Inicio Opinión Envidia y felicidad, por Carles Francino

Envidia y felicidad, por Carles Francino

Jon Sistiaga me dijo de su programa ‘Tabú’ sobre los siete pecados capitales que le había costado hallar testimonios que se confesaran pecadores por envidia. Me extrañó, porque es el pecado español por excelencia, aunque entiendo el reparo a reconocerlo frente a una cámara. Yo, por el contrario, he disfrutado en pocos días de un chute de alegría por éxitos ajenos que me ha sabido a gloria.

Talento y coraje en el Liceu

Ignoro si los envidiosos o los mezquinos son conscientes, pero a través de la admiración se puede ser muy feliz; no saben lo que se pierden. Empiezo por un cómico genial que se llama Juan Carlos Ortega y que saldó con nota uno de los retos más espinosos que existen: presentar una gala. La de los Ondas en el Liceu (¡qué alegría el retorno a Barcelona!) fue un derroche de talento… y de coraje. El gag del oyente que felicita a su mujer con un poema, pero que cuando llega el momento de glosar su carácter se encabrona hasta romper la relación fue de traca. Ortega triunfó y yo me alegré.

Pero es que la cena de después la sirvió un equipo del delta del Ebro que conozco –y admiro- desde hace tiempo. Fran López es el buque insignia y sus dos estrellas Michelin también son fruto del talento y el coraje, en este caso para relanzar el negocio familiar. Ellos triunfaron y yo me alegré.

Entretodos

Y para rematar tuve la suerte de compartir una hora de radio con Izal, hoy en la cresta de la ola pero con quienes hablo desde que editaban sus primeros discos a golpe de ‘crowdfunding’. El cantante que da nombre al grupo, Mikel, fue víctima de uno de esos sarpullidos inquisitoriales que emponzoñan las redes, pero se ha cobrado cumplida cuenta en alguna de las canciones de su último disco, ‘Autoterapia’. «Tanta santa paz nos dejes como ruido, vendaval y terremotos lleves» me parece un delicioso proyectil multiusos. Izal viven con serenidad la alegría del triunfo; me admiran por ello y me alegro.

Y me falta decir lo contento que estoy por Rosalía. Sé que existe riesgo de saturación y que ya se ha armado un ejército de disidentes que hablan de operación de márketing. Pero yo la conocí antes de la locura, y como ya me parecía especial y además –aparentemente- el éxito no la ha cambiado, pues también me alegro, y la admiro. A los que sugieren que lo suyo no es cultura catalana y la menosprecian por ello les sugiero dos cosas: que relean el artículo de Jenn Díaz en EL PERIÓDICO y que consulten a un especialista. Las peores enfermedades, si se pillan a tiempo, también se pueden curar