecido. La aparición de Procuradores. Debate sobre la representación procesal le iba a traer no pocos quebraderos de cabeza. Con sinceridad, ¿qué le impulsó a dar este paso?

–En primer lugar, nada tengo contra los Procuradores, y algunos de mis mejores amigos lo son. Pero la verdad es la verdad, y hoy por hoy son innecesarios, o, al menos, deberían ser meramente optativos, no obligatorios. Cuando una profesión existe solamente por su obligatoriedad legal o reglamentaria, creo está condenada a desaparecer… El 99% de los procuradores son licenciados o graduados en Derecho, por lo que podrían transformarse sin grandes problemas en Abogados. ¡Y un país que soporta a 150.000 abogados, no creo que sufriera mucho por la incorporación a sus filas de 12.000 más! De cualquier forma, cuando el litigio es fuera de la ciudad o localidad donde tienes tu despacho profesional, la figura del Procurador puede ser útil y necesaria, pues conoce “el patio”, realiza gestiones evitando desplazamientos, conoce las costumbres del lugar, incluso te informa de qué pie cojea este juez o esa fiscal, etc.

–Háblenos de sus referentes intelectuales, en todos los ámbitos del humano saber (jurídico, histórico, literario, religioso, etcétera).

–Son tantos que necesitaría un libro para incluirlos. Básicamente:

· La religión católica, que es el germen de nuestra civilización. Nada sin Dios. España en particular, y Europa en general, es difícilmente entendible sin la presencia del Cristianismo en nuestra Historia, cultura, Tradiciones, etc.

· La Patria, España, como germen de nuestra vida, a la que todo debemos, aunque sea un Estado que maltrata a sus hijos, como el nuestro. Pero como decía algún autor, que ahora no recuerdo, “con la Patria se está siempre, con razón o sin ella, como se está con un padre o una madre”.

· La Justicia Social, como aspiración última de los seres humanos, en consonancia con la doctrina de José Antonio. No quiero una España de pobres y ricos, “modelo” hacia el que por desgracia vamos, sino una sociedad justa, que valore el trabajo en su justa medida, y no solo el capital o las propiedades. Una sociedad que no genere revueltas sociales, pues impere la Justicia, consistente según Santo Tomás de Aquino, “en dar a cada uno lo suyo”.

–El Mi(ni)sterio Fiscal fue prohibido junto a otro lote de títulos por la Generalidad de Cataluña…

–Sí, algo realmente sorprendente. Escribí al Juzgado de Instrucción correspondiente, diciendo que deseaba recuperarlos, y se me contestó diciendo que tenían que ser “revisados” por los Mozos de Escuadra, supongo que en funciones de “policía política” de la Fiscalía contra el Odio, o más bien del Odio. Del Odio a los que pensamos distinto, y no somos “políticamente correctos”. Esta anécdota, que podemos elevar a categoría, nos demuestra el estado actual de las libertades públicas en Cataluña en particular, y en España, en general.

–En sus últimos años, sus inquietudes temáticas se amplían, al tiempo que el fondo metapolítico de su discurso se ensancha, abordando las más molestas cuestiones, y convirtiéndose en uno de los más prolíficos redactores en los medios digitales del país. ¿Qué puede decirnos de esta actividad?

–Yo creo que disfruto de la consideración social de “mosca cojonera”. En España la persona que denuncia públicamente, recurre, tanto en vía administrativa como judicial, etc., está mal visto y peor considerado socialmente, y creo que ese es mi caso. Tampoco es algo que me quite el sueño, la verdad, pues estando uno a bien con su conciencia, creo es más que suficiente para dormir tranquilo. Y para satisfacción de mis enemigos, adversarios y oponentes, diré que no gano nada con esa actividad, pues nada pido y nada recibo… Vamos, que pueden estar tranquilos, que no me estoy enriqueciendo con esa actividad frenética, que me exige una gran dedicación, pero que hago con mucho gusto, como un deber cívico.

–Don Ramiro Grau Morancho es una figura molesta para los poderes fácticos, verdadero azote del Sistema. ¿Hasta qué punto se siente vigilado por éste? ¿Peligra la libertad de prensa en “Españazuela”?

–Por supuesto que sí. No voy a dar datos, pero adopto determinadas precauciones, y soy consciente de que hay gente que se quitaría un ojo si con ello consiguieran dejarme ciego… Es muy peligroso denunciar la corrupción en un país corrupto, pues haces que la gente quede reflejada y retratada ante el espejo de sus propias contradicciones y mentiras. Y eso es algo que el que manda, no perdona nunca.

–No quisiera ir cerrando esta entrevista sin hacer referencia a su reciente y muy audaz libro titulado El virus socialista de Ábalos. Chanchullos del dinero público. ¿Hasta cuándo el sufrido y apaleado pueblo español seguirá soportando tales atropellos por parte de esa “partida” del Régimen del 78 que es “la PSOE”?

–Yo he hecho lo que podía y debía hacer, que es denunciar públicamente este asunto ante la opinión pública, y ante el Tribunal Supremo, dada la condición de aforado del todavía ministro. Y la respuesta judicial ha sido la que se esperaba: han pasado más de tres meses, desde primeros de octubre de 2020, y la Sala Segunda de lo Penal sigue sin decir ni pío… Comprendo que el Supremo está cargado de asuntos, pero también comprendo que hay temas que no conviene remover, o que las cosas de Palacio van despacio, etc. Y no digo más; ni menos.

–Por último, y ya próximo su 64 cumpleaños, ¿qué proyectos pendientes le gustaría llevar a término antes de que se consume –Dios no lo quiera– el definitivo hundimiento de España?

–Seguir vivo y con salud, si Dios quiere, y continuar luchando, en la modesta medida de mis posibilidades, para evitar ese hundimiento de España que muchos estamos viendo, cada día que pasa. Para ello urge desalojar del gobierno a los actuales okupas comunistas, mediante la convocatoria de elecciones generales, que sitúe en sus casas a Iglesias, Sánchez y a todo el gobierno, una buena parte de los cuales deberían pasar previamente por los Tribunales, para depurar sus responsabilidades criminales. La ley es, y debe ser, igual para todos. Así de claro. Y, por supuesto, continuar defendiendo la catolicidad de España, sin la cual no se entiende nuestra Historia y Tradiciones.

FICHA TÉCNICA DEL LIBRO

Editorial: Grau Editores (Enero 2021)
Tapa blanda: 221 páginas
ISBN: 979-8596378610
ASIN: B08TFV3NFF
Peso del producto: 463 g.
Dimensiones: 16.99 x 1.42 x 24.41 cm.

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